Finalmente pasamos las puertas y rápidamente el convoy de vagones también dejó el andén de la estación atrás con un fuerte traqueteo. Habíamos vuelto a salir de la protección de la estación, volvíamos a estar solos nosotros dos frente a la amenaza de los Gran Colmillos...
Cuando lo recordé, un escalofrió recorrió mi cuerpo, pero a diferencia de mí, Tália seguía igual de tranquila que siempre, viendo el paisaje blanco que nos volvía a acompañar nuevamente fuera de la ventana.
Quizás debería contarle lo de los Gran Colmillo, arruinaría completamente su ilusión y posiblemente ya no estaría feliz todo el tiempo, pero al menos sabría que hay más peligros ahí fuera de los que cree y podría estar más atenta en caso de emergencia. Aunque también, disimuladamente podría instruirla para que sepa lo básico en caso de que nos ataquen, no solo los "Colmillos" sino también ante cualquier eventualidad.
Tiene iniciativa y lo ha demostrado varías veces antes, mismamente con verme unas pocas veces anotar los valores de la caldera antes de partir, ya parece que casi lo sabe hacer sola, con un par de empujones más en otros ámbitos, podría aprender a manejar a Edelweiss, y en consecuencia salvarse en un apuro, ya sea aquí o en la vida misma. Y si voy un poco más allá podría enseñarle a usar armas, el rifle por ilógico que parezca sería un buen pie para empezar.
Teniendo la amenaza constante de algún ataque de aquí en adelante, sería muy prudente enseñarle esas cosas. Mientras tanto disimuladamente ir "enseñándole" algunas cosas. Pero por lo pronto empezare con cosas sencillas, y el rifle es un buen inicio...
Mientras Tália seguía mirando por la ventanilla, me acerqué a la esquina donde estaba el rifle recostado y lo agarré para abrir el cerrojo, y quitarle las balas de la recamara. Jalé del cerrojo suavemente y este con un sonido mecánico se retajo sin oponer casi resistencia. Cuando las balas estuvieron a la vista en la recamara, las retiré con mis dedos y las comencé a guardar en mi bolsillo de mi chaqueta. Un total de seis balas Kaido 7.8x42mm guardé en mi bolsillo. Luego miré a Tália. Ella estaba de espaldas a mí con los brazos apoyados en la mesita plegable y su cabeza sobre sus manos mientras seguía mirando por la ventanilla.
— ¡Tália! — Le llamé la atención mientras sostenía el rifle en mis manos.
— ¿Sí? Dime — Volteó su cabeza hacia mi solamente.
— ¿Quieres aprender a disparar? — Le mostré el rifle y apunté con él hacia un lado incitándola.
Ella escudriño ambos ojos ante el rifle y me miró con algo de desconfianza.
— ¿Por qué quieres enseñarme a disparar? — Apuntó al rifle y luego a mi — No tengo problema, siempre me gusta aprender cosas nuevas, pero me resulta raro por algún motivo...
Claramente no le iba a decir que era porque llevábamos las crías de una bestia de leyendas como es el Gran Colmillo. Así que tuve que improvisar rápidamente.
— Me pareció verte aburrida de ver hacia afuera y pensé que te interesaría aprender, para matar el aburrimiento más que nada, pero si no quieres no te voy a obligar — Afirmé, a punto de dejar el rifle en su lugar.
Luego de mirarme unos instantes y mirar para afuera, hizo un gesto con la cara, como si le diera igual y me respondió.
— Claro, por qué no — Extendió sus mano en muestra de interés — Dime ¿Qué tengo que hacer?
— No es muy complicado de hecho. Solo toma el rifle y sigue mis instrucciones — Le expliqué, entregándole ahora sí el rifle — ¿Has disparado un arma alguna vez?
— Sí, con mi padre, aunque fue hace un tiempo ya... — Dijo, observando con cierta melancolía el rifle en sus manos — Pero estoy muy oxidada — Comentó irónicamente.
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La Loba y El Maquinista
RomansaUn huérfano sin nombre, perdido y atormentado por su pasado. Sus únicas posesiones, un tren, una pistola y... aquel maldito nombre... aquel que le dio su salvador cuando era niño y una maldición que le corrompe la mente a diario... Perdido y sin rum...