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Sergio tomaba la mano de su hijo, quien dormía por fin en su camita. Era de madrugada, quizá las 3 a.m.
Sobre sus hombros se posaron las manos de Max, quien masajeó un poco los tensos músculos de la zona.

—Tienes que dormir un poco.— Pero Sergio negó con la cabeza.

—¿Y si se pone mal otra vez?

—Yo lo cuido.— Recibió una mirada de preocupación del pecoso —Fui por tí hace un rato, confía en mí.

Oscar había tenido un episodio de taquicardia y obstrucciones respiratorias algunas horas antes, por fortuna el contar con un médico en casa había mitigado la situación bastante, Max sabía que era muy probable que se debiera al detalle de que había consumido muchos dulces y azúcares durante el día, se preocupó pero entendía que era poco probable que la situación agravara y aún así no peleó contra los nervios de Sergio más allá de explicarle todo.

—Mañana tienes que ir a declarar ¿Correcto?— El pecoso se había resignado a la petición de Max pero sería a su manera. Había traído una cobija y una almohada para acostarse en el suelo junto a la cama.

El rubio asintió ayudándole a acomodar todo y luego se sentó a su lado, el moreno estaba completamente envuelto en la cobija que había traído.
—Mi papá quiere que testifique a su favor.

—¿Y él dice la verdad? ¿Es inocente?

Max se mordió el labio inferior y negó sin mirar a Sergio, no se atrevía, no quería saber cuál sería su reacción.
—Él... Me dijo que es cierto.

El más bajo se cubrió los labios con una mano, no podía concebir cómo alguien podría ser capaz de aquello y nunca pensó ver un caso tan de cerca.
—Max, eso es terrible. Tú no puedes defenderlo si sabes la verdad, incluso no decir nada te hace cómplice y ahora también a mí.

El rubio tomó aire inflando su pecho y sacándolo lentamente, dejó caer su cabeza hacia atrás sobre el colchón y cerró los ojos un momento.

—Cuando yo era niño solíamos vivir bien. Mis abuelos ya tenían un patrimonio y mi papá estaba construyendo el suyo propio así que el dinero realmente no fue un problema nunca.— Ahora miraba simplemente al techo —Teníamos dos perros de pelo dorado que jamás se alejaban de mí y mi mamá decía que era porque yo era un buen niño, jugábamos mucho nosotros cuatro. Cuando papá llegaba se sentaba en el comedor para esperar que las personas de servicio le dieran la comida mientras hablábamos de cosas. Mi papá nos contaba sobre su guardia, sobre las investigaciones en las que participaba e incluso me mostraba fotos geniales, siempre decía que un día me llevaría a su trabajo y me hacía mucha ilusión verlo.

Sergio no hablaba, solo le escuchaba manteniendo la vista al frente.

—Mi papá siempre fue estricto pero me amaba, cuando estaba en mis límites me tomaba de la mano para ir un poco más allá y me escuchaba si tenía que detenerme. Me amaba, cuidaba de mí y me alentaba a ser mejor, pero un día todo se fue al diablo.— Se podía notar en el tono de Max lo mucho que le dolían los recuerdos en su cabeza, tragó fuerte y se aclaró la garganta antes de seguir —Mamá y yo íbamos rápido a mi escuela. Yo jamás lo hacía, pero ese día me había quedado dormido, así que apenas abrí los ojos tuve que hacer todo el tiempo récord, llevaba el cabello revuelto y las agujetas desatadas y así subimos al auto. Yo no sabía cómo hacer un nudo así que sin querer iba preguntando los pasos. Me estresé, mi mamá se distrajo y de la nada...— Aquí Max hizo un ademán chocando las puntas de sus dedos en la palma de la mano contraria formando una "T" —Un camión recolector nos arrolló. Incluso ahí ella me protegió, ese choque debía matarme a mí pero ella me cubrió con su cuerpo, así que fue su vida por la mía.

Peacemaker | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora