4. El#2:

822 112 21
                                    

1.                         Él#2.

Acababa de terminar de ver una serie cuando vibró mi teléfono. Lo dejé ahí, reposando en mi cama mientras comía un chocolate congelado, hasta que volvió a vibrar consecutivamente. Una llamada. Recordé que no había nadie más que pudiera llamarme.

Le puse pausa a la computadora, viendo como se pausaba también en la televisión, y alargué mi pie para acercar el teléfono. Lo tomé con mis dedos y lo arrastré hacia donde estaba.

Contesté.

— ¿Hola?— dije, con la boca llena de chocolate.

— ¿Cómo estás?— me preguntó, y no pude evitar suspirar, aliviado, dejando de sentir una presión sobre mi espalda.

Me dejé caer sobre el respaldo de mi cama e hice mis hombros hacia atrás, estirándome.

—Bien. Estaba viendo una serie.

— ¿De qué trata?— preguntó, y pude escuchar el vaivén del agua a la distancia. Me imaginé sus dedos moviéndose alrededor de aquella copa de vino que tanto le gustaba, meciéndose.

—Todavía no le entiendo bien. Es que está muy rara— reí y ella también lo hizo—. Me la recomendaron en una página de internet y la empecé a ver porque pensé que era histórica, pero resultó siendo de mitología griega, y ahora ya no entiendo quién está con quién, qué pasó y qué no pasó. Están mezclando todo y a mí me lo enseñaron de diferente manera.  

Ella se quedó callada unos segundos, casi como si estuviera asintiendo.

—La mitología griega está sobrevalorada— dijo, con lentitud—. Los mismos filósofos terminaron haciéndola menos verídica. La nórdica es mejor. También con mucha incertidumbre, pero es más interesante debido a que es más misteriosa, atractiva y cautivante, mucho más amplia en un sentido de espacio y tiempo, también. Está más hacia el aire, no tanto hacia la tierra y todas esas raíces humanas que tergiversan todo completamente.

—Supongo— sonreí un poco—. No sé. Nada más sé de la mitología nórdica lo que veo de ratos que anuncian en series y películas.

—Te voy a regalar un libro por cada cumpleaños que no estuve.

— ¿Me estás intentando cambiar de religión, acaso?— bromeé, rascándome la cabeza.

—No digas tonterías— dijo, con una voz plana.

Nos quedamos en silencio unos segundos más, y pensé en colgar, poner de nuevo la película o simplemente preguntado si sabía algo nuevo, pero descarté todo eso:

— ¿Tú qué haces?

Hizo una breve pausa.

—Estoy acostada, hablando contigo.

Pero no parecía ser lo suficiente. No para ella. No con ese espacio vacío a su lado, la cama perfectamente tendida, la ropa guardada minuciosamente y la cocina con todos los platos limpios. El espacio era demasiado grande, y no había manera para achicarlo.

—Te extraño— dije, dejándome caer en la cama y preguntándome realmente a quien se lo decía.

Ella solo río un poco, casi como si estuviera sonriendo con ironía.

—La encontraron, Leonid.

Me quedé callado, pegado contra la almohada, la tenue luz de la tele iluminando y el sonido de las puertas a la distancia abriéndose y cerrando ante el aviso de aquellas llegadas de viernes en la noche, aquellos días que más le subía a mi televisor y ellos las le subían a su música, donde era desconocido, conocido, foráneo, perteneciente ahí y al mismo tiempo inexistente.

2. Agente TF01, pandemónium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora