Casa

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Narrador Omnisciente

La felicidad puede variar, podemos estar felices por cosas pequeñas, como lo podemos estar por cosas grandes.

La felicidad de aquel moreno pelinegro era su chica, era aquella chica de cabellos negros y de ojos grises que tanto amaba el, aunque el sabía que no podía depender de una persona, el solo la amaba, la amaba tanto como su corazón podía.

Amaba estar junto a ella, amaba estar riendo con ella, amaba todo de ella.

Las ventanas de aquella sombría habitación se empañaban por la lluvia de afuera, las gotas pesadas resuenan por toda aquel lugar.

Dos personas se encontraban ahí, solo dos capitanes, solo dos corazones.

Nabi se encontraba en coma, habían pasado ya dos semanas desde aquel incidente que tuvo, desde ese día nadie se le despegó, todos iban a verla todos los días a si sea un minuto, a si sea una hora.

Su padre cuando supo lo de aquella joven que le hizo daño a su hija no pudo evitar sentir una rabia en el por no cuidar de su pequeña niña.

Todos los días iban todos los chicos, Kuroo, Bokuto, Kenma, Akaashi, los Miya's, los entrenadores, las managers más los chicos del Karasuno y claro las chicas de su equipo.

Estás habían jugado la semifinal sin su capitana contra el equipo del Fukurodani, fueron ganadoras pero no se sentían como si lo fueran.

No si su amiga, compañera y capitana se encontraba en un sueño interminable.

Daichi se encontraba ahora sentado a su lado, había pasado días sin dormir, no podía hacerlo, cuando lo hacía tenía sueños de el con su chica pero...

Ella no estaba más.

Odiaba soñar con eso, porque no quería que las cosas pasaran así, no quería que la vida del amor de su vida terminará de una forma tan mala.

Tenía sentimientos surrealistas, unos sentimientos que nunca sintió y que nunca quería sentir jamás.

El dolor quemaba en su alma, dejándolo sin palabras, dejándolo solo en ese sombrío lugar, era casi como un lugar de muerte en el que solo la sombra misma de aquel evitaba pasar.

Un sollozo salió de lo profundo de su garganta, quiso evitarlo, no quería llorar enfrente de ella, porque el sabía que ahora era ella la que sufría al no poder despertar, pero el también lo hacía, sufría demasiado.

No podía evitarlo, se sentía deshecho, se sentía deplorable, se sentía miserable, lágrimas saladas se escurrían por sus mejillas con rapidez, dejando lo que el había estado guardando desde que se entero.

Su cuerpo sufría espasmos con cada sollozo que salía, se levantó de dónde estaba para subirse a la camilla donde estaba aquella joven pálida.

Se acostó a su lado y se aferró a ella, mientras lágrimas gruesas caían y mojaban el cuello de esta.

Quería sostenerla, quería abrazarla, quería nunca dejarla ir.

— ¿A dónde fuiste? — Sostuvo su rostro con el cuello de Nabi.

— Debería saberlo, hace demasiado frío... No quiero estar solo, por favor... Por favor... D-dime que volverás a casa. —

Dos Capitanes, Dos Corazones • Daichi SawamuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora