Max se mantenía en constante comunicación con Sergio a pesar de la distancia.
Las cosas con Carola habían terminado bien a pesar de que el pecoso notaba lo triste de su despedida la última vez que fue a casa por sus cosas. Oscar también se sintió triste pues, a pesar de todo, ella era una mujer amable y muy fácil de querer, de alguna manera la decisión que había tomado la salvaban a ella más que a nadie, pero no quitaba que dejaba de ser un momento triste para todos, al final, los recuerdos y los buenos momentos prevalecían aún.
Por su parte, Max estaba totalmente involucrado con su trabajo. Todavía quedaban muchísimas cosas por resolver y eso lo estaba matando. Tenía que encontrar información de donde sea pero arriesgarse a cobrar favores implicaba hablar y dar detalles de la situación, una que claramente debía mantener en silencio, al menos hasta que las pruebas fuesen irrefutables, pero no tenía nada y presentía que el resultado desembocaría en impunidad total para los implicados. No era suficiente con que su padre tuviese una cómoda vida en prisión, tal como alardeó la única vez que se vieron cara a cara.
Era lunes por la mañana, Oscar debía acudir a la escuela y así lo hizo, a pesar de que su estado últimamente era tan débil que Sergio insistía en que se quedara en casa, el niño fue más constante con su petición por salir una vez más a la escuela.
Sergio cedió con la condición de que serían solo un par de clases y después volverían a casa. El pecoso sabía que el tiempo era corto, no era idiota, lo había escuchado de los médicos, pero no sabía cuándo ni mucho menos en dónde pasaría. Y ahora estaba solo de nuevo, Max no le había informado de nada, así que para el moreno la ausencia de este no estaba del todo justificada.
Otra vez se le habían desordenado las cosas. No tenía un plan, no sabía que pasaría a continuación. El divorcio ni siquiera fue complicado pero de cualquier modo no había nada más después.
—¿Entonces ya no vas a volver a la escuela?— Un chiquillo de piel morena y estatura baja hablaba con Oscar mientras bebía de su Boing de uva.
—No, ya no creo. Mi papá dice que es mejor que estudie en casa, es más seguro.— Y hablando de éste, Sergio se apareció para llevarse a su hijo por fin. Era el último día del pequeño en una escuela real, en sus intentos por alargar las cosas, para su padre la mejor opción era mantenerse al tanto, Sergio había conseguido la manera de trabajar desde casa, así que lo mantendría ahí.
El niño del jugo observó el rostro de su amigo y se tomó un momento para apartar su desayuno y ponerse de pie, luego lo abrazó y el gesto sorprendió a Oscar pero tampoco dudó en devolver el abrazo.
Camino a casa no habló mucho, su mirada estaba perdida en el horizonte, como si de repente las calles fuesen la cosa más interesante del mundo, como si, de alguna manera, quisiera gravárselas todas.
—¿Y no hay nada de información sobre él? ¿Alguna transferencia, intercambio o algo?— Max hablaba por teléfono con George.
—No, me temo que si hizo algo de eso fue bajo otro nombre y gracias a las influencias de tu papá. Pero hay tantísimos datos que nos llevaría años encontrarlo, y aunque supieras su nombre, no hay registros de nada. Tendrías que sacarle la verdad de la boca.— El inglés suspiró frustrado, nunca quiso estar en este tipo de situaciones y por lo general era muy cuidadoso, pero acabó embarrado de todas formas.
—Está bien. Veré qué otras cosas puedo conseguir por mi cuenta.— Max también estaba agotado y era tarde —Gracias, amigo.— Y colgó la llamada.
Estaba a punto de lanzar el teléfono para por fin dejarse caer sobre su cama pero un zumbido lo interrumpió. Revisó y en la pantalla se leía un mensaje corto pero muy claro.
"Lamento molestar. No sé qué es lo que estés haciendo, pero realmente te necesito aquí con nosotros. Estoy asustado.
SP"
No podía ignorarlo, sabía que no debía, así que en ese momento cualquier idea de cansancio abandonó su cuerpo y se movió casi en automático. Si Sergio le pedía mover la luna él lo haría, se lo había prometido y estaba dispuesto a cumplir esa palabra sin importar la hora o el lugar. Conocía el orgullo del pecoso, por eso estaba seguro que, de no necesitarlo, de creer que podría solo, no lo habría llamado, mucho menos de manera tan dócil.
Llegó al aeropuerto el tiempo récord desesperado por encontrar un vuelo a esa hora, o al menos lo más pronto, pero fue imposible sacar algo de provecho de esas prisas. El vuelo más próximo a Jalisco, México era a las 6 de la mañana, así que todavía tenía que esperar cuatro horas para poder llegar a su amado.
—¿Sergio?— Su mejor opción fue llamarle —Oye ¿Está todo bien? ¿Qué pasa?— Se sentía nervioso.
El pecoso guardó silencio por un momento y esos segundos fueron eternos —Max, creo que... Creo que ya... Es Oscar.— No necesitaba ser listo para entender lo que tenía que decir, la voz entrecortada, el tono y lo vacío de esas palabras, era evidente.
—No. Oye, no.— El rubio trataba de mantener la calma, si era necesario le diría a Sergio exactamente qué hacer, pero no podía permitir que se rindiera, no así, no estando solo, no sin intentarlo una última vez —Necesito que me escuches ¿De acuerdo? Con tu silencio asumiré que estás ahí ¿Está bien?— Recibió un sonidito de afirmación del otro lado de la línea, el rubio respiró profundo y exhaló —Levántate, toma a Oscar y llévalo a la clínica ahora mismo. No entres en pánico, mantente tranquilo y así lo ayudarás a él.
Lo principal ahora era estar preparados para cualquier shock o falla orgánica o mecánica y poder recibirlo en el momento. Sabía que le estaba pidiendo demasiado temple a Sergio, pero debía hacerlo, era momento de armarse de valor sin importar las implicaciones.
—Corre, no podemos perder más tiempo. Yo estaré ahí antes de lo que crees.
ESTÁS LEYENDO
Peacemaker | Chestappen
RandomNo es sabio tener por seguro las cosas. A veces la vida nos enseña esa lección de maneras interesantes. - Finalizada. (Si se requieren adaptaciones, por favor hablar con el autor primero.)