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El escándalo de esa semana fue el contundente fallo del jurado y la corte a favor de Jos Verstappen. Todos los datos y las pruebas apuntaban a que en realidad cada delito cometido era gracias a su hijo y no a él, a ese hecho se le sumaba que el mismo Max había declarado su culpabilidad y aceptado todos los cargos admitiendo que había ocultado la verdad por cobardía.
La prensa se lo comio vivo, todo el mundo hablaba de cómo el pobre padre había pagado los platos rotos de un niño malcriado con apellido y que su vida se arruinó por sus horribles decisiones. Las cosas se invirtieron.

Sergio vio ese juicio, era un espectáculo al final de cuentas y nadie lo dejaría pasar. Su corazón se rompió cuando vio Max, su Max hablar con tanta seguridad que de no saber la verdad, probablemente también lo habría creído.

Y sentía culpa.

Max nunca perdía, siempre estaba un paso al frente de todos y ahora simplemente la vida se le había derrumbado por su culpa. Sergio no era el único que había desbalanceado su vida dejando entrar a otros porque él estaba libre, en paz otra vez y Max estaba viviendo la cúspide de su juventud encerrado por actos terribles que él no cometió.

Oscar preguntaba todos los días por qué Max se había ido, pensaba que tal vez él ya no los quería, así que lloraba las primeras noches porque le extrañaba siempre. Charles intentaba mantenerlo ocupado, divertido con actividades y paseos o cosas de la escuela, pero en la soledad de la casa, padre e hijo extrañaban a la misma persona apenas el silencio les tocaba.

Carlos estaba trabajando el doble intentando todo para ayudar a su amigo desde su posición, pero era un tema reciente, nadie con las capacidades quería hacerse cargo, y ser paramédico le absorbía mucho de su tiempo.

—He ido a 12 bufetes y no he tenido respuesta.— Carlos estaba descansando en el regazo de Charles, quien le acariciaba el cabello suavemente —Ay, Max... ¿En qué cosas te metiste?— Suspiró pesado.

—¿Tú irías a prisión por mí, Carlos?

—Yo moriría por tí.

—No, jamás permitiría que hicieras eso.— Carlos se levantó para sentarse junto al rubio y le acarició la mejilla dejando un beso en su frente.

—Quiero ser egoísta con esto, porque no podría vivir igual que ahora si tú ya no estás, Charles.— El español le sonrió, su mirada estaba llena de amor demostrando la intensidad con la que miraba esos preciosos ojos claros que reflejaban tan bien la luz de la habitación.

Para estos dos, las cosas habían mejorado. Charles por fin había salido de su casa luego de una larguísima discusión donde más de uno salió herido, ahora estaba con Carlos, el único hombre que siempre lo había defendido y amado tal como era y no podía pedir otra vida mejor. Había dejado la universidad, no por falta de algo, sino porque no era lo que quería y a ambos les parecía bien darle un giro a las cosas.

—Tiene que pasar mínimo un año ¿Verdad?— Carlos asintió desanimado, como si le hubiesen derrotado y Charles suspiró —¿Cómo le decimos a Sergio?

Cada día, tres veces al día, Sergio preguntaba por el progreso para la defensa de Max y siempre recibía las mismas respuestas. No tenían suerte.

Ya habían pasado tres meses y todavía no tenía el valor de hacer una visita a Max, tampoco podía puesto que la idea era estar lejos de él y mantener un perfíl bajo. Oscar cada vez preguntaba menos por el rubio, como si fuese resignándose a no verlo otra vez, pero tampoco era tonto, más de uns vez había visto a su papá llorar en la cocina o solo en la sala, algo malo pasaba y nadie le decía qué.

Oscar dormía y Sergio estaba con él, últimamente al niño le costaba trabajo quedarse dormido, así que era común encontrar a Sergio acurrucado con su pequeño.
El teléfono sonó, era un mensaje pero ya lo leería después, no tenía ánimos, así que solo se arropó y trató de dormir.

Esa noche tuvo un sueño, no obstante, durmió tan profundo que no pudo recordarlo al despertar abruptamente por la mañana. Ya era tarde, Oscar debía ir a la escuela y si querían lograrlo tenían que empezar a hacer todo ya, Sergio también debía presentarse a una entrevista de trabajo en unas horas, así que volaron, prácticamente, de un lado a otro. La jornada intensa acabó con Sergio dándole, por primera vez, efectivo a su hijo para comprar el almuerzo a falta de tiempo para preparar uno.

La hora de la entrevista llegó y las cosas se dieron efectivamente, el puesto era sencillo pero tenía la posibilidad de escalar poco a poco, iniciaría como asistente de recursos humanos de una empresa de mercadotecnia, la cita concluyó en algo positivo pero aún no en su contratación, justo a tiempo para volver a la escuela por su hijo.
Conduciendo recordó que en todo el día no había tenido tiempo de revisar el teléfono, así que apenas estacionó para esperar a Oscar a la salida, su primer vistazo fue el chat de Carlos, porque un mensaje de él significaba noticias de Max.

Y se arrepintió de haber leído. Por un momento quiso abrazar la ignorancia de minutos atrás.

Max se fue y ahora estaría desapareciendo por un año como mínimo y nadie parecía poder hacer algo al respecto.
Sintió el pecho pesarle y el aire se agotaba, de la nada su auto era tan pequeño que no tenía espacio, tragó saliva fuerte dejando caer la frente sobre sus manos en el volante.
No podía respirar bien, no se sentía nada bien. Aquello era basura, no podía ser así, Max no había hecho nada y no merecía estar donde estaba, se sentía impotente porque tampoco podía defenderlo, le había visto vulnerable y débil y cuando le necesitaba, él no podía hacer nada.

—¿Papi?— La voz de Oscar le hizo reaccionar, tragó saliva otra vez y se aclaró la garganta, luego intentó sonreír con dificultad.

Mi amor, hola.— Ensanchó la sonrisa —Debiste esperar a que fuera por tí.— Bajó del auto para ayudar a su pequeño.

—Te hablé pero no me escuchabas, así que la maestra Carola me dejó salir hacia acá cuando te vimos.— Y hablando de eso, el niño se despidió de alguien con la manito a lo lejos, Sergio volteó encontrando a la profesora observando y también le saludó rápidamente —Papi ¿Estás triste?

El pecoso se detuvo ligeramente y continuó ajustando el cinturón de Oscar.
—No, cielo ¿Tú lo estás?— Acarició sus cabellitos mirándole.

—A veces, cuando extraño a Max ¿Por qué ya no ha vuelto a casa? ¿Él está bien? ¿Hicimos algo malo?— Qué podía contestar en esa situación, qué podía hacer para decirle la verdad a su hijo sin romperse a llorar, presentía que pronto pasaría.

—Él está... Está bien ¿Sí?— Eso era para Oscar pero también para él mismo —Solo tiene un empleo lejos, volverá en algunas semanas ¿De acuerdo?

Y el niño pareció animarse.
—¿En serio?— Una sonrisita amplia apareció en los finos labios del pequeño.

—En serio, cariño. Él va a regresar en cualquier momento, lo prometo.

Peacemaker | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora