Volví a perderlo todo...
— Perdí a mi abuelo... — Dije sin vacilar — Ese día volví a perderlo todo... Recuerdo que llevábamos más o menos la misma carga que ahora, incluso la ruta era casi igual y también nos atacaron los Gran Colmillos. Fue todo muy rápido, en un momento estábamos en medio de las montañas y para el siguiente estábamos luchando por sobrevivir, al igual que lo hicieron esas personas en la estación.
— ... — Tália comenzó a temblar ligeramente cuando nombré a las personas de la estación.
— Mi abuelo luchó incansablemente a pesar de su gran edad, esquivaba cada uno de los zarpazos, vinieran por donde vinieran, era mágico verlo, y nunca dejó de dispárales... — Tomé una profunda bocanada de airé y seguí — Pero todo se acaba, en un momento, uno de los Gran Colmillos se dirigió hacia mí, listo para morderme. Mi abuelo no lo iba a permitir por ningún medio, así que disparó y gritó, tenías que verlo — Sonreí, mirando hacia la nada — Le dio igual el tamaño de esas bestias, corrió sobre la densa nieve como si fuera nada y logró empujarme lejos de los grandes dientes del Gran Colmillo... Mientras "volaba", pude ver como aquella gran mandíbula logro morderlo, lo agarró del torso y hundió sus dientes en él...
Aún tenía el claro recuerdo de lo que sucedió en la estación. Presenciar eso, era todo lo que necesitaba para recordarme con exactitud como fue que terminó todo.
— La sangre voló y mis gritos se oyeron por todas las montañas, pero ni aun así dejó de luchar. Miró a los ojos al "Colmillo" y siguió disparando mientras los insultaba por intentar atacarme. Los estruendos de los disparos no fueron nada a comparación de mis gritos... Al final, esa bestia le dio vueltas como un muñeco de trapo hasta que se cansó. Una vez lo soltó, corrí en su búsqueda mientras los Gran Colmillos tiraban abajo los vagones acorazados que llevábamos. No les presté atención siquiera, solo me importaba mi abuelo.
La impotencia que sentí en ese momento al ver a mi abuelo lleno de sangre recostado contra un árbol, fue casi indescriptible, no podía hacer nada, pero él seguía sangrando frente a mi. Pasaron segundos hasta que le nieve de alrededor se fundió con el denso charco de sangre que nos rodeaba.
— Moribundo, levantó aquella degastada pistola con la que me había defendido y me apuntó a mí, no con intención de dispararme sino otra. Él balbuceaba algo... — Murmuré en voz baja — Pero no hicieron falta palabras para entender que era lo que quería... Con temor y aguantando un mar de lágrimas tomé la pistola... Su brazo cayó a plomo luego de eso a la vez que me mostraba una sonrisa manchada de sangre.
- Tú... — Intentó decir Tália.
- Si — Asentí con pesar, sacando mi pistola de debajo de mi axila — Apunté con esta misma pistola a aquel que me protegió, que me enseño todo lo que sé y a quien le debo la vida. Aquel por quien juré salvar a los demás, aunque me costara la vida...
Estaba amaneciendo, el sol poco a poco salía por el horizonte y nos iluminaba a ambos, dos siluetas negras en la montaña, una apoyada a duras penas sobre un árbol y la otra, apuntando con el brazo recto, directo a la cabeza de la otra. A pesar de la situación, sus ojos, aunque apagados, reflejaban la luz del sol, fueron el rayo de esperanza que vi cuando salí de aquella caja de munición y eran su señal para indicarme que todo iba a estar bien a partir de ahora.
— Apenas pude verlo a los ojos... — Tragué saliva — Pero de lo poco que pude, solo recuerdo que brillaban como el fuego de la caldera de Edelweiss — Casi por acto reflejo levanté la pistola y comencé a jalar del gatillo — Entre lágrimas balbuce mi despedida y cerré los ojos. Intuí que él hizo lo mismo...
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La Loba y El Maquinista
RomansaUn huérfano sin nombre, perdido y atormentado por su pasado. Sus únicas posesiones, un tren, una pistola y... aquel maldito nombre... aquel que le dio su salvador cuando era niño y una maldición que le corrompe la mente a diario... Perdido y sin rum...