35. Ella.

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35. Ella:

Ya casi todos estaban descansando. Pese a que algunos estaban mostrando gripes para respirar y sudoración, no podíamos hacer nada.

—¿Así que Mayi?

Ella asentó.

Mayi era la única enfermera que estaba entre los treinta y nueve estudiantes. Tenía un cuerpo delicado, pequeña, llegándome alrededor del hombro, un poco más abajo. Lo que más me llamó la atención fue su piel dorada y los tatuajes que tenía sobre ella, sin un significado en especial, sobre todo en sus manos.

—Hay un proverbio sobre... (Ver cuál proverbio)

—No entiendo cómo es que la gente hace eso. De la nada cuentas proverbios, citas e historias.  No tiene mucha coherencia algunas veces, está fuera de lugar— le pasé el alcohol, y ella elevó la mirada un poco, abriendo sus amplios ojos y sonriendo un poco—. A mí nunca se me ocurre nada.

—Nada más salen— me interrumpió—. Sinceramente, no creo que una plática pueda ser calculada, y eso es lo interesante, la curiosidad que hay en la otra persona, el pequeño pedazo de pensamiento que tienes de alguien más— se encogió de hombros y siguió, hablando lentamente—. Es algo muy íntimo.

Elevé ambas cejas y asentí, elevando un poco la comisura de mis labios.

Los pasos rápidos de alguien a la distancia nos hicieron elevar la mirada, y vi cómo es que dos siluetas se deslizaban con rapidez hacia abajo. Vi a Zared dirigirse hacia las escaleras. Fruncí el ceño y busqué a Tamara con la mirada, indagando si ella lo estaba cuidando o no, pero en ese momento alguien puso su mano sobre mi brazo.

Me sobresalté un poco, porque por primera vez todos se habían calmado y se estaban comenzando a dormir, y vi al hombre que tomaba mi brazo.

Estaba vomitando sangre.

—Los vasos sanguíneos— dijo Mayi, poniéndose rápido de pie, notando cómo es que comenzaba a convulsionar—. Pero tiene que ser algo más. Revisa los puntos, a la respiración, el pulso. ¿Qué le pasó?

—Balazo en el tórax— dije, alargando mi mano para tomar una gasa—. Y una ulcera no tiene sentido. Seguimos los hábitos alimenticios en la agencia, y no lo dejarían estar ejerciendo su tuviera sangre.

Frunció el ceño.

—No tiene sentido. El vómito de sangre se ha de deber a los vasos sanguíneos tapados, pero el balazo no interfiere. Las convulsiones no tienen ningún otro efecto. No está infectado, tampoco. Todos fueron curados antes de las siete horas.

Alguien más vomitó.

Él hombre dejó caer su mano.

Elevé la mirada.

Ella también la elevó.

Y fue pasando poco a poco, casi montamente, con movimientos sincronizados.

Primero vomitaban, convulsionaban, y en lo que constaban treinta segundos, elevando el pecho, morían. Algunos otros mostraron otras variaciones, como espuma en sus bocas o

Cayeron poco a poco, y cada vez que intentábamos o lográbamos algún tipo de progreso, morían en nuestros brazos.

Era sistemático.

Y, de repente, en menos de diez minutos, todos estaban muertos.

Todos.

Inclusive los que no habían sido lastimados.

Tamara.

Zared.

Me puse de pie inmediatamente, mirando a mí alrededor, pero en ese momento Mayi tomó mi mano y me bajó, tirándome a su lado en el suelo.

2. Agente TF01, pandemónium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora