10. Ella:

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10. Ella.

Al principio ni entendí lo que acababa de decir.

Y después, de repente, las personas se callaron, pero el mundo estalló.

Y todo se quedó estático al mismo tiempo, en un vacío creado por nuestra propia presión, delineando la circunferencia que nos estaba ahogando.

Y Victoria seguía siendo la misma persona que había conocido años atrás, con el impertinente olor a su tinte de cabello, cobrizo oscuro y ondeante, manos pequeñas. No había cambiado nada en ella, la idea y su verdad no había permutado la persona que era, o qué había hecho. Seguía inmutable, con ojos quebradizos y mirada profunda, labios apretados.

Era Victoria, sólo que ahora había envejecido los años que me había dado, y tenía de nuevo veinticuatro años, sosteniendo un pasado en sus manos y la decisión de un futuro en la otra, sin la oportunidad de componer ambas en el mismo momento.

Me quedé examine y solté una pequeña risa nerviosa, con los labios entreabiertos.

Nadie más reaccionó.

Me quedé sentada en el sillón, estática, comenzando a sentir un escozor en mis ojos y una congestión en mi nariz, con mis parpados pesados y la fuerza de diversos ojos sobre mí, tornando la imagen de Victoria a una silueta difusa, lejana.

Intenté tragar.

Fallé.

Intenté respirar.

Fallé.

Me puse de pie compulsivamente, dejando caer el plato involuntariamente contra el suelo, estrellándose en el acto. Rodeé a Victoria, indispuesta a verla a la cara, de notar, por primera vez, que teníamos la misma forma de los ojos y cara, con el tabique recto y torcido de perfil, pequeños rasgos que nos reconocían.

-Tamara...- Tomás dio un paso hacia adelante.

Me volví hacia él, y mi voz salió como un chillido.

Lo ignoré.

Me dirigí hacia la cocina, con las manos temblorosas e intentando respirar.

Comencé a ver a mi alrededor, sintiendo que poco a poco todo se desbarataba a mis lados, con una impotencia patente, casi paranoia, como si el mundo se estuviera abriendo en pequeños fragmentos y cada ser humano estuviera siendo designado a su muerte, sin poder retroceder tan siquiera un segundo.

Comencé a marearme tanto que me tuve que sostener contra el fregadero, con las manos sudorosas y temblorosas.

Intenté respirar de nuevo, sintiendo que tras cada acto fallido me estaba quedando cada vez con menos aire. Un golpe en el estómago, escalofríos corriendo por mi cuerpo, el latido de mi corazón sobrepasando el ruido de mis jadeos.

Finalmente estaba tenida una sobredosis de mi adicción, y me estaba matando.

De repente, todo a mí alrededor fue borroso, deslizándose por mis dedos, incapaz de que pudiera retenerlo, pero los latidos de mi corazón se hicieron casi tangibles, mientras el suelo a mi alrededor se hizo borroso.

Abrí el fregadero, casi a tientas, escuchando que todos los sonidos se arrasaban uno contra otro con un ímpetu inalcanzable. Tomé los platos y los comencé a limpiar compulsivamente, intentando poder respirar con mayor facilidad y notando mis manos temblorosas, brizas gélidas corriendo por mi cuerpo. Sólo pequeños gajos de resonancias llegaban hacia donde estaba: el sonido de unos pasos debajo del agua, el dolor de la esponja contra mis dedos, tallando compulsivamente los platos, manos temblorosas, labios moviéndose junto con mi boca seca, contando números y patrones de exponentes desconocidos para mantener mi mentes despejada, aunque cada vez sentía que los escalofríos aumentaban, impidiéndome respirar.

2. Agente TF01, pandemónium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora