Conforme lo que para mí eran minutos, pasaban, se me hacía más difícil siquiera no lagrimear. Me ardía completamente al mano, peor que cuando me hicieron la cicatriz en el ojo esos lupinos, el mínimo rocé por el viento frio me hacía sentir un dolor casi inaguantable. Como podía me apretaba la herida para saturar mis nervios de dolor y así no sentirlo más, pero me era imposible, a la mínima que soltara mi mano, la sangre saldría a borbotones y el dolor regresaría.
Mientras que, en mi otro brazo, con el cual sostuve el rifle, me dolía sin siquiera moverlo. El culatazo me había dislocado por lo menos algo, ardía el solo tenerlo estirado y si lo movía, más todavía, tenía ambas extremidades inmovilizadas por el momento.
— Viejo... ¡Aghhh! — Apreté mis dientes con fuerza — Aún no estoy muerto... Estoy cumpliendo la promesa que les hice... — Resoplé — Sé que esa cosa no está muerta, volverá... Solo te pido que la retrases unos minutos... ¡Aghhh...! Luego de eso sigo, te lo prometo...
De un momento a otro Tália entró dándole un fuerte golpe a la puerta mientras sostenía una gran caja roja, caja que puso frente a mí.
— ¡¿Cómo te ayudo?! — Abrió la caja con apuro, tirando la tapa hacia un lado y comenzando a sacar cosas — ¡¿Qué hago!? — Me gritó angustiada.
— No es tan malo como parece — La tranquilicé con una especie de dolida sonrisa — Fue peor cuando me lastimaron el ojo, me acuerdo que no te pusiste tan mal y eso que no teníamos botiquín ¡Jajaja!
— ¡No te rías, va a ser peor para ti! — Me regaño llorosa y con las orejas caídas.
— Te voy a mostrar lo bien que estoy... Mira...
En una muestra de valentía y coraje me llevé la mano con el vidrio aún incrustado y lo agarré con la boca.
— ¡Afi se safa un vivio! — Grité y luego lo jalé con fuerza — ¡Aghhh...! ¡Uf! ¡Aghhh...! ¡Aghhh...! ¡Uf! ¡Aghhh...! ¡Uf...!
El dolor era indescriptible y la adrenalina ya había pasado, así que sentí como el vidrió se deslizaba entre la herida, pero haría lo que fuera para que Tália no se preocupara, además no me gusta verla mal, un poco de dolor por ver una sonrisa en su cara no es tan malo...
Tiré del pedazo de vidrio con todas mis fuerzas mientras Tália me veía con escepticismo y preocupación, intentando pararme para hacerlo ella misma. Pero fue muy tarde, cuando ella me extendió las manos para ayudarme, yo ya me había sacado el vidrio de la mano y lo sostenía con mis dientes llenos de sangre.
- ¡Tduhhh! — Escupí el enrojecido vidrio hacia un lado, lejos de nosotros.
Este cayó cerca de la puerta, la vista era grotesca, pero la sensación de libertad en mi mano valía la pena, y la cara en shock de Tália era todo un espectáculo.
— ¡¿Tú...acabas de...?! — Miró estupefacta el vidrio en el piso.
— No hay un hospital cerca y tú no sabes sacarlos, hazme caso, así estoy mejor. Ahora ayúdame a vendarme por favor, ahí sí que necesito tu ayuda...
— ¡¿Eh?! — Se sobresaltó — Pero yo nunca...
— ¡Ya lo hiciste una vez con mi ojo! — Le señalé la caja donde saqué aquella vez las hierbas — Tália, esa cosa va a volver y necesito que estés en los controles, no podemos cambiar roles ahora. — La miré con seriedad — Así que, si quieres que ambos lleguemos a Ymir, ayúdame a vendarme.
No quería imponerle nada a Tália, pero ahora no era el momento para ponerse sentimentales... Si queríamos llegar, Tália debía estar en los controles y yo disparando.
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La Loba y El Maquinista
RomanceUn huérfano sin nombre, perdido y atormentado por su pasado. Sus únicas posesiones, un tren, una pistola y... aquel maldito nombre... aquel que le dio su salvador cuando era niño y una maldición que le corrompe la mente a diario... Perdido y sin rum...