Uno

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El mar no está hoy muy revuelto o por lo menos, no todo lo que a ella le gustaría. Así que después de coger un par de olas, María sale para secarse y marcharse. Todo son movimientos mecánicos, mejor no pensar. Se seca las piernas, la barriga, los brazos... y justo después se pone la sudadera. Se seca lo máximo que puede el pelo e intenta darle un poco forma de moño pero desiste. Coge sus pertenencias, incluida la tabla, y encamina para irse, después de todo tiene que dormir algo.



-¡John, ya estoy en casa! – grita María cerrando la puerta.

-Menos mal. Tengo que irme. Mamá está dormida, no la despiertes.

-¿Para qué iba a despertarla? ¿Para qué se ponga a dar voces como siempre? No, gracias – John la mira mal – No me mires así, es verdad.

-No hables así de mamá.

María resopla y echa la toalla a lavar. Antes de que pueda irse a su dormitorio, su hermano la ha cogido de la cintura y le dice:

-El mar te sienta bien. Descansa, volveré a las cuatro y media.

Le da un beso en la mejilla y se va sin darle tiempo a responder, pero de todos modos, ¿a qué tendría que contestar? ¿A su cumplido, tal vez? No, él siempre le dice esas cosas antes de irse a trabajar y es su hermano mayor, ¡qué leches! Él tiene esa obligación, ¿o no? Sin darle más vueltas al tema, abre la cama y se acuesta. No tarda ni cinco minutos en dormirse, la noche ha sido tan agotadora...


<< -¡Papi, papi! ¿Podemos llevárnoslo? Por favor, papi, por favor – decía la pequeña de la familia tirando de la chaqueta de su padre y señalando el conejito que llevaba su hermano – John y yo lo cuidaremos, por favor, papi.

Su padre la miraba con los ojos llenos de amor y ternura. Sonrió para sus adentros, él estaba tan orgulloso de su hija y, por supuesto, de su hijo. Pero la pequeña era la niña de sus ojos y para ella, él era un héroe de los que tienen poderes y pueden hacerlo todo posible.

-Te gusta, ¿eh, María? – Le dijo mientras le acariciaba el pelo - ¿A que es bonito? – Ella asintió – Se parece a ti, ¿sabes?

La pequeña reía y reía, su padre decía que se parecía a un conejo. A un pequeño y bonito conejo, pero conejo al fin y al cabo. ¡Cómo si eso fuera posible! Pero sí, para ella lo era, ¡claro que era posible! Si lo decía su padre...

-No podemos llevárnoslo, María – dijo al fin su padre –. Ya sabes que a mamá no le gustan los animales – la pequeña se puso a hacer pucheros –. No, cariño, no podemos. Pero sí podemos hacer una cosa...

A María se le iluminó la cara de emoción, su padre la atrajo hacia él. Lo adoptarían, ella podría ir siempre que quisiera y jugaría con él. Ella saltó de alegría y se fue junto a su nuevo amigo. Una vez más su padre lo había conseguido. Todo es posible. Mm, ¿realmente es todo posible siempre? >>


-Eh, conejito, ¿en qué piensas?

-No me llames así, John. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? – dice María levantándose para recoger su plato de la comida.

-A papá le dejabas.

Ella cierra los ojos a sabiendas de que él no puede verla. "Controla la furia", se repite una y otra vez para no contestarle mal a su hermano.

-¿A qué hora te recojo hoy? – pregunta él.

-A las seis y media. No creo que haya mucho alboroto; es jueves – añade a modo explicación.

Todo es posible [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora