Ocho

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Daniel ha entrado y se ha acostado directamente mientras Jorge ha encendido la televisión. Ahora está viéndola sentado al lado de la ventana. No saben si sus padres siguen dormidos o si han ido a desayunar. "Bah, no importa", piensa él. De pronto, le da por mirar para fuera y ve a la chica del surf. Sin pensárselo dos veces, sale de la habitación y del hotel. La divisa alejándose de la choza, decide perseguirla por lo menos para saber dónde vive. La chica camina con la cabeza en otro sitio, Jorge se da cuenta e intenta acercarse más, pero no quiere que se dé cuenta de la persecución. Ella se mete por callejones estrechos, por un momento piensa que a lo mejor lo ha pillado por eso esas calles, sin embargo desecha esa idea ya que la chica se para frente a un portal pequeño que por las apariencias se diría que nadie vive ahí. La chica entra con él detrás sin darse cuenta. Suben un par de escalones y ella vuelve a parar frente a otra puerta. Descuelga un asa de su mochila para buscar la llave pero parece que ésta no quiere ser encontrada. Él la observa detenidamente, un mechón de pelo cae sobre su cara haciéndola bufar lo que hace que él se ría y sea descubierto.

-¿Qué haces tú aquí? – parece nerviosa.

-Te he seguido – contesta Jorge sin más.

-Vete. Es una propiedad privada.

-¿Por qué le has dicho que no a Daniel?

-¿Qué? ¿Perdona? ¿Daniel? – la chica está confusa.

-El chico rubio, mi amigo – añade. – No me digas que no te gusta porque no me lo creo.

-No te interesa – ahora está a la defensiva.

-Repito. Es mi amigo – dice recalcando el "mi". – Sí me interesa.

-No salgo con chicos – musita ella al fin.

-¿Eres lesbiana? – Jorge está atónito.

-¡No! – ella le mira como si fuera un bicho raro. ¿Tal pinta tiene? Se mira cómo va vestida, no lo entiende. – No – dice ya más tranquila. –, es solo que no puedo.

-¿Tienes novio? – la chica suspira.

-No –contesta resignada.

-Eres antisocial, entonces.

-No, me sociabilizo muy bien. Cuando quiero – añade.

-Bien, sociabilízate con Daniel y me lo demuestras.

-No te tengo porqué demostrar nada.

-¿De verdad? ¿Estás segura de ello? – Jorge entorna los ojos mirándola y la hace dudar. "Bien, funciona", piensa. Él sonríe triunfante. – Saldréis mañana a las ocho – le guiña un ojo y va a irse pero ella le detiene.

-Mejor pasado mañana a las cinco. Trabajo – añade como explicación.

-Como prefieras, pero ni se te ocurra faltar – la amenaza con el dedo y se va.

"¿Qué demonios he hecho?", piensa ella y entra en casa. Jorge sale de aquel lugar, decide volver al hotel pero ve a una chica, se presenta y van a dar una vuelta. Tal vez saque algo de provecho.

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María entra en casa preguntándose porqué le ha dicho al chico que sí iría y encima le dio la razón por la que no podría ir mañana. Será idiota. Al cerrar la puerta, suelta la mochila en el suelo y se tira al sofá. ¡Ay! Se ha hecho daño. Espera, hay algo en el sofá. María se incorpora, saca el objeto que ha dañado su espalda y se da cuenta de que es la tapa de una caja de metal. Oh, no. Es la caja de fotos. Reza porque haya sido su hermano quien la ha dejado ahí aunque no sabe a quién prefiere enfrentarse si a su hermano, Señor Cursiladas o a su madre, Señora Locuras. La última vez que Carla vio fotos de su difunto marido, la casa casi acaba en llamas. Ahora que lo piensa prefiere que haya sido John y no la Señora Locuras. Pero hoy la buena suerte no está de parte de María. Va caminando por el pasillo, hay trozos de fotografías por todas partes, se agacha a coger un trozo de ellas. Max está partido en dos y va vestido de traje. "La boda", musita ella. Pasa los dedos por la cara de su padre, cuánto lo echa de menos. Coge otro trozo, en este hay dos niños jugando en un parque. Vaya, esta apenas está rota. Son María y John, a lo lejos está papá. Sin cabeza. Ella corre siguiendo el rastro de fotos, llega al lavadero donde se encuentra su madre. Está sentada frente a la secadora, la caja de fotografías a su lado y hay un mechero cerca. Ay, no, otra vez no.

-Mamá, vete a tu cuarto.

-Traidor – musita Carla cogiendo el encendedor.

-Mamá – María le ha cogido las manos y la está intentado levantar. – Ve a la habitación.

Carla hace caso y se va dejando a su hija sola. María recoge todas las fotos, las mete en la caja y la coloca en su sitio del armario. Luego, tras organizarlo todo, decide poner una lavadora antes de dormir. Así que coge toda la ropa sucia y la mete en el tambor. Al ir a su cuarto, Carla está sacando todas las vestimentas de María del armario.

-¿Qué haces? Te dije que fueras a tu habitación – ella está molesta.

-Necesitas ropa. No tienes nada para salir.

-Tampoco tengo tiempo – María ha apartado a su madre y se ha puesto entre medias a la defensiva.

-Con esos pelos es normal que no encuentres a ningún chico – dice tocándole el cabello –. Te llevaré a mi peluquera.

-No me hace falta – ella aparta su mano de un manotazo –. Ve a tu cuarto – habla con la mandíbula apretada, está tensa.

-Deberías tener más clase y ser menos... vulgar.

-Como tú, ¿no?

-Sí, parece mentira que seas mi hija – María la ignora colocando su ropa de nuevo en el armario. – Qué vergüenza ser tu madre – reprocha a su hija con odio.

María la mira estupefacta, jamás le ha dicho algo así. Eso ha sido como una bofetada de las grandes. Siente como todo su cuerpo se va rompiendo. Las pequeñas grietas ya existentes aumentan haciendo que sea nada más que unos trozos inútiles rotos. Como un vaso de cristal hecho añicos. Como todas esas fotos de su padre.

Todo es posible [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora