Epilogo: Dos Años de Soledad

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(Tália, 1923 D.G.R)


Dos años hace que me separé de Bullet en aquella vía montañosa y aún sigo recordando su adorable cara aguantando las ganas de llorar.

No hubo día que no recordara lo que hizo con tal de que yo saliera impune de cualquier ofensa hacia la Federación. Aunque no terminé de entender cuál fue su motivo para dejar ir a la Gran Colmillo con sus crías, cuando él entró en la cabina y me pidió que parará a Edelweiss, fue como si un Bullet nuevo hubiera nacido, la convicción en su cara y el cómo se comportó frente a la Gran Colmillo me asombró muchísimo. Ninguno de los dos se atacó y fue como si se entendieran mutuamente...

Incluso cuando me asusté al verla, Bullet solo se acercó a ella y me mostró que no me iba atacar tampoco ¡Y cuando extendí mi mano la Gran Colmillo me la acarició con su nariz... fue asombroso y mágico...!

Pero más asombroso fue ver a dos individuos que, hasta hace unos minutos, se habían estado disparando y embistiendo cegados por el odio mutuo, ahora compartían un mismo propósito, liberar a las crías... Incluso se esmeró en abrir aquel vagón acorazado con ayuda de la Colmillo, sin duda algo era diferente...

La primera vez que lo vi en la estación de paso, apenas le presté atención y no pude notar la expresión de su cara, pero luego, cuando él me subió a la cabina de Edelweiss y se durmió a mi lado, pude intuir con solo ver como se retorcía mientras soñaba, las penurias que debió haber vivido. Quitando la herida en su ojo por haberme defendido, lucía extremadamente cansado y demacrado, tenía unas ojeras negras como el carbón y su mirada, a pesar de lo que me intentaba mostrar sonriendo, se veía sin vida. Como si fuese un muerto viviente buscando algo que le diera la paz por fin...

Pero conforme aquel día pasó y él me curó el pie con tanta dedicación a pesar de no tener mucho que ofrecerme, y yo le devolví el favor, pude ver algunos atisbos de vida volviendo a él, pero que se perdían casi al instante. Y si lo comparó a la mirada que tenía cuando me dio su pistola como sello de nuestro compromiso, diría con toda certeza que ya no estaba muerto por dentro, él quería vivir, luchar por algo más que morir salvando a otro. Ya no necesitaba reunirse con su familia en el más allá, parecía incluso como si él se hubiera formado una nueva resolución a lo largo de nuestro viaje.

Me gustaría creer que fue gracias a que me conoció, pero sería muy egoísta de mi parte decirlo. Creó más bien que él necesitaba sentir el amor de una persona nuevamente, él me lo dijo, todo aquel al que conoció durante la guerra murió y el culminé fue su abuelo... Cuando murió a manos de su misericordia, él se quebró completamente y vagó por años dentro de la cabina de Edelweiss, sumiéndose en la soledad, haciéndose creer que no podía salvar a nadie y que solo muriendo por otra persona lograría redimirse...

A pesar que me enamoré de él conforme más me cuidaba y me trataba bien, siempre sentí que realmente yo no era más que un chivo expiatorio para él, alguien por quien valía la pena morir. Pero a pesar de eso, lo probé en cada ocasión y nunca dejaba de mostrarme algún tipo de afecto.

Nos usábamos el uno al otro, él para expiarse y yo para sentirme amada, y aun así ambos nos enamoramos, yo con sus acciones y él por el cariño que le daba... Aunque creo que también tuvo que ver mi físico y aunque me sonrojé si lo pienso ¡Por fin a alguien le gustan mis rasgos lupinos...!

Gracias a él sé que hasta los mestizos podemos ser amados, a pesar de que cuando salgo por la calle tengo que seguir ocultando muchas veces mis rasgos para no ser molestada, sé que si estoy con él puedo vestirme como quiera y no le va a incomodar para nada. Es más, estoy segura que le gusto más así...

La Loba y El MaquinistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora