Pesadilla sin fin

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Un día nuevo había comenzado, Nabi se encontraba durmiendo en su cama, a su lado se encontraba Daichi.

— Mm, eres tan linda dormida — dijo el somnoliento, mientras acariciaba las mejillas de la chica.

— Te estoy escuchando Daichi — Dijo ella con una pequeña sonrisa, mientras abría de a poco sus ojos para acostumbrarse a la luz.

— Por eso lo dije, cariño — dijo dándole un beso en la frente, Daichi era lo mejor que le había pasado a aquella joven pelinegra, con el se sentía feliz, satisfecha, como si una parte de ella fuera totalmente de el.

— Te amo Daichi, te amo, te amo — dijo abrazándolo, de un momento a otro sus manos se sentían pesadas, su cuerpo igual, no podía sentir, se veía a si misma, pero no veía a Daichi a su lado.
El reflejo del joven mirándola, fue apagándose poco a poco, sus ojos, su sonrisa, su cabello, todo de el se esfumó.

— ¡Daichi, Daichi, Daichi, no te vayas por favor! ¡Quédate conmigo! ¡Por favor! — Grito la joven, se encontraba en total oscuridad, no podía ver nada, no podía verlo a él. Fue como si todo hubiera sido un sueño, un sueño del que quería despertar, un sueño sin fin.


Ring Ring Ring, sonaba y sonaba la alarma de Nabi, se sentó en la cama, se miró en el espejo que tenía al frente y pudo verse demasiado demacrada, tenía los ojos hinchados como si hubiera llorado por horas, y estaba sudando, su ropa se pegaba a ella.

No recordaba lo que soño para que estuviera así, trataba recordar pero al hacerlo su cabeza dolía. Ya de por sí se sentía cansada.

Miro hacia un lado de la cama, y ahí se encontraba. La chaqueta que le había prestado Daichi-san la noche anterior, sonrió sin saber el porque.

— Deja de ser estúpida e ilusionarte por cosas que cualquiera hubiera hecho — se pegó con sus dos palmas en las mejillas.

Se paró y fue a tomar un baño, le ayudo a refrescar sus ideas y pensamientos, en dos días debía ir a Tokio, para tener 4 entrenamientos con su equipo, harían dos un día y dos al otro.

Se arreglo con el uniforme, y bajo a desayunar, sola, en ese gran apartamento.

Volvió a sonar su celular era una llamada.

— ¿Hola? —

— Hola hija, ¿cómo te está yendo allá?

— Ah, bien papá, todo está saliendo muy bien — dijo con una sonrisa, recordando a Daichi, otra vez se dió un golpe mental.

— Me alegro, acuérdate que en dos días debes venir a Tokio por los entrenamientos — le recordó, al fondo se oían gritos y zapatos rechinando en el suelo, estaba entrenando.

— Si papá lo se, ya tengo todo listo para los entrenamientos, ¿tú estás entrenando? — pregunto mientras mordía un pedazo de pan.

— Si amor, estoy con los chicos — le dijo

— Ah dale papá, porfa mándale un saludo a todos. — dijo, a fin de cuentas a todos los chicos los conocía, en algunas ocasiones hacían partidos mixtos, para mejorar algunas cosas y poder ayudarse entre todos.

— Nabi por favor no te olvides de llamar a Bokuto-san, ya me tiene cansado con su llamadera — le dijo y ella solo rió.

— Está bien papá, luego hablamos, adiós. — colgó.

Era verdad que debía llamar a Bokuto, a él lo conoció porque su entrenador es muy amigo de su padre, así que hicieron un partido de práctica todos los chicos, y ella acompaño a su padre como manager del equipo.

Dos Capitanes, Dos Corazones • Daichi SawamuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora