Afuera solo me esperaba el frio abrasador y un viento capaz de tirar a alguien si no se tenía cuidado... Y una bestia capaz de sobrevivir a esas condiciones...
— Realmente me tendré que enfrentar solo a esa cosa... — Me mentalicé al recordar todas las cosas que había visto hacer al Gran Colmillo desde la primera vez que lo vi.
Tembloroso ante lo que me iba a tener que enfrentar, intenté agarrar el rifle con ambas manos y luego de mentalizarme por unos instantes, salí corriendo de la cabina en dirección al vagón destrozado...
El túnel de la carbonera estaba oscuro y helado, casi rozando el punto de tener el piso congelado, sin detenerme casi a pensar la situación a mis pies, apreté mi paso y corrí agarrándome de las paredes agrietadas de la carbonera mientras veía como la luz amarillenta de la cabina iba desapareciendo a medida que avanzaba, y la propia luz blanca del exterior me esperaba al final de la carbonera.
Una vez salí de la carbonera me hallé en la unión entre ella y el vagón dormitorio. La luz del exterior me cegó por unos instantes y las corrientes de viento dentro del túnel de la carbonera fueron tan fuertes que solo bastó una simple brisa para casi hacerme perder el equilibrio. El ruido era ensordecedor, el viento golpeaba por todas las direcciones mientras que las ruedas y amortiguadores de todo el convoy repiqueteaban y chillaban ante los bruscos cambios en la dirección del viento, o cuando Tália ponía los frenos desde la cabina.
Todo el cumulo de sensaciones repentinas me dejaron desorientado por unos segundos hasta que mi cerebro logró procesar todo lo que estaba sucediendo a mi alrededor.
El clima hacía todo lo posible para hacerme retroceder, pero no me dejé doblegar, sabía que tenía que acabar con el Colmillo antes de que llegara a la cabina donde estaba Tália.
— ¡Va hacer falta más para que me obligues a retroceder maldita bestia! — Grité, intentando agarrarme del siguiente vagón.
Como pude me logré agarrar de una de las heladas barandillas exteriores del vagón dormitorio y sostenerme mientras deslizaba con dificultad la puerta hacia un lado. En cuanto la deslicé y vi un espacio mínimo pero suficiente, me metí dentro del vagón mientras que le nieve y el viento me empujaban para que entrara. Por suerte y gracias al viento en mi espalda, lo hice sin problemas, solo atascándose la culata del rifle afuera por unos instantes antes de terminar de entrar luego de un ligero forcejeó por mi parte...
El vagón dormitorio a comparación de la carbonera o el exterior, estaba sumamente cálido gracias a la estufa prendida el fondo, cerca de las literas. Pero para mí falta de sorpresa el interior de estaba hecho un desastre, había ropa tirada por todos lados, las latas y la comida estaban desperdigadas por el piso y los cajones, y alacenas todas abiertas, luego de la confusión inicial, no me costó mucho descifrar quien había hecho esto.
— ¡Fuiiiiuuuuuu! — Silbé al ver la escena — Sí que hiciste un caos cuando no estaba, Tália... Aunque si lo comparó con tú habitación en la posada, creo que el vagón se ve mejor...— Comenté irónicamente mientras atravesaba el caótico vagón, esquivando latas y botellas en mí camino.
Ahora sí, sin perder mucho tiempo, alcancé la puerta que daba hacia los demás vagones y la deslicé como hice con la anterior, saliendo a aquel clima mortalmente frio y caótico. Debido al caos del momento no recordaba con certeza en cual vagón se había subido el Gran Colmillo antes de perderlo de vista, pero claramente no fue el siguiente al vagón dormitorio, dado que este seguía impoluto salvo por la nieve acumulada en los rincones.
Una vez adentro a resguardo del viento y la nieve, entre las varías cajas de munición del ejército, preparé el rifle para combatir. No sabía si cuando abriera la puerta vería de cara al Gran Colmillo, o si sería en el siguiente vagón. Quería estar preparado por si ocurría lo peor, incluso si me emboscaba desde arriba.
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La Loba y El Maquinista
RomanceUn huérfano sin nombre, perdido y atormentado por su pasado. Sus únicas posesiones, un tren, una pistola y... aquel maldito nombre... aquel que le dio su salvador cuando era niño y una maldición que le corrompe la mente a diario... Perdido y sin rum...