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Las vacaciones ya habían llegado y todo mundo disfrutaba por fin de tiempo libre, sobre todo los estudiantes. Sergio por fin había conseguido completar con éxito sus horarios de servicio a pesar de todos los problemas que habían tenido y se había enterado de que Charles y Carlos habían ido de vacaciones juntos al país natal del español.

El azabache se sentía feliz, tranquilo. El tiempo parecía por fin comenzar a acomodar las cosas, él tenía a su hijo y estaba a pocos pasos de por fin conseguir su título. Todo era bueno, todo estaba mejor.

Sin embargo, mientras para él las cosas parecían avanzar, para Max no era la misma situación.
Sergio despertó con una noticia en la televisión que informaba sobre una investigación en contra de la familia Verstappen por supuesto tráfico de órganos.
Oscar desayunaba mientras su papá terminaba de recoger y se sentaba a su lado. La tv reproducía la nota con todo el detalle y morbo típico del medio.

"En otras noticias, el reconocido médico Jos Verstappen es sometido a investigación por un presunto cargo de tráfico de órganos con sede en su clínica privada. Según una fuente anónima estas operaciones se realizarían de forma clandestina en los quirófanos del establecimiento del que este médico es dueño y director."

En pantalla se mostraban imágenes del edificio por fuera, poco después se mostró el rostro del protagonista de la noticia y le fue cedido el audio en lo que parecía una entrevista informal.

"—Para ser muy honesto, considero que estas acusaciones no tienen fundamento alguno. Todos hacemos comentarios y acusaciones desde la seguridad del anonimato, creo que hay que tener valor para apuntar con el dedo a alguien, esto solo demuestra cobardía de parte de quien se atreve a manchar mi nombre y el de mi familia.

—¿Entonces podremos esperar una contra demanda?

—Esos asuntos competen a nuestros abogados y a mí, por el momento no puedo decir nada más, gracias."

Las cámaras persiguieron al médico hasta que las puertas de su clínica lo resguardaron.

—¡El doctor Max!— Oscar señaló con su dedito cuando, por un momento, se pudo ver al rubio siendo enfocado claramente sin su autorización mientras intentaba irse en su auto del estacionamiento del edificio.

Sergio lo observó. Estaba molesto, era evidente, pero también lo notaba asustado y sintió la necesidad de ir a verle o simplemente tener una conversación con él, pero tampoco se había molestado en pedirle su teléfono.
¿Era todo mentira? No lo sabía. Y si las acusaciones eran reales ¿Max estaría involucrado? ¿Él sabría algo al respecto?

No hizo comentarios, simplemente sorbió su café y cambió de canal para dejar que su hijo mirara las pistas de Blue, siempre le había gustado ese programa aunque a veces fuese demasiado obvio, pero Oscar también lo disfrutaba.

...

Unas horas antes la bomba había estallado, cuando los primeros rumores del tráfico ilegal de órganos aparecieron flotando en el aire esa mañana muy temprano, Max fue de inmediato con su padre y condujo por horas para poder alcanzarlo en la clínica. Para cuando llegó ya había un par de periodistas en las afueras del edificio, así que tuvo que ser rápido para evitarlos.

—¿Saldrás a defenderte, papá?— Max estaba de pie en la oficina del hombre, dicho estaba sentado en su escritorio con la indiferencia plasmada en su rostro mientras revisaba unos documentos —¡Papá! ¿Eres consciente de que se te acusa de un delito grave?— Por fin Jos levantó la mirada —Puedes ir y decir que no es verdad, déjalos revisar la casa, tus documentos, tus horarios, dales todo.

—Dios santo, Emilian. Cierra la maldita boca.— Max dejó de hablar de inmediato aún sin poder procesar la actitud de su padre —Eres tan molesto como tu mamá, ven un problema y entran en pánico.— Jos se puso de pie dirigiéndose a su hijo. Sus estaturas eran similares, así que no fue difícil mirarle a los ojos.

Max ya no hablaba, primero porque había sido interrumpido y segundo, porque su padre había hecho un comentario horrible sobre su madre y aquella todavía era un tema sensible para el residente.
La mano del mayor fue a dar a la mejilla de Max dando pequeñas palmadas en dicha.

—¿De dónde crees que sale todo el dinero de papá?— Jos le sonrió con frialdad y la mirada de Max fue de incredulidad pura, ese rostro generalmente inexpresivo ahora se encontraba grabado por la confusión.
—La salud es un negocio, hijo.— Su mano ahora apretaba con fuerza la mandíbula del más joven y con ese agarre sacudía un poco su rostro —Yo solo ayudo a que la gente que puede pagar viva más tiempo y los que no, bueno... Es mi acto de caridad, de cualquier modo esa gente pobre ya estaba condenada.

Max había dejado de hablar, incluso sentía que había parado de respirar por un momento.
No podía ser así. Sabía que su padre era un hombre controvertido pero jamás sería capaz de cometer un delito de ese tipo, o al menos eso deseaba creer, intentaba convencerse de que era así. Él no podía, no era verdad.

Pero le helaba la sangre la frialdad con la que Jos confesaba las cosas en la intimidad padre e hijo, así que totalmente asqueado salió de inmediato de ahí. Se sentía aturdido, como si flotara fuera de la realidad, que ni siquiera se dió cuenta en un principio de la cantidad de personas fuera de la clínica, no al menos hasta que luces y flashes aparecieron para deslumbrarle justo el rostro apenas rodó los primeros metros fuera.
No sabía qué hacer ni a dónde ir porque seguramente estaría rodeado de camarógrafos, tampoco sabía cómo se sentía, solo estaba asqueado.

Su papá era un idiota, pero no podía ser un psicópata que usa los cuerpos de otros por dinero, era imposible. Tenía que ser mentira. Debía serlo.

Peacemaker | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora