Por si acaso, te amo.

1.5K 208 86
                                    

El matrimonio Verstappen Pérez había pasado por meses intensos de lucha, cuestionamientos y batallas moralistas sobre su relación, a lo largo de aquel par de años habían pasado momentos difíciles, algún par de valles como pareja, pero nada que una conversación y buen sexo no arreglaran.

El producto de semanas enteras de viajes y esfuerzos se veía realizado ahora, era momento de agregar a alguien más a la familia, alguien especial. Un pequeño niño de cabellos castaños esperaba al matrimonio en las oficinas del orfanato, de apenas 8 meses de edad, había sido abandonado por sus padres en un hospital de una zona peligrosa en los barrios de la ciudad, terminando ahí por medio de los programas sociales del estado. 

En cuanto Sergio entró y lo vio, supo que su corazón pertenecía enteramente a ese pequeño ser, le pareció un calvario el tener que soportar el tiempo de firmas y conversaciones para poder acercarse, pero en cuanto lo tuvo por fin en sus brazos se sintió como magia.

—Tiene pecas, igual que tú.— Max se acercó a su esposo y le abrazó con cuidado de no lastimar al pequeño. Se tomó un momento para observar la escena, el hombre que amaba lucía verdaderamente hermoso con ese niño en sus brazos, tener una familia le sentaba realmente bien, Sergio parecía radiante.

—Caballeros, felicidades. Recuerden que tendremos controles esporádicos para salvaguardar la integridad del bebé, pero confiamos en que sabrán darle la vida que necesita a este niño.— La mujer estrechó la mano de Max y justo después la de un embelesado Sergio —Serán una gran familia.

En el auto, Sergio no quiso dejar al niño en la parte trasera, lo llevó en sus brazos todo el camino. El pequeño había dormido desde el momento en que se conocieron, así que el pecoso lo observaba en silencio mientras su esposo conducía despacio.

Habían muchísimas cosas pasando en la mente del mexicano mientras observaba a esa pequeña criatura dormida en sus brazos. Era precioso, un niño muy hermoso de piel parda, tal como Max lo había señalado. Se veía tan relajado e inocente, totalmente ajeno a todo lo que pasaba en el mundo y sabía que debía protegerlo. Fue entonces que abrió sus ojitos, lentamente, como si tuviese todo el tiempo del mundo, poco a poco sus párpados se encontraron con la imagen de un nuevo mundo, una nueva vida, conceptos que desconocía totalmente.

Sergio rió, convirtiendo esa risa en llanto poco después, un llanto de felicidad, de emoción. Ese niño era su hijo, era totalmente suyo ahora y esta vez lograría hacerlo bien, tenía que hacerlo bien. Max por su parte se detuvo un momento y los abrazó a ambos a como pudo, claro que sentía de todo entonces, así que se prometió una cosa: Los haría felices.
Sin importar los métodos o el costo, los mantendría felices y a salvo de todo, porque Sergio ya había tenido demasiado y porque este nuevo ser tenía derecho a conocer la felicidad.

Cuando llegaron a casa, Max se adelantó a abrir la puerta para sus chicos, cargó también con la mochilita donde tenían todo lo necesario para el bebé —Bienvenido a casa, mi niño.— Acarició los finos cabellitos del pequeño, luego miró a su esposo y ambos respiraron profundo antes de dar un paso dentro.

Al entrar, un pequeño grupo de amigos, avisados por Max, se habían dado cita ahí para recibir al nuevo miembro de la familia. Charles fue el primero en correr a ver al bebé y no pudo evitar llorar de la emoción. El rubio saludaba a su amigo con un apretón de manos y un abrazo.

—Felicidades, hombre. Enhorabuena.— Carlos abrazó a su ahora esposo por los hombros y este le miró limpiándose las lágrimas.

—Es precioso, no lo puedo creer.— Charles hizo un puchero para tratar de no llorar más mientras George también felicitaba a su colega y Lando se acercaba al mexicano para observar más de cerca al niño.

Peacemaker | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora