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Las vacaciones ya terminaban, el grupo con la nueva pareja recién formada volvía a la ciudad con un delicioso bronceado en la piel. Carlos y Charles habían aprovechado muy bien los días postreros a la peculiar declaración del Español y ahora parecían un grupo unido.

Por supuesto, en todo este tiempo los mensajes entre Carlos y Max se habían mantenido lo suficiente para saber cómo estaba el otro. Ahora todos volverían a su rutina, excepto Max, él seguía atrapado en el escándalo de su padre y por eso no se le permitía funcionar en ningún lugar.

De algún modo eso también le servía porque ahora tenía una nueva rutina. Había llevado muchas cosas a casa de Sergio, también había vuelto a hacer ejercicio porque empezaba a notar desmejoras en su cuerpo y ahora que el pecoso estaba tan ocupado con trámites y demás, pasaba mucho tiempo con Oscar, también lo llevaba a sus actividades y demás. Eran como una pequeña familia no oficial y el niño se los recordaba siempre que podía.

Un día ambos salieron, por lo general no iban muy lejos, a Oscar le gustaba ir a un parque que tenía un estanque con patos pero no les daba pan porque había investigado que eso era dañino para ellos, así que en lugar de eso había pedido alimento en una veterinaria y Max se aseguraba de que el suministro nunca se acabara.

—Este es mi favorito.— Y tan listo como podía ser un pato, aquellos animalitos ya le reconocían al llegar, el preferido del niño era un ejemplar de buen tamaño y plumas oscuras, ojos café y una mancha en una de sus patas. —Se llama Patricio, porque es un pato. Creo que si él fuese un niño como yo, podríamos ser amigos.

Max se acercó a él y le vió extender su manita permitiendo que los animales comieran de esta, algunos peinaban sus plumas y otros nadaban en el agua, pero Patricio no se separaba de Oscar.

—Creo que le agradas.

—¡Ya lo sé! Él sabe todos mis secretos.

Max se rió.
—¿Y no quieres contarme alguno a mí? Patricio no puede saberlos todos él solo.

El niño se lo pensó un instante y habló.
—Mi mayor secreto es que siempre quise tener una mamá, pero papá nunca aceptó salir con mi maestra Carola. Solo que ahora tengo un problema porque quiero que tú seas mi otro papá, pero se lo conté a Liam en la escuela y dijo que eso no está bien. No puedo tener dos papás.

¿Dónde estaba Sergio cuando lo necesitaba?

—¿Y tú piensas que está mal?— El niño negó.

—Mi amigo Yuki tiene dos papás y él es genial, sus papás también lo son.

—¿Yuki? ¿El de la pijamada?— Oscar asintió y lanzó alimento a los patos.
Ese dato era interesante porque evidentemente a Sergio no le molestaban las parejas del mismo sexo y eso le daba un poco de esperanzas a Max.

—Mi papá dice que todos podemos querer a todos y casarnos con la persona que nos quiera, así que yo quiero que quieras a mi papá y se casen y entonces yo pueda tener dos papás, como mi amigo Yuki.— Algún día Oscar dejaría esa adicción a lanzar bombas verbales sin ningún remordimiento, pero no sería ahora.

Max despeinó los cabellitos del niño y le sonrió.
—Yo quiero a tu papá pero él no está seguro de quererme, así que si me ayudas tal vez pronto podríamos casarnos ¿Te parece bien?— A Oscar se le iluminó la carita y asintió con energía —Es hora de volver a casa.

La noche caía, así que el niño se despidió de sus amigos, especialmente de Patricio. Cuando volvieron a casa, Sergio ya estaba preparando la cena y el aroma era tan delicioso que ambos corrieron a la mesa.

—Ah, no, muchachitos. Las manos.— Lees apuntó con la cuchara —Órale.— Y con un movimiento de cabeza apuntó hacia el lavamanos.

Peacemaker | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora