9.Ella.

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9. Ella.

— ¡¿Qué le pasó?! ¿Dónde está?— fue lo primero que preguntó al vernos, poniéndose de pie rápidamente y mirando detrás de nosotros, ni siquiera percatándose de la presencia de Driek.

Los labios de Eliza se apretaron, los labios de Massimo se curvearon al igual que los de Driek, y Tomás suspiró, negando con la cabeza, un tanto divertido.

Mis piernas comenzaron a temblar cuando la vi: diez centímetros menos de alto, una piel rasposa, unos ojos más pequeños, aun elevados, y una piel más neutra.

Traía puestas unas ociosas prendas; pantalones holgados de color negro y una camiseta de color azul aqua, con un sujetador deportivo purpura que no le servía de mucho. Pero al ver que todos estábamos bien, se quedó estática, dejando su bolsa en el sillón y juntando sus manos enfrente.

Ocho historias se reunieron en ese momento, entrelazándose poco a poco, tomando y arrastrando las acciones de los demás hasta un entendimiento, hasta un rostro que comenzó a tomar mis facciones y las de ella hasta formar un remoto pasado.

Lo entendí de inmediato, y fue como si pudiera sostener su mano por primera vez de nuevo o sentir la palma de su mano sobre mi mejilla, recordando sus arduos estudios en las noches ante pocas palabras y títulos que había visto meses atrás.

Tan indiscutible como parecía, Victoria  era mi hermana. No había otra explicación ni otra lógica.

Victoria respiró profundamente, con la mirada intransigente. Ingrid se volvió hacia ella y le dio un beso en el cachete, quedándose a su lado y dándole una pequeña sonrisa mientras ella se quedaba con su gesto firme.

—Habíamos quedado que todavía no—comenzó a decir, con una voz firme—. Si él se entera...

—Como quiera se va a enterar pronto— la interrumpió Massimo, haciendo presencia por primera vez deslizándose hacia un lado, seguido por Eliza—. Se lo merecen.

Victoria se volvió a quedar pasmada, mostrándose completamente inversa a Driek: demostraba sus sentimientos de la misma manera, troquelándolos a su propio gusto, logrando discernir qué mostrar y qué no, qué decían sus brazos cruzados, sus pasos hacia atrás, la curva de sus labios, todo con frialdad y seriedad, una capa del miedo.

Sin embargo, esta no era una de esas ocasiones. No parecía capaz de retener lo que sentía, con movimientos involuntarios en su cuerpo, vorágines de emociones retraídas en cada una de sus extremidades.

Massimo sonrió, con aquella sonrisa tan melancólica a la que me estaba comenzando a acostumbrar a ver.

—Estoy solo.

Victoria, sin darse cuenta, como supuse yo, soltó el aire que retenía.

Se quedó parada en la mitad de la habitación, sin poder apartar la mirada de Massimo. Éste, sin poder contenerse, soltó una carcajada, soltó a Eliza y se dirigió hacia donde estaba ella. Sin pedirle permiso, la envolvió en un abrazo, aun riendo ante su tensa reacción. Ella enterró su cabeza en la curva de su cuello, dejándose un poco y suspirando, pero demasiado impactada para hacer algo más.

Él se apartó y le dio una palmada en su moflete, sonriendo.

—Haz cambiado mucho— me pareció que le dijo ella en italiano y él le sonrió. Por un momento, pensé que quería sonreír. Llorar. Su clavícula se marcó cuando tragó. Hizo una pausa, mirándolo directamente, y habló en español—. Te quitaste la barba.

Él estaba a punto de contestar, cuando Eliza lo interrumpió, y ambos se volvieron hacia ella.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó ella, bruscamente.

2. Agente TF01, pandemónium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora