Al cabo de veinte minutos, John entra en casa, pone las llaves en el cuenco de la entrada mientras observa a su hermana comer sentada encima de la encimera. Aún sigue enfadado con ella pero verla tan absorta en sus pensamientos hace que se le ablande el corazón recordando los meses tras la muerte de su padre. Se acerca a ella cogiendo una silla a su paso.
-¿Sabes si el doctor Fitzgerald y papá eran amigos? – dice ella con la mirada fija en el suelo.
-Papá se llevaba bien con todos. No sería extraño.
-Has faltado a la cita.
-¿Qué cita?
-La cita con el doctor. Era hoy a las cinco.
-¿Qué? ¿Y me lo dices ahora? – el enfado de John crece y con él la fuerza con la que aprieta sus puños.
-Le dije a Campbell que te lo dijera.
-¿Y por qué no lo ha dicho?
-Porque es idiota.
-O porque tú no querías que viniera.
-¿Perdona? Yo se lo dije, que no te lo contase él es su culpa.
-Suponiendo eso, ¿por qué no me lo recordaste?
-¿Cuándo? ¿Mientas te comías la boca con tu amiga o telepáticamente cuando te fuiste esta mañana sin dejar nota ni nada?
-No me puedo creer que seas tan egoísta. ¿Cuándo has cambiado?
-¿Egoísta yo?
-Sí. No estás mirando por nuestro bien, y mucho menos por el de mamá. Siempre quieres llevar razón en todo y no.
-John, ¿te estás escuchando? Suenas ridículo.
-¿Y tú te estás viendo? Te comportas como una malcriada insoportable.
-¡Pues lo siento! Siento ser así. Siento pensar solo en mí. Siento no ser lo suficientemente bueno para vosotros. ¡Siento que os avergoncéis de mí! Yo hago lo que puedo. Lo que mi cuerpo resiste. No puedo dar más de mí. Pero deberías mirar tus palabras antes de soltarlas por la boca porque te recuerdo que trabajo desde los quince años, aguantando abusos y destrozándome, para pagar tus mierdas – María coge su mochila y se dirige a la puerta – Ojalá papá estuviese aquí – susurra lo suficientemente alto como para que lo escuche su hermano y cierra la puerta con un portazo que resuena por toda la casa.
Segunda vez que explota en menos de una hora, solo espera que no haya una tercera. Va hacia la casa de los O'Connor donde Lily detecta que no está de buen humor y se porta lo mejor que sabe. Para las diez y media, María ya está en el bar de Terry. Hoy sólo están Julie y ella, tampoco es que haya mucho alboroto. Cerca de las doce, dos hombres cuarentones empiezan a pelearse, intentan separarlos pero tiene que llegar el jefe quien tras alejar al uno del otro los echa. María vuelve a la barra, se pone a secar algún que otro vaso mojado. Cuando levanta la vista, se encuentra con unos ojos azules mirándola. Ella sonríe en cuanto lo reconoce. Una sonrisa leve, pero al fin y al cabo sonrisa.
-Hola, Daniel – susurra ella haciendo que él enseñe sus dientes.
-Hola, camarera.
-¿Te pongo algo?
-Diez chupitos de Jagger.
-¿No crees que son muchos?
-No estoy solo – ella asiente, coge una bandeja y empieza a prepararlo todo.
-Ahora los llevo.
Daniel se levanta de la silla sonriéndole y se va después de preguntarle por dónde está el baño. Ella se lo muestra, observa cómo entra en los servicios y cuando está todo listo lo lleva a la mesa con agilidad y destreza. Por suerte, él ya está allí. Coloca cada vaso con cuidado de no derramar nada mientras un hombre pregunta por cómo se tiene que tomar eso. Jorge, a quien ya ha saludado, lo explica en medio de risas y ella vuelve a la barra. No tiene nada qué hacer así que empieza a hablar con Julie la cual le ha echado el ojo a un chico que acaba de entrar. Rápidamente, se acerca a él y le atiende mientras sonríe coquetamente. Tras volver del cuarto de baño, Jorge está en la barra esperando a María para hablar.
-¿Algo más?
-¿Qué tal fue la cita?
-Bien – ella se pone nerviosa.
-¿Os besasteis?
-¿Qué? No.
-¿Por qué? Es guapo. Bésalo, te aseguro que no te arrepentirás.
Dicho esto, se va a su mesa junto con Daniel, dos chicas más y tres parejas mayores que ellos. ¿Por qué quiere que lo bese? ¿Y si ella no quiere hacerlo? Jorge le dice lo que tiene que hacer y eso lo odia. Sin embargo, ahora tiene ganas de hacerlo. ¿Por qué? No, no lo hará. No dejará que él piense que hará todo lo que le diga. No puede dejar que piense eso. Ya se la jugó para que saliera con Daniel, esta vez no lo conseguirá con el beso.
La noche ha trascurrido, son las siete menos cuarto y John aún no ha llegado. Bien, se ha olvidado o no ha querido recogerla. Decide ir andando. Bueno no decide, no tiene otra opción. Cuando llega al bar donde comen siempre, María pregunta al dueño por su hermano pero no sabe nada, dice que no lo ha visto venir. Ella tranquila en todo lo que cabe sale allí y mientras va para su casa, se encuentra con Jorge y Daniel en bañador y con unas tablas bajo el brazo cada uno. María se disculpa, no tiene ganas de dar clases ahora por mucho dinero que le den. Ellos asienten entendiéndola y la deja ir a casa. Al llegar, ve la moto de Kev aparcada enfrente y es ahí cuando algo se enciende en ella. Furia. Entra en su casa echando chispas, suelta la mochila y busca a Campbell con la mirada. Está tirado en el sofá mirando algo en su teléfono, se ríe y la rabia de María crece. Le tira un cojín causando que su querido y excesivamente caro móvil se caiga al suelo.
-Pero, ¿qué haces, loca? – grita Campbell a la vez que recoge su teléfono del suelo. – Menos mal que no le ha pasado nada.
-Sí, Dios quiera que no pierdas el número de tus putas. Por tu culpa John se ha enfadado conmigo y he tenido que volver andando.
-Oh, celosa, siento que no puedas con tu gordo aunque perfecto trasero.
-Serás... – ella se lanza encima de él y cuando empieza a golpearlo nota unas manos que la apartan de él.
-María, para, ¿estás loca? – John la tiene sujeta por la cintura levantándola del suelo.
-Suéltame. Él es el culpable de todo. Yo le dije que te contase que el doctor vendría, él no lo hizo y ahora estás enfadado.
-Joder, me tocaste el culo. ¿Qué esperabas? ¡Se me olvidó! – confiesa Kev.
-Era importante, tío.
-Lo siento, hermano, pero tu hermana no sabe lo que causa y no quiere hacerse cargo de sus hechos.
-¡Pero si fue sólo un roce! – María está atónita frente a la actitud de ambos chicos, pero sobre todo por la de John. Está tremendamente tranquilo. – No me lo creo. A mí me la lías y a él, por decirte que le he tocado el culo, ¿le perdonas? ¿Es en serio? – Campbell le guiña el ojo y ella enfadada se va a su habitación.
María se tumba en la cama. Es increíble. ¿De verdad lo ha perdonado? ¿Sólo porque le tocó el culo y se le olvidó? "Vaya dos idiotas", piensa ella. Luego escucha la puerta abrirse y sin girarse echa a quien quiera que sea. Sin embargo, no se va, se sienta en la orilla de la cama y susurra un "lo siento" con real arrepentimiento. María se levanta y abraza a su hermano. Vale, se ha portado como un capullo pero ella como una estúpida, así que están empatados.
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Todo es posible [Terminada]
Ficção Adolescente¿Podrías vivir con el vacío que se siente cuando te arrebatan a lo que más quieres? ¿Podrías enfrentarte solo/a a esa soledad acompañada del sufrimiento? ¿Podrías dejar todo atrás y empezar una nueva vida? María una chica de tan solo diecisiete años...