Preparaciones de un Viaje, Parte 3

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En cuanto cerré la puerta de la recepción, mi estómago rugió... Si yo tenía hambre, ella también seguramente, así que me dirigí sin perder el tiempo a la cocina por algo de comida. Bajé las escaleras de la cocina a oscuras y me puse a buscar torpemente dentro de las despensas algo de pan y carne seca. Por suerte había lámparas de aceite en el techo que no me costó prender para ver.

Mientras buscaba no considere oportuno cocinar algo ya que mañana nos íbamos temprano. Aunque si tengo en cuenta a Tália, ella se puede comer una cantidad de comida ingente por sí sola, así que no tendría que preocuparme que se pusiera fea la comida luego de mañana... Al final termine agarrando varios panes, carne seca y un gran pedazo de jamón curado para Tália. Dejé todo en un bol enorme de madera y cerré las puertas de las varías despensas que había abierto, también agarré una botella de hidromiel y dos jarras que había sobre una encimera y las puse en el bol.

Una vez consideré que tenía todo, apagué las lámparas y bol en mano salí de la cocina. Cuando por fin llegué a mi habitación, sorpresivamente encontré a Tália recostada, roncando sobre mi cama.

La luz natural que entraba por la ventana, era casi inexistente ya, y la oscuridad se cernía cada vez más fuera de ella. La niebla se había ido y la noche había tomado su lugar.

— Y pensar que te dormiste yendo al Gremio... — Susurré, mirándola desde la puerta. 

Procurando no despertarla, dejé el bol con las cosas en la mesita de luz, al lado de mi pistola. Con Tália durmiendo poco o nada podría hacer, así que luego de pensarlo un poco, me acerqué con cuidado a la ventana, sentándome  en el banquito a disfrutar del show de luces del distrito de bares. 

Desde la ventana podía ver todo tipo de luces de colores, azules, rojas, amarillas, incluso rosadas. El barrio rebosaba en vida allí donde mirara, la gente se divertía bebiendo y saliendo con sus amigos, incluso las camareras salían de los bares con lujosos y reveladores vestidos para atraer clientes, se acercaban ofreciendo panfletos con ofertas en sus "servicios" y luego invitaban a entrar a todo aquel que se encontraban.

Un ambiente demasiado agotador para alguien como yo que acostumbra a viajar solo. A duras penas acostumbro a oír mi voz y los constantes ruidos de Edelweiss cuando viajo. Pensar en solo bajar ahí y rodearme de todo ese caos me da bastante miedo, siquiera pensar en que una de esas camareras me jalara para uno de sus locales me generaba bastante ansiedad también.

— Asumo que no es para todos ¿No es así abuelo...? — Dije haciendo una mueca — Y pensar que eras capaz de meterte en cualquiera de esos bares o burdeles y salir con información nueva...

Esa no es habilidad para todos por suerte y desgracia...

Ver este barrio me resultaba muy nostálgico. Como le dije a Tália, pasé mucho tiempo esperando a mi abuelo fuera de esos lugares, pero a pesar de eso, nunca me atreví a entrar a fondo en uno, pensar las locuras que pueden suceder ahí adentro no es algo que me interese y menos lo intentaría ahora que voy a viajar con ella, no quiero hacerla esperar fuera de ellos como lo hacía mi abuelo conmigo...

Y pensar que tenía tantos recuerdos de él y aún así no podía acordarme de la mitad de ellos... Ese sueño está teniendo algún efecto al parecer...

— Fueron tantos años contigo... Pasamos tantas cosas juntos... Y solo hizo falta una bala y unos pocos años para obligarme a olvidar... — Lamenté mientras miraba de reojo mi pistola al lado de la cama — ¿Por qué...? ¿Por qué tuve que ser yo quien lo hiciera...?

Esa pistola... Tú pistola... Nos protegió por tantos años y de ella salió la bala que me dejó solo. Pero por más daño que me haya hecho, la sigo llevando, un recordatorio constante de ese día en el que no pude proteger a nadie y que tuve que ser yo el protegido...

La vida no fue buena conmigo...Tantas cosas se fueron... tantos se perdieron y yo sigo aquí, observando desde una ventana en la lejanía, la felicidad de otros...

— Daría lo que fuera por volver a esperarte afuera de uno de esos lugares —  Con pesadez, volví mi mirada hacia uno de los callejones al costado de un burdel — Quisiera volver a verte salir por una de esas puertas...

Lamentablemente, lo hecho, hecho está. Por más que quiera, es imposible viajar al pasado y cambiar las cosas. Pero ¿Qué haría si fuera posible...?

— ¿Decirte que no lleváramos esos vagones...? ¿Me hubieras hecho caso siquiera ahora que lo sé...?

A lo lejos, más allá de las coloridas luces de los bares y burdeles, donde solo la oscuridad llega en mitad de la noche, están las vías que atraviesan las montañas, el lugar en el que suelo estar desde qué murió el "viejo". Paso día y noche llevando cargas de un lado al otro, con tal de no estar por mucho tiempo en una ciudad.

Estas solo me traen recuerdos de mi vida antes de la guerra. Se me hace un nudo en el corazón cada vez que recuerdo a mis padres o los momentos que pasé con mi abuelo. Los envíos son la única cosa que me han mantenido adelante luego de todo. Pero a pesar de eso, el de mañana me da muy mala espina...

Nunca leí los detalles del ultimo envío con mi abuelo, pero los vagones de mañana son casi los mismos vagones que aquella vez... Y me vine a acordar ahora, una vez que ya acepté llevarlos. Incluso esos viejos en la estación de paso mencionaron algo sobre esos vagones... No soy el único que los lleva...

— Espero que no sea así... Pero sí por algún motivo lo llegara a ser... Sí por algún motivo volviera a suceder... — Me volteé hacia Tália — Te protegeré con mi vida si es necesario, no mereces morir por mi culpa... No perderé a nadie más...

Inconsciente de mis palabras, Tália seguía durmiendo acurrucada entre las frazadas de mi cama. Verla era un placer, aliviaba con creces la ansiedad de mi interior y me permitía pensar en algo más que no fuera mi pasado.

Quiero cuidarla, siento la necesidad de... Además, ya lo pensé antes, quizás con ella pueda redimirme... salvar a alguien...

— Solo disfruta de este viaje, yo me encargaré del resto... — Murmuré, viéndola darse la vuelta sobre el colchón.

Con una vaga sonrisa y la reconfortante sensación de calma que me genera estar cerca de ella, di un último vistazo a las luces tras la ventana y me recosté en el piso al lado de la cama. Estaba muy frio he incómodo, pero no se asemejaba al frio de dormir solo en la cabina de Edelweiss. Tener a Tália cerca me reconfortaba, saber que ella estaba cómoda acostada en la cama era suficiente para poder dormirme en paz...

La Loba y El MaquinistaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora