La Gran Loba Tália, Parte 2

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Las orejas de Tália se irguieron cuando mencioné la ciudad.

— ¡Allí vivo yo! —exclamó con alegría, señalando con énfasis a Steinheim en el mapa.

¡Mejor imposible! Esto me vendría bien más tarde. Podría pedirle a Tália que me mostrara un buen lugar para dormir... Aunque sería mucho pedir que me dejara quedarme en su casa...

— ¡Perfecto! Nos queda bien a ambos. Solo nos queda sentarnos y esperar... —suspiré, riéndome para mis adentros—. No tenemos nada más que hacer, salvo relamernos nuestras heridas como perros viejos —comenté, mirándola.

— ¿Se supone que era una broma porque soy mitad lupina? Porque, si no es así, no lo entendí —afirmó, interrogándome con la mirada. Sus cachetes inflamados la hacían ver como si estuviera haciendo pucheros...

— ¡Era una broma! —volví a suspirar, comprendiendo por las malas que mi sentido del humor, no era compartido—. Da igual, déjalo pasar. Ve a sentarte, aún nos queda un rato...

Me acerqué a mi asiento, y ella se volvió hacia las frazadas para sentarse, aunque esta vez se acomodó más cerca de la caldera. Por mi parte, aún recordando el sueño, miré por la ventanilla de la cabina, temeroso de lo que pudiera ver. Cerré los ojos, sintiendo mi corazón latir fuerte una vez más y tras unos segundos, los abrí de nuevo.

Para mi suerte y paz mental, lo que vi fue una infinidad de árboles que se extendían a lo largo de las vías. El oscuro color verde de las hojas de los pinos y el constante marrón de los troncos confluían en un inmenso mar de árboles de todas las formas y tamaños. Si me esforzaba, podía incluso oler el bosque a través de la ventanilla.

Por lo pronto, estábamos a escasos kilómetros de Steinheim. Más allá de eso, no hubo mucho más, salvo ver los arboles pasar y la ocasional montaña a la distancia. Solo el constante ruido de las ruedas y el suave viento pegando en las ventanillas de la cabina...

Pasado un tiempo, logré divisar la ciudad y, con ella a la vista, me comuniqué por radio con el oficial del patio de trenes para informar de nuestra llegada. Tras la llamada, comencé a reducir la velocidad de Edelweiss a medida que nos acercábamos.

Al salir del frondoso bosque, la ciudad se alzó a nuestra derecha. A lo lejos, las chimeneas humeaban y las luces de las casas pintaban una vista espléndida. El distrito de las forjas bullía con actividad; herreros y artesanos trabajaban sin descanso, creando productos con los lingotes recién forjados. Las calles estaban llenas de vida, con personas de un lado a otro, niños jugando en los callejones, y la avenida principal desbordaba de gente y comercios.

La arquitectura era peculiar. Las construcciones, mayormente de piedra extraída de las montañas cercanas, no alcanzaban grandes alturas, pero lo compensaban siendo anchas. Algunas se adentraban sorprendentemente en las montañas, lo que me pareció fascinante. Sin embargo, la mayoría ocupaba la llanura frente a las montañas, en lo que llamaban "El Corazón de la Ciudad".

Dos estructuras destacaban en la distancia: lo que parecía ser el Gremio Comercial con su estructura más ornamentada, cerca de la estación y el patio de trenes, y el Ayuntamiento, en el centro. Este último estaba rodeado por el mercado y los gremios, formando una especie de rotonda, de la cual nacían cuatro calles principales que desembocaban en un mar de callejones más pequeños.

Un lugar muy cálido, diría yo. Si piensas en un pueblo o ciudad de la Federación tan al norte, no se te ocurriría un lugar tan animado y lleno de vida, menos en pleno invierno, especialmente en las Regiones del Norte, donde el invierno azota con fuerza.

La población parecía casi no se darse cuenta de que fuera de la ciudad había un invierno permanente. De todos los lugares de las Regiones del Norte que he visitado, este ha sido, con diferencia, el más vivo, a excepción de Eichernberg, más al sur y unas pocas ciudades más. En contraste con una ciudad del Imperio, podría compararla con "Yggdrasil", mi ciudad natal. Salvo por la falta de montañas y los exuberantes bosques que la rodean, Yggdrasil tiene el mismo "espíritu" lleno de movimiento y vida que Steinheim.

La Loba y El MaquinistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora