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Habían pasado un par de días, las aguas se habían calmado y la prensa comenzaba a desistir del acoso hacia Max pero él tampoco quería arriesgarse a volver a casa, o al menos esa era la excusa que se repetía cuando pensaba en por qué prefería dormir en una colchoneta en la habitación de Oscar y no en su cómoda cama.

Max y Sergio habían entablado una excelente relación y una dinámica perfecta, descubrieron que se complementaban bastante y para Oscar era muy divertido compartir tiempo con ambos, incluso habían ido al súper juntos, a pagar facturas y a un club de lectura para el niño, idea de Max que Sergio consintió. Sin darse cuenta habían formado lo más cercano a una familia que tanto Oscar como Max conocerían.
Para el pecoso Max no era más que un buen amigo, un muchacho con muchas heridas que no tuvo tiempo de sentirse libre cuando era pequeño, le parecía tierno a pesar de su tamaño y bastante ocurrente por sobre su personalidad seria, más importante aún, se había convertido en uno de los mejores amigos de Oscar, quizá por sobre Charles, pero no estaba seguro.

Oscar había ido desde muy temprano donde un amigo de la escuela, él lo había invitado a jugar y hacer una pijamada y Sergio le permitió ir porque no era la primera vez que pasaba, tenía excelentes referencias de la familia Tsunoda, ellos eran muy amables, honestos y protectores, Yuki, su hijo menor también era muy inteligente.
El mexicano no quiso despertar a Max en cuanto se fueron, así que al volver trató de no hacer ruido para evitar despertarle, abrió la puerta con cuidado y pasó a su habitación justo al lado de la que ahora tanto Max como su hijo compartían.

Se quedó ahí un buen rato, leyendo y revisando algunas cosas para los trámites de titulación, casi sería medio día y no había escuchado para nada a Max, a este punto el rubio ya tenía total libertad de ir y venir por la casa tanto como necesitara, por eso se le hizo extraño no oírle, así que se levantó rumbo a la habitación continua para revisar que todo estuviese bien.
Abrió la puerta con cuidado, de nuevo, sin hacer ruido, y se quedó en shock con la imagen que le recibió.

Max acababa de tomar una ducha, iba saliendo del baño en la habitación con una toalla en la cadera y otra en sus manos revolviendo su cabello para secarlo.
Sergio nunca lo había visto así, nunca se había atrevido a entrar sin tocar y el rubio tampoco acostumbraba ir sin alguna prenda por la casa, por eso jamás había visto lo que ahora sí.

El pecoso se quedó en silencio todavía sosteniendo el pomo de la puerta en su mano. Max lucía bien pasando de un lado al otro de la habitación, nunca se había fijado en lo bien formado que estaba su cuerpo, el tamaño de su espalda, sus brazos y el pecho, la cintura, el trasero, las piernas. Era atractivo.
Incluso se quedó embobado cuando el rubio se miró por un momento al espejo de cuerpo completo (al tamaño de Oscar), parecía estar inconforme con algo, su cara seria lo delataba.

Pero entonces cayó en cuenta, no podía estar pensando así. Los dos eran hombres, y fuera de eso, Max era solo un niño que pasaba por una situación preocupante, sería un abuso aprovecharse de su vulnerabilidad, y en cuanto quiso devolverse y cerrar la puerta, sus miradas coincidieron.
Max se asustó y de inmediato se cubrió con la toalla que antes le secaba el cabello, soltó un jadeo por la impresión. Sergio no dijo nada un principio, solo se quedó quiero y apartó la vista al suelo.

—Lo siento mucho, perdón.— Habló el pecoso —Solo quería saber si estaba todo bien, no quise...— Titubeaba al hablar, si pudiesen ver su rostro de cerca se notaría la vergüenza en él —Disculpa.— No le dió tiempo a Max de decir nada porque el más bajo cerró la puerta de inmediato y pudo escuchar cómo se alejaba casi corriendo.

Max estaba quieto, en realidad no sabía cómo reaccionar. Había despertado tarde porque había tenido un sueño sucio con cierto hombre de pecas y se sentía terriblemente avergonzado por eso, a más de decir que se sentía culpable e incluso asqueado, no por el sueño, se sentía mal porque lo había disfrutado.
Así que esta situación lo dejaba en un entredicho. Sergio lo había visto semidesnudo, el mismo Sergio que les hacía el desayuno, que los cuidaba, que le estaba dando la oportunidad de mantenerse a salvo, ese Sergio con el que había soñado haciendo tantas cosas.
No podía ser, más bien, no debía ser. Max entendía que al tener periodos de nula actividad sexual, los sueños húmedos aparecen en hombres de edades sexualmente activas, pero ¿Por qué con Sergio? De todas las fantasías que podía tener ¿Por qué diablos con Sergio?

Peacemaker | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora