Las fuertes oleadas de calor que emanaban de la caldera cada vez que Tália abría la puerta me ayudaron a calentar mi cuerpo bajo las mantas, permitiéndome comenzar a soñar...
"Planck-Planck-Planck..." De repente, cuando sentí que había conciliado el sueño, oí el ligero ruido de unas pisadas sobre el piso metálico de la cabina.
"Planck-Planck-Planck..." Debía ser Tália caminando... Aun estando entre el mundo real y el del sueño, intenté vagamente pedirle que no se moviera tanto.
— Tália... por favor... deja de hacer...ruido... dormir...debo dormir...
"Planck...Planck..." Las pisadas se detuvieron, parecía que Tália lo había entendido. A pesar de eso, sentía como si me estuviera mirando fijamente, aunque tenía los ojos cerrados y los sentidos atontados, tenía esa sensación en el cuerpo "me están mirando".
Y así estuve por varios minutos, resistiendo la necesidad de abrir mis ojos, esperando que esa sensación se fuera, pero no lo hizo, siguió, siguió desesperándome, provocándome aquella extraña sensación de opresión en mi pecho... No podía ser Tália, ella hubiera entendido lo que le pedí. Aunque también podría ser una mala pasada de mi mente, durante esta semana han sido varias las veces que me ha parecido ver u oír a alguien, ya sea cerca o a la distancia...
"Planck..." Quien fuera que me estuviera observando, dio un paso más, acercándose más a mi cara, haciéndome sudar frio mientras más me forzaba a mantener cerrados mis ojos.
Cuando aquella opresiva sensación se movió más allá de mi mente, opté por lo imposible. Tanteando disimuladamente mi pistola por debajo de las cálidas frazadas, la agarré con firmeza y cuando percibí la respiración de la persona casi en mí cara, tiré de las frazadas con fuerza con una mano mientras me levantaba de golpe, abriendo mis ojos para apuntar con la pistola.
"Click" El martillo de la pistola sonó y las frazadas volaron, impulsadas lejos por mi miedo a través de la cabina, tapando mi visión y enmascarando seguramente la presencia de aquel extraño individuo... Cuando las frazadas cayeron, extendiéndose por en el piso lleno de polvo y carbón, lo vi...
Estaba solo... No había nadie... la cabina estaba vacía y oscura, la puerta de la caldera estaba cerrada y por las ventanillas no entraba más que oscuridad, Tália no estaba por ningún lado... Era como si todo salvo yo hubieran desaparecido, dejándome con una tétrica sensación de vació y soledad.
La sensación de estar solo en la cabina me era distante pero familiar al mismo tiempo. Me había acostumbrado a tener a Tália constantemente haciéndome compañía en la cabina, que ahora que no estaba ella sentía que algo faltaba.
— ¡Tália...! — Grité, apuntando para todos lados — ¡¿Dónde estás, Tália!?
No hubo nada salvo el métrico ruido de las ruedas de Edelweiss. Parecía que realmente estaba solo.
Ante la falta de respuesta, tuve el impulso de comenzar a buscarla, pero por algún motivo me resistí con la vaga sensación de recuerdo que me daba esta situación. Esto me recordaba a aquel sueño que tuve luego de subir a Tália a la cabina por primera vez, luego de su pelea unidireccional con aquello lupinos de la estación. Luego de que me acosté a su lado, soñé algo similar, la noche se había cernido y la cabina estaba vacía, al igual que ese momento, estaba en un sueño nuevamente...
Aún con la confusión del momento, me acerqué a una de las ventanillas, si todo era igual, al mirar por una de ellas no vería más que la helada oscuridad de la noche... y vería aquellas sombras...
Apuntando con el cañón del arma al frente, me coloqué frente a una de las ventanillas y miré a través de la mirilla de hierro el oscuro exterior.
Negro... Todo estaba negro, apenas la luz del foco frontal de Edelweiss dejaba ver algo. Como recordaba de aquel sueño, la noche había caído y bañaba con oscuridad todo aquello que no fuera el perímetro de Edelweiss, no veía árboles, rocas o montañas, nada salvo las ilusiones de mi mente al ver la profunda oscuridad con la mente cansada.
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La Loba y El Maquinista
RomanceUn huérfano sin nombre, perdido y atormentado por su pasado. Sus únicas posesiones, un tren, una pistola y... aquel maldito nombre... aquel que le dio su salvador cuando era niño y una maldición que le corrompe la mente a diario... Perdido y sin rum...