Las calles paralelas a la avenida estaban llenas de carteles de bares de la zona, algunos más simples y rústicos, mientras que otros tenían más color y excentricidad. Incluso si observabas con cuidado, además de las ofertas de alcohol, algunos incluirían "compañía", dependiendo el precio que pagues era hasta donde llegaría dicha "compañía", desde un simple compañero de jarras, hasta un amante de una noche o todo eso bajo una tasa muy asequible.
Muchas personas entraban y salían de los bares, algunas en mejor condición que otras, incluso algunos salían aún con la jarra pegada en la mano, casi como si fuera parte de ellos. Cada vez que pasábamos cerca de ellos o por la puerta de uno de los bares, podía sentir el ligero pero distintivo olor del alcohol. Incluso por momentos parecía que la calle entera estaba impregnada en ese olor.
— ¿Dónde nos vinimos a meter...? — Murmuré mientras observaba el colorido panorama.
— Estamos, como podrás ver, en el barrio de bares y posadas. A unas cuadras de aquí está la posada de mi madre — Respondió tranquilamente Tália — ¿Te incomodan este tipo de lugares, quizá?
— No estoy muy acostumbrado a este tipo de "ambiente". No me molesta de hecho, mi abuelo me traía de vez en cuando a lugares como estos cuando parábamos en las ciudades... — Suspire — Y siempre se iba con alguna dama, dejándome solo. Me creas o no, me termine haciendo amigo de muchas de las "damas de esos lugares".
— Te hiciste amigo de ellas ¿En serio? ¿A cambió de qué? ¿"Favores"? — Me miró un poco de picardía y desilusión.
Realmente no es como ella cree, nunca me ofrecieron "favores" ni nunca los pedí. La historia es media enrevesada. Pero resulta ser que hay todo tipo de conexiones entre los burdeles de todas las ciudades. Se comunican entre sí por temas de seguridad y esas cosas.
Como mi abuelo era recurrente en el buen sentido y buen cliente lo conocían en varios lugares, en consecuencia, cuando me rescató y comencé a viajar con él, también me asociaron rápidamente y me volví "El Nieto del Maquinista", nombre dado por una de las jefas de uno de los lugares más conocidos dentro de la capital imperial, Asgard. Ese nombre se fue difundiendo y bueno... Me conocen en más de la mitad de esos lugares.
Igual siempre me trataron bien y nunca se quisieron pasar conmigo. Así que siempre guardó un buen recuerdo de eso y de las chicas. Y siempre que tienen una petición de envío o transporte, nunca me niego a ayudarlas.
— No es lo que crees Tália, es una larga historia. Te la contare algún día. Así que de momento cree lo que quieras — Dije mientras veía uno de esos burdeles.
— Tampoco te iba a juzgar si lo habías hecho. Pero me dejaste intrigada con eso, así que más te vale contarme luego — Ella dirigió su mirada hacía donde miraba yo.
— En fin... — Desvíe mi mirada del burdel en cuanto Tália miro en mi dirección — ¿Está lejos la posada de tu madre?
— Está más adelante ¡Solo sígueme! — Me incitó, agarrándome de la muñeca y sacándome corriendo de ese barrio.
Tália me hizo recorrer por varios minutos las calles llenas de coloridos bares y sus respectivos borrachos, antes de llegar a la dichosa posada...
La fachada del lugar no era muy llamativa, pero tenía un acabado en piedra y madera muy bonito, pero algo desgastado por la constante caída de nieve, hablando de nieve esta había sido retirada recientemente de la calle frente al edificio. Lo cual implica que son conscientes de que, la fachada del edificio no es de lo único que hay que preocuparse, un punto a favor.
La posada tenía tres pisos sin contar lo que me parecía un desván en el techo, del cual salía un extraño tubo por uno de los costados del techo...
— ¿Tália que es ese tubo de ahí? — Pregunté señalando el tubo.
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La Loba y El Maquinista
RomanceUn huérfano sin nombre, perdido y atormentado por su pasado. Sus únicas posesiones, un tren, una pistola y... aquel maldito nombre... aquel que le dio su salvador cuando era niño y una maldición que le corrompe la mente a diario... Perdido y sin rum...