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Las gradas estaban llenas, aunque no en su totalidad, de personas que habían entrado por mera curiosidad a ver qué se hacía en un autódromo, especialmente cuando había una actividad tan peculiar (y costosa) como la que los reunía a todos ahí.

Sergio junto a Charles y Lando, acompañados por el pequeño Oscar que seguía en brazos del rubio, buscaron un lugar cercano a la pista, querían ver de cerca a Lewis quien por fin se había convencido de intentar y Carlos sonó muy juguetón al pedirle a Charles que lo observara también.

—¡Papi, mira!— El niño señaló hacia una zona del interior de la pista, de ella salían tres rostros conocidos y otros dos que no ubicaban pero asumían que se habían unido a competir. Al frente iba Max, cambiado con un mono deportivo que cubría todo su cuerpo en un tono azul marino que contrastaba con su piel y el color permanente de sus mejillas, ni hablar de su cabellera rubia, la cual acomodaba con las manos desinteresadamente. Un poco atrás le seguían Lewis y Carlos, ambos vestían trajes de color negro y rojo consecutivamente.

—¿Estos son los pasatiempos de los ricos?— El moreno se acomodó el cuello de la prenda, no estaba muy acostumbrado —No sabía que ser paramédico dejaba tanto.

—¿Tú crees que yo tengo dinero?— Carlos rió descaradamente —No has visto la cuenta bancaria de Max, ese tipo está podrido. Yo no gasto nada comparado con todo lo que ese idiota gana.— Y se adelantó con el rubio en cuestión dando una carrerita breve.

A Lewis le hacía pensar. Como alguien que por naturaleza lo cuestionaba todo, le era increíble la manera tan inconsciente en la que, quienes tenían, desperdiciaban sus fondos. Pero qué más daba en ese momento, él ya estaba ahí listo para correr un auto que nunca ha conducido gracias al dinero de uno de esos capitalistas.

Recibieron algunas instrucciones del personal del autódromo, así como el resto del equipo conformado por cascos y auriculares con los que podían comunicarse entre ellos y con la gente de boxes. También se les dijo que, al no ser corredores experimentados, por su seguridad debían obedecer las recomendaciones que escucharan, luego de un par de preguntas los pilotos estaban listos para salir a la pista.

Los motores empezaron a rugir, cinco autos deportivos estaban saliendo uno a uno al pavimento, darían un par de vueltas de práctica antes de correr competitivamente y la gente ya empezaba a volverse loca.
El rugido de los escapes evocando una furiosa selva ya llenaba cada rincón del edificio.

Lewis sentía un poco de nerviosismo, la última vez que condujo un auto a tan altas velocidades fue a los 18 y ya no quiso hacerlo más. No tenía idea de por qué había accedido ahora.

—Ten cuidado con el control de tu volante, Chico. Si lo pierdes estarás en muy feos problemas y no creo que a Max le guste pagar un deportivo que él no estrelló ¿Verdad, Max?— Carlos habló y eso puso más nervioso a Hamilton, que de por sí ya titubeaba.

—Ya pagué por el maldito auto, si tiene que conducir a 80, que lo haga. Solo no me estorbes.

En ese momento el pequeño recorrido de Lewis se detuvo y se obligó a regresar a la parada de pixes. No iba a correr, no estaba dispuesto a que su competencia no significara más que una burla para tipos como Max o Carlos, ante cualquier cosa defendía su propia integridad, igual que siempre.
Desde las gradas Charles se dió cuenta y quiso maldecir con el hecho, en ese momento regresó a Oscar con su papá.

—Oye, Lew ¿Qué estás haciendo?— El rubio lo había ido a buscar a boxes y justo entonces el moreno acababa de bajar del auto quitándose el casco —No puedes no correr, amigo. Estas cosas no nos van a pasar dos veces.

Lewis le miró, estaba claramente ofendido.
—Si tanto lo quieres— Le estrelló el casco a Charles en el pecho y este lo tomó para evitar que cayera —Corre tú entonces.

Peacemaker | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora