Era igual a mis recuerdos, una bestia cuadrúpeda blanca, tan grande como para casi no caber por el inmenso agujero de la pared derruida. Su cuerpo estaba protegido por inmensos mechones de pelaje blanco que le protegían de las mortales y casi inhóspitas condiciones de las de las Regiones del Norte.
Su gran mandíbula, llena de afilados dientes ennegrecidos por la sangre seca, era capaz de partir a una persona de casi cualquier raza por la mitad con la fuerza de su mandíbula, desgarrando carne, piel y hueso en el proceso con la ayuda de sus grandes, y prominentes colmillos de los cuales lleva su característico nombre, "Gran Colmillo".
Una de las bestias que nos había estado persiguiendo desde que salimos de Steinheim... La misma bestia que una vez me alejó de mi abuelo estaba a un centenar de metros, destrozando y aniquilando con sus afiladas garras a todo aquel que osara ponerse en su camino. Nadie que se pusiera enfrente de ella se salvaba, apenas las leyendas contaban escasos relatos de unos pocos que lograron sobrevivir a ella, pero ninguno salió ileso, a todos les quitaba algo, un brazo, una pierna, ambas o incluso su sanidad mental. A mí me quitó lo que más quería en este mundo, mi abuelo...
Aquel viejo malhumorado y desagradecido con el mundo luchó por la vida de un joven huérfano sin nada, luchó aun cuando sus ambas piernas fueron cercenadas de su cuerpo por las garras de esa bestia, aun cuando su sangre salía a borbotones y su cuerpo no era más que una masa de carne y huesos malhumorada, le gritó para que lo siguiera atacando en post de salvar al huérfano, a pesar de sus heridas siguió levantando aquella pistola de sus viejas glorias frente a la muerte blanca. No dudó ni un segundo en seguir disparando hasta que la hizo huir hacia la espesura de los bosques.
— No pienso desperdiciar tu último esfuerzo, viejo... — Afirmé, apoyando mi mejilla sobre la culata del rifle y dirigiendo mi mirada hacia la cruz de hierro sobre el cañón del arma
A través de la mira pude ver con total claridad como el Gran Colmillo arrasaba con todos lo que se ponían por delante de él, sus garras y mordidas acababan con todos en segundos, regueros de sangre quedaban a su paso mientras se acercaba lentamente hacia nosotros.
"¡¡¡Pafff!!!-¡¡¡Pafff!!!-¡¡¡Pafff!!!-¡¡¡Pafff!!!" Los disparos resonaban a lo largo de todos los andenes mientras los cada vez menos supervivientes de los ataques se iban retirando hacia el edificio principal de la estación.
Soldados u operarios, todos agarraban y disparaban con lo que pudieran. Los que morían dejaban sus armas para que el siguiente siguiera disparando, era como una cadena, un soldado era derribado o moría y casi al instante venían dos personas más, uno retiraba al caído y el otro agarraba el arma para seguir disparando.
"¡¡¡Pafff!!!-¡¡¡Pafff!!!-¡¡¡Pafff!!!" Los disparos cada vez eran menos y en cambio más los gritos de auxilio o sufrimiento.
Todos corrían allí donde pudieran cargando a los heridos, escapando del alcance del Gran Colmillo, mientras tanto yo observaba la masacre, horrorizado por el poder de aquella bestia blanca y como, poco a poco se iba acercando a nosotros.
El panorama fue tan horrible que tuve que voltear la vista para no presenciar la carnicería que se estaba llevando fuera.
Cuando volteé, Tália estaba recostada contra la pared con los ojos cerrados agarrando las palancas, parecía que no quería concentrarse en ver por la ventanilla, solamente quería salir de allí, en un momento, tomó airé como si se preparara para salir corriendo y segundos después... "¡¡¡Clack...Clack!!!" Jaló con fuerza de la palanca de frenos y abrió los ojos para ver la presión de las válvulas.
"¡¡¡Puuufffffffffff..." El vapor escapó desde las ruedas motrices y pistones sin moverlos.
— ¡Casi lo tenía... Demonios! — Maldijo, chasqueando su lengua — ¡Una vez más! — Exclamó, agarrando la palanca nuevamente y cerró los ojos.
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La Loba y El Maquinista
RomanceUn huérfano sin nombre, perdido y atormentado por su pasado. Sus únicas posesiones, un tren, una pistola y... aquel maldito nombre... aquel que le dio su salvador cuando era niño y una maldición que le corrompe la mente a diario... Perdido y sin rum...