—¡Medio maldito millón!— El golpe seco de la pesada mano de Verstappen retumbó en toda la oficina —¿Cuántos años tienes, Emilian? Hace tiempo que te prohibí tajantemente continuar con esa ridícula obsesión tuya— No hace falta decir que estaba alterado pero lo estaba, la vena de la frente le saltaba en la piel y su rostro estaba rojo de rabia, escupía al hablar.
—Tienes más de lo que me gasté, los dos sabemos que eso no significa nada para tí y tu maldito patrimonio.— Max no gritaba, sentado sin darle importancia, respondía sin siquiera mirarlo directamente porque ya hacía mucho que había dejado de tomarse personal lo que su papá decía.
—¿Y sabes por qué tengo lo que tengo, hijito?— El hombre cruzó el fino escritorio de caoba y se colocó frente a su hijo, sujetándole fuertemente por el mentón —Porque allá afuera hay muchos idiotas que te creerán ciegamente si te pones una bata y un estetoscopio al rededor del cuello, con un par de términos complejos ya los tienes. La gente como yo no hace caridad sin tener algo a cambio y tú me dices que tomaste medio millón y se lo diste a una bola de gente pobre con tal de jugar a los carritos.
El rubio le sostenía la mirada, sentía que en cualquier momento podría darle un golpe y vaya que sería gratificante, pero él era mejor que eso y jamás se convertiría en lo que su padre quería. Su mandíbula tensa casi hacía que le rechinaran los dientes, pero como un cachorro de león, desafiar al líder es el primer paso para mostrarle que no siente miedo.
—Se te hace tarde, hijo— Jos soltó el rostro de su hijo con agresividad, se dió la vuelta y regresó a su escritorio a leer unos documentos.
Max no contestó, no hizo nada, simplemente salió rápido de la oficina con molestia clara en todo su ser y los demás lo notaban, en la clínica todos sabían que las reuniones entre padre e hijo no eran precisamente para sentarse y hablar, sabían lo que ocurría con el joven Verstappen una vez se encerraban él y su padre en esa habitación, pero nada podían decir, mucho menos hacer.
...
—Oye, papi, ese doctor no me cae bien— Oscar iba de la mano con Sergio de vuelta al auto, habían salido de una consulta rutinaria para ver cómo iba la salud del niño.
—Solo porque no le guste mucho platicar no significa que sea malo.— El moreno ayudó a su hijo a entrar al vehículo y aseguraba su cinturón.
—Ya lo sé, papi. Ya sé que hay personas que no hablan mucho, como ese doctor que vimos en las carreras, el que era muy alto y tenía el pelo amarillo.— Oscar se tocó el cabello simulando lo que decía.
Y Sergio se detuvo por un instante.
—¿Cómo sabes que es doctor?— Preguntó con cautela. Claro que sabía de quién hablaba su hijo.—Pues mi amigo Carlos me lo dijo.
El moreno enmarcó una ceja.
—¿Y desde cuándo son amigos Carlos y tú?— Sabía que Oscar tendía a llamar amigo a todo el que le dirigiera la palabra, pero solo se habían visto una vez y ya habían pasado semanas de eso.—Cuando fui a la pijamada con Charles, papá. Creo que ellos se van a casar algún día, como tú y mi mamá.— El niño no medía, mucho menos imaginaba la magnitud de las palabras que decía, tampoco notó la expresión perpleja de su papá.
Claro, esa vez que le pidió al rubio cuidar de su hijo. Pero Charles no le había mencionado la invitación de Carlos, tampoco que al parecer ellos ya eran amigos del doctor Verstappen.
Tenía mucho de qué hablar con ese niño Leclerc.—Pero este doctor es muy bueno. Estas mejorando y es todo lo que me interesa que pase.
...
El camino había relajado a Max, conducir siempre le había sacado todo el estrés del cuerpo y especialmente cuando tenía que ir rápido.
Solo de llegar al hospital fue recibido por una enfermera que le entregaba fórmulas que debía llenar.—¿Esto para qué es?— Max las tomó dándole un vistazo superficial mientras a la vez terminaba de colocarse la bata.
—Su paciente. Va a entrar a cirugía con el doctor Alonso.— Quien era interno y titular de cardiología.
—Ay, maldita sea.— Max firmó rápidamente y así como se acomodó la bata se la quitó.
Por la rabia lo había olvidado, la cirugía estaba programada hoy, y se sintió mal porque era su responsabilidad como médico, una responsabilidad grande, pero no había tiempo para perder así que procedió con el debido lavado y trajeado.
—Llega tarde, Doctor Verstappen.— Fernando ya estaba listo para iniciar, incluso el anestesiólogo terminaba de hacer su trabajo con el paciente, así que le indicó con un pulgar arriba que estaba listo.
—Me disculpo, tuve un inconveniente con mi...— Se interrumpió —Tuve que viajar temprano a otro estado y apenas pude volver a tiempo, lo siento.
—Bueno— El médico asintió y se colocó a un lado del hombre en la plancha —Los Verstappen no se llevan bien entre ellos pero son excelentes médicos y eso es todo lo que a mí y a este hombre— Señaló a la camilla —Nos importa ahora.
Claro que lo sabían. Todo el mundo sabía, era un secreto a voces. El viejo león neerlandés no era precisamente una guía ejemplar para su joven descendiente, era cultura general del gremio de medicina, pero el doctor Alonso tenía razón y esa frase le daba esperanzas a Max. Lo demás no importaba, él demostraría que era bueno, no era su padre y jamás sería como él porque, por lo menos en medicina, sabía que sería mucho mejor.
...
—Día número 3000 después de Cristo. Mis amigos siguen siendo unos idiotas que no se hablan por un absurdo auto. Firma, Lando "Perfecto" Norris.
—Nadie te dice así.
—Tu cálculo está mal.
Ambos chicos hablaron al mismo tiempo, se miraron solo un segundo para justo después volver a ignorarse entre sí.
Charles y Lewis estaban sentados uno al lado del otro frente a Lando por insistencia de este último.—Ya, por Dios. Los tres sabemos que están siendo infantiles.— Lando estaba harto, llevaba semanas convenciendo a sus amigos por separado de que no valía la pena estar peleados.
—No es eso.— Lewis fue el primero en responder, Charles no parecía estar más interesado que lo que sea que observara en el teléfono —Charles sabe lo mucho que me importan mis ideales, él sabía que yo no iba a correr y aún así el lo hizo.
—Tú dijiste que si yo quería que fuera.
—Pero no se suponía que sí lo hicieras.— Charles y Lewis se miraron enojados. No era que no se soportaran, se querían mucho, pero esa falta de comunicación los estaba matando.
—Pero a ver, para empezar ¿Qué diablos pasó?— Lando no sabía nada, solo lo que Charles le había contado, pero tampoco es que Charles mismo supiera mucho al respecto.
La conversación inició, primero costó trabajo para que cada uno comenzara a soltarse, pero al final pasó porque es lo que los amigos hacen.
Lewis no quería disculpas, simplemente quería que Charles lo entendiera y entonces, con toda la historia completa, para el rubio fue más sencillo comprenderlo todo.
El sentimiento de Lewis, por qué su orgullo y el leve intercambio de palabras, entonces todo hacía match.
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Peacemaker | Chestappen
RandomNo es sabio tener por seguro las cosas. A veces la vida nos enseña esa lección de maneras interesantes. - Finalizada. (Si se requieren adaptaciones, por favor hablar con el autor primero.)