3. Ella.

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1.      Ella:

Es noche soñé con Tomás.

Mis piernas se movieron por su cuenta.

Uno

Dos

Tres

Cuatro pasos, crujidos, pestañares en la realidad,  la distancia entre los dos cada noche, mis manos juntándose con mis movimiento, rozando la tela de su cama, la cual cubría su cama.

Estaba acostado en su cama, durmiendo solamente con unos pantalones de dormir y una camisa interior sin mangas blanca, sus manos hacia arriba, elevando un poco su camiseta. Su vientre desnudo, con vello oscuro en búsqueda de terreno desconocido. Mi pecho agitado, golpeando la sensible tela de mi camisa. Sus labios entreabiertos. Su nariz alineada. Sus oscuras y cortas pestañas. Sus ojos moviéndose de un lado hacia otro, en un oscilante sueño.

Sus ojos abiertos.

Sus manos alargándose.

Y de repente era demasiado lúcido, con sus labios sobre los míos moviéndose frenéticamente, su lengua pasando por mi labio con lasitud; sus manos alargándose hacia mi cintura, subiendo mi vestido, mis muslos rozando sus pantalones, dedos ásperos y cortos rozando su vientre, labios entreabiertos que intentaban respirar, pero piel demasiado sensible que dejaba sin aliento.

Su camisa terminó en el suelo junto con mi camisa de recuerdo, con lo único que dormía arriba, y el crujir de la cama ante el peso de ambos resonando ante nuestras respiraciones agitadas, su rodilla entre mis piernas, para separar mis muslos, con su hueso pélvico pegado contra el mío y haciendo fricción. Bajó sus labios hacia mi garganta, besando mi mentón, y subió su mano para tomar mi pecho, trazando círculos a su alrededor; su otra mano rozó el interior de mi muslo, marcando con sus dedos un camino hacia un terreno inexplorado por mi parte.

Y tenía que irme. Tenía que moverme. Tenía que alejarme. Intentar entender eso.

Pero él era demasiado fuerte, y yo era súbitamente demasiado frangible. El color de su piel ahora estaba cambiando, mientras que la mía se estaba carcomiendo a sí misma al ver el color de sus ojos cambiar, sus labios ensanchándose,  sus manos sujetando mis muñecas contra mis manos mientras deslizaba sus dedos hacia la pretina de su pantalón.

Me desperté para encontrar lo mismo: Tomás sobre mí, con la mirada alarmada, sus ojos oscureciéndose en la noche, y las manos sobre mis hombros, mi respiración entrecortada, un dolor entre mis piernas y mi camisón pegado contra mi piel.

Pero ahora él estaba vistiendo unos pants de color gris, y tenía una camisa negra con mangas. Su cabello estaba peinado, y no tenía los labios hinchados.

Le escupí en la cara y me hice hacia adelante, pero Tomás me presionó hacia la cama y susurró:

—No te muevas. Hay alguien afuera.


2. Agente TF01, pandemónium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora