Max.

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Vivir así era difícil.

Despertar sin su compañía y sentir la lejanía de sus caricias me hacía sentir desesperada. Recientemente encontré refugio en el alcohol, convirtiendo nuestro apartamento en una bodega de botellas vacías de whisky, de las que te gustan.

Te llevaste todo y a la vez nada.

Limpio las comisuras de mi boca, por donde las tontas gotas de alcohol riegan y caen en mi pecho. Sé que no está bien.

Veo el gran cuadro en la pared y me es inevitable no llorar aun más. Tú estás arrodillado extendiendo el anillo y mis manos solo cubren mi rostro de la impresión. Te extraño más que a nada.

Sabías que sin tí no tenía a nadie más, lo sabías y aún así me dejaste sola. Debí sospechar tus planes cuando ya no dormías a mi lado, cuando salías a altas horas de la noche y yo no tenía derecho a reclamar algo. Fui una tonta de amor, tonta por creerte y tonta por llorarte.

Humillada frente a muchas personas, frente a tu familia y frente al cura. Llegué antes que tú al altar, y ese día pensé que solo eras rápido en las carreras, lo que no sabía es que estabas siendo rápido en los brazos de alguien más.
"Vámonos, Max no vendrá" "Te dejo una nota, no lo busques". Eso me decía tú familia, rompiendo cada vez más mi corazón. No pudiste cumplir una promesa.

Nunca viste mi bonito vestido blanco, y yo nunca vi tu traje a la medida.
Miro las redes sociales intentando encontrar algún rastro de tí, sin embargo, solo hay videos míos llorando y emborrachándome en bares de mala muerte.

"Muy bien hecho, Max" "Así se dejan las cosas claras, Verstappen" "Debiste hacer esto mucho antes, jajaja."
Tristes comentarios de aquellas personas, comentarios que me impulsan a beber más.

No quiero seguir viviendo, no... Ya no más.
Dos botellas de whisky en una hora, más de siete pastillas para dormir, solo espero acabar con el dolor de forma permanente.

Todo da vueltas, es... Es ¡gracioso!
Max Verstappen da vueltas en mi cabeza y yo no puedo evitarlo.

Veo la luz, voy hacia la luz. No, no, no, no. La luz ya desapareció, no hay luz. "¡Despertó, Doctor!" Exclama una horrible voz.

Confundida, miro a mi alrededor. Paredes blancas, máquinas, tubos, medicamentos, no quiero.
Tengo mucha sed. El doctor me extiende un vaso de agua y me lo tomo enseguida.

Me examinan entre doctores y enfermeras. No logré mi cometido, intuyo. Estoy cansada y me duele todo el cuerpo. Una enfermera se queda conmigo cuidándome, hablamos un poco de nuestra vida.
La revelación que hizo me dejó atónita.¿Debo cuidar a mi bebé? Eso dijo ella, debo cuidar a mi bebé.
Voy a tener un hijo, un dulce y tierno pequeño.
"Tiene riesgo de no sobrevivir, tomaste mucho." No quiero que mi hijo se muera, no quiero, es lo único que me queda de él.

Sintiendo los pitidos de las máquinas, el goteo del suero, el latido de mi corazón y mis pensamientos.
No puedo parar de pensar en mí bebé, un mini Max o una mini yo.

Los días han pasado lentos y tortuosos, los doctores tienen miedo de que si me dan el alta vuelva a tomar, lo que ellos no saben es qué ya no quiero hacerlo, no puedo con mi bebé en camino.

La enfermera me dijo que estaba de cinco semanas, y recuerdo exactamente cuando engendramos a esta criatura.
También, me han preguntado si se pueden contactar con alguien de mi familia, pero... me da vergüenza decirles que no tengo una.
Doy el número de Max, el cual me sé de memoria.
Me dicen que ya pudieron hablar con él, y mis esperanzas regresan rápidamente.
¿Max vendrá por mi? Me tengo que poner linda.
Ordeno a las enfermeras a que me traigan ropa nueva, y estás obedecen.

Espero en mi habitación del hospital a que la puerta se abra y entre aquel rubio preocupado por mí.
Los doctores y enfermeras entran y salen, pero él no.
Decidí darle un poco más de tiempo, otras tres horas que pasaron lentamente. Él nunca llego.
Decidieron darme de alta, claramente con indicaciones de que fuera prácticamente todos los días al hospital para ver cómo avanzaba mi estado de salud, además, de que me enviaron con una psicóloga.

Vuelvo a casa, donde, sinceramente ya no es agradable estar. A pesar de sentirme cansada, empiezo a ordenar el apartamento, no quiero que mi hijo viva en un lugar desordenado, aunque así estoy yo.
Dejo el espacio totalmente deslumbrante, me deshago de las botellas de alcohol y, aunque por un momento me dio una sed horrible, lo controle.

Miro mi teléfono y, como últimamente, no tengo ninguna notificación excepto los números que me escriben deseándome lo peor, decido no darle importancia a estos.
Tengo demasiada hambre, pero en la cocina no hay nada más que vacío. Pido algo por internet, aunque me quede sin dinero.

Mientras espero que llegue mi comida, decido buscar trabajos para poder sobrevivir con la criatura de ahora en adelante, pues no tengo recursos, Max lo tenía todo. Encuentro un anuncio de trabajo en un super mercado, y, desesperada inmediatamente contacto con este.

Le comento mi situación a quien sea que este detrás de la otra línea, y, aunque al principio se escucha conmovido, me rechaza.
Intento con otro lugar, pasa lo mismo. Otro, otro y otro. Perdiendo las esperanzas, intento con el último, en una librería, buscan quien ordene los estantes.

Llamo, tomo la decisión de ocultarle mi estado de gestación, e inmediatamente me dice qué vaya mañana al lugar de trabajo, y allí verán si soy opta o no para el desempeño.

Con emoción, me presento a la "entrevista" de trabajo, en la cual, felizmente soy aceptada. Es una librería casi tan grande como una biblioteca, tengo mucho trabajo por hacer. Me presento con la vendedora y está no logra simpatizar conmigo, le resto importancia y me pongo a hacer mi trabajo de una vez.
Ordeno, ordeno y ordeno miles de libros, aunque es entretenido, llega un punto que es cansado, y más en mi estado.

Escucho a una voz preguntar por un libro en específico, y cuando volteo veo que es un hombre que me está hablando a mí. Este me pide un libro de medicina, específicamente, obstetricia. Lo guío hacia la sección de medicina en silencio y allí rebuscamos entre los libros, lo encuentro y miro el libro con curiosidad, luego de un buen rato observándolo, se lo entrego al chico con pena y vuelvo a mí trabajo. Este se despide, pero yo solo puedo agachar mi cabeza al sentir vergüenza.

Luego de aquel encuentro, el jefe dice que ya me puedo ir a mí casa, además de eso, halago mi trabajo y me pago mi primer día, cosa que agradecí, pues no había comido mucho más que un paquete de galletas en todo lo que llevaba del día.

Parte dos ⤵️⤵️⤵️



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