CAPITULO
DIVIDIDO
Catriel
La expectación en los ojos de Zahara es palpable, puedo sentir la curiosidad que emana de ella.
—Confía en mí. —susurro.
Mi brazo encaja perfectamente en su cintura, como si estuviera hecha para estar allí. En un silencio cómodo, la guio por las calles al lugar que vi al venir. Las hojas caen a nuestro alrededor, creando un escenario único, vengo de Niza, donde el sol domina el cielo y el verano se extiende casi eternamente. Este cambio de estación me parece un espectáculo.
—¿A dónde vamos? —pregunta ella, su voz con un hilo de curiosidad y emoción contenida.
La heladería aparece a la vista y noto cómo sus pasos van disminuyendo.
—No te preocupes. —le aseguro —Estoy aquí contigo.
Trato de darle confianza al ver que su entusiasmo inicial no se encuentra. Su cuerpo está tenso y siento una sensación extraña en mi caja toráxica al ver el miedo en sus ojos.
—Pero si no quieres, tengo otra idea loca. —sugiero.
Muerde su labio inferior, dándole una mirada rápida a la heladería.
—No sé si me gustan tus ideas locas. —trata de bromear y la admiro por ello—Lo que pasa... es que, no suelo tomar helado.
Mi ceja se alza ante la confesión y silbo.
—¿De verdad? Creí que a todas las mujeres le gusta el helado.
Se señala a sí misma, en el proceso, su remera se alza, dejando al descubierto su abdomen.
—Te lo dije, soy diferente a las demás.
Sonrío y sujeto su rostro.
—Y eso es lo que me gusta de ti.
Mi confesión la hace ruborizar y me rio ronco, dejando un rápido beso en sus labios humedecidos. A este paso, me voy a hacer adicto a sus labios.
—Sería un honor llevarte a tomar tu primer helado.
—He comido helado antes, no te creas único.
—Oye, lastimas mi ego.
Finjo dolor, hago sobresalir mi labio inferior en un puchero, lo cuales hace Mélodie y parece que capta el interés de Zahara ya que su mirada vuelve a brillar.
—Tú ego está bastante alto, no me heches la culpa.
—Nunca está demás alimentarlo. —le guiño un ojo y la suelto, para tomar su mano —Ahora me encantaría fingir que soy tú primero.
Achina sus ojos al escucharme y luego niega con su cabeza divertida, la sonrisa que adornas sus labios regordetes me hace saber que entendió el doble sentido. Tan inocente no es.
Entramos juntos y el aroma dulce del helado nos envuelve. Zahara mira las opciones con indecisión, sus ojos recorriendo los sabores coloridos detrás del cristal.
—¿Qué te parece si pruebas el de frutos del bosque? —sugiero, haciendo el pedido por ella mientras observo cómo la empleada sirve cuidadosamente el helado.
Zahara sigue cada movimiento, su expresión una mezcla de temor y fascinación.
La sensación en mi caja toráxica vuelve a presentarse, una mezcla de empatía y deseo de protegerla. La atraigo hacia mí por los hombros y dejo un beso reconfortante en su mejilla. Me cautiva la mirada de adoración que me da ante el gesto.
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CURVAS SIN MIEDOS
Romance¿Qué pasa cuando una modelo plus size y un cantante francés se cruzan en el camino? Ella, una modelo de tallas grandes que está cansada de su vida aburrida y monótona. Él, un cantante éxitoso que acaba de llegar a la ciudad y que huye del compromi...