8.Ella:

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8. Ella.

Algunas veces, cuando no tienes los trebejos para terminar un juego, inventas tus propias respuestas. Llegas a creer que los imposibles se pueden tornar en historias que se materializan enfrente de ti; de alguna manera, intentas llenar esos gajos incompletos, creas patéticamente una realidad completamente paralela, intentando entender palabras en idiomas desconocidos, queriendo poder saber qué hay después de la muerte o qué hubo antes de la vida.

Te inventas tus historias, las respaldas con todo lo que encuentras a tu alrededor, porque tú no puedes estar mal, y el sentimiento es demasiado grande como para que una verdad no quepa ahí, donde tú quieres, y todo es inamovible.

Estás en lo correcto.

Estar erróneo no es una posibilidad; esa palabra ni siquiera existe en tu vocabulario. Sin embargo, llega alguien que contradice todos tus argumentos, tergiversa completamente tus palabras y distorsiona tu realidad, dándote a conocer que tú mismo habías estado mal todo ese tiempo.

Negué que Driek estuviera ahí.

Negué el sonido de sus palabras, el flemático latir de mi corazón, seguido por el rabioso temblor de mi manos.

Negué el hecho de que la posibilidad existía, que lo que él estaba diciendo, siguiendo un patrón determinado, grandes alturas y grandes mentes, alineándose con una esotérica historia, podía completar la historia que tanto había buscado.

Intenté sostener mis manos contra la cama, fallando en cuestión de segundos.

— ¡Chingada madre,  Driek!— querellé, mordiendo mi dedo pulgar entre mis dedos—. ¡¿En verdad, en verdad crees que ese es un pinche tema para que estés bromeando con él?! ¿En verdad, en verdad crees que es una maldita broma que puedes estar diciendo? ¡Porque no lo es! ¡Maldita sea, no lo es!

— ¡Tamara!— me reprendió Eliza desde abajo, lanzándome una mirada.

Massimo, a su lado, ya había desaparecido.  

Jacopo, por su parte, solamente estaba parado en la puerta, inmóvil, como si todo fuera difícil de procesar, frunciendo el ceño con confusión.

— ¡Tú, tú no te metas ahorita!— le grité, afrontándola por primera vez. Había llegado a mis límites—. Chingada, chingada madre. Aparte, aparate, ah, mierda; estoy repitiendo todo. 

— ¡No estoy bromeando!— gritó Driek, por su parte, haciendo ademanes con sus manos—. ¿En verdad te parece que yo sé cómo bromear?

Lo miré incrédula. Comencé a ver sus rasgos, intentando ver algo similar entre los dos, un atavismo o alguna consanguinidad. Sin embargo, lo único que podía ver era una difusa silueta tornando cada uno de sus rasgos de una manera nihilista.

— ¡Pero tienes una jodida familia!—grité—. ¡La conozco y me odia!

—Tamara— me dijo Tomás.

— Tomás.

—Sí, sí tengo una, pero es una adoptiva, Tamara—dijo, lentamente—. Sólo déjame explicarte, por favor...

— Pero, ¿explicar qué?— le dije, sintiendo un dolor pulsante en mi cabeza, en mi espalda. Intenté tragar, pero mi garganta se cerró. Intenté respirar, pero seguía demasiado impactada. Cerré los ojos y me tranquilicé. No sirvió—. Por favor...— se me cortó la voz. Me aclaré la garganta y subí la mirada hacia él, negando con la cabeza—. No me salgas con eso ahorita. No...— respiré profundamente, imaginándome siluetas lejanas, los patrones inciertos que nos juntaban—. Sólo no. Tú no. Tú también no.

2. Agente TF01, pandemónium.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora