Para cuando volví a abrir mis ojos, ya me encontraba completamente descansado en cuerpo y alma. De igual forma me quedé allí tirado, disfrutando de la comodidad consciente de la cama, moviéndome y acurrucándome, todo con tal de sentir la suavidad de la cama.
Luego de un rato actuando como un niño chico, me decidí a levantarme. Hoy iba a ser un día ocupado. Tenía que ir al Gremio de Comercio debido al mensaje de la radio y hablar con Lucius.
— ¿Me pregunto cómo estarán ellos? — Pregunté en tanto me vestía y preparaba para salir.
Ya listo, salí y me volteé hacia la habitación de Tália, tocando su puerta para ver sí estaba despierta.
— ¿Tália estás despierta? — Pregunté, golpeando fuertemente su puerta — ¡Voy a ir al Gremio! ¿Quieres venir?
No hubo respuesta.
— Asumo que ya se habrá levantado — Murmuré pensativo, dándome la vuelta hacia las escaleras.
Rápidamente bajé los escalones de piedra y me dirigí hacía la puerta de la recepción para salir. Pero justo cuando pasé cerca de una de las pocas puertas que había en el pasillo, mi estomago rugió. Sentía una fragancia a comida recién hecha emanar desde debajo la puerta. Cuando miré más a detalle la puerta, vi una inscripción en la Lengua del Norte "Comedor".
— Asumo que de aquí viene ese olor — Comenté ilusionado mientras me disponía a pasar la puerta.
Cuando entré me vi inundado más a profundidad por el aroma de la carne recién hecha y un estofado de verduras bien sazonado con especias. De mi poca experiencia en la cocina pude distinguir el ajo seco, el orégano y el curry.
— Quien quiera que esté cocinando, sabe lo que hace — Concluí, observando el comedor en buscaba el origen del olor.
El comedor estaba completamente vacío. Ni un alma estaba allí, pero a pesar de eso todo estaba sumamente limpio y ordenado. Las mesas estaban dispuestas a lo largo de las paredes y las sillas estaban apoyadas dadas vueltas sobre las mismas. En el centro de la habitación había una gran estufa a leña encendida, el fuego crepitaba fuertemente dentro de ella.
Cuando me adentré un poco más, sentí el característico ruido de los cubiertos cortando sobre los platos de cerámica.
— ¡Bullet! ¿Eres tú? — Dijo una atragantada voz tras la gran estufa a leña.
Cuando me acerqué y rodeé la estufa, vi a Tália sentada en una mesa con varios platos de carne y un curioso bol hecho de pan donde había estofado, todo alineado alrededor de ella.
— ¡Tália, no sabía que cocinabas! — Respondí sorprendido
— Ni creas... — Dijo con la boca llena, masticando a la vez que tomaba más comida con los cubiertos — Mi madre es quien cocina. Yo solo sé calentar la comida en los fogones y hasta ahí, se me quema de vez en cuando — Comentó algo desilusionada.
La grasa de la carne caía de su boca y sus aún machucadas mejillas estaban sucias con restos de comida. A pesar de eso, decidí no darle importancia y seguir la conversación.
— Tranquila, estamos en la misma. Tampoco sé cocinar muy bien — Dije con una pequeña sonrisa para animarla.
— Así que no soy la única, me siento menos inútil en ese caso. Por cierto... — Desgarró un pedazo de carne con las manos y lo extendió hacia mí — ¿Quieres?
— Nunca se le dice que no a una comida — Sonreí y agarré el grasiento pedazo de carne, dándole una buena mordida.
El pedazo de carne estaba fibroso, desgarrarlo con los dientes era difícil. Tuve que cinchar varias veces para poder siguiera desgarrar un pedazo. Y pensar que Tália lo hizo solo con sus manos... Al ver que estaba comiendo el pedazo de carne, Tália siguió comiendo...
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La Loba y El Maquinista
RomanceUn huérfano sin nombre, perdido y atormentado por su pasado. Sus únicas posesiones, un tren, una pistola y... aquel maldito nombre... aquel que le dio su salvador cuando era niño y una maldición que le corrompe la mente a diario... Perdido y sin rum...