Cuando llegan al hogar de los Green, son aproximadamente las diez. Ya ha anochecido dejando todo iluminado por la luz de la creciente luna. Las pocas farolas de la calle tintinean dando un aspecto tenue y tenebroso. No cualquiera se atrevería a ir por ahí. María y Kev hablan en el portal de la casa y de vez en cuando se besan.
-Gracias – musita ella sobre sus labios – por todo. Hoy ha sido un buen cumpleaños.
El moreno asiente reconfortante, también ha sido un grandioso día para él. Vuelve a sellar sus labios, en un cálido beso. Sus bocas se mueven al compás. Delinean el labio del otro para luego acercarlo más a ellos. Esto es diferente. No hay pasión ni deseo, solo se besan con prudencia. Queriendo cuidar el uno del otro. Al separarse ambos sonríen. Una sonrisa sincera que desaparece cuando John aparece en el umbral de la puerta quien empieza a dar palmas lentamente.
-Más bajo no has podido caer, ¿verdad? – inquiere dejando de chocar sus manos.
-Oye, estoy aquí, ¿eh? – se ofende María.
-Tú entra en casa, ahora hablaré contigo – ella hace caso omiso a lo que su hermano ha dicho y se cruza de brazos mirándole con la ceja alzada – Así que pasando un buen rato, ¿no? Con mi hermana – añade asintiendo con la cabeza amenazante - Tiene diecisiete putos años, Kevin. ¿Qué mierdas haces con ella? ¿No tienes a otra a quien follarte? No es un juguete como tus putas, ¡es mi hermana!
Y después de esto, todo pasa demasiado deprisa. John se abalanza sobre el cuerpo de su amigo repartiendo golpes por todo él. Campbell no hace nada por evitarlos, reprime los gemidos del dolor que siente en los costados. La respiración de ambos es agitada y María no duda en echarse sobre la espalda de su hermano para apartarlo, acción que no consigue hasta que él se levanta tirándola a ella también al suelo. "Ya continuaremos con esto tú y yo", amenaza a su amigo antes de entrar en casa. La chica ayuda a levantar a Kevin tras haberlo hecho ella antes y sin decir ninguna palabra, él se aleja mientras María entra en casa.
-¿Estás loco o qué mierdas te pasa? – grita la joven observando como el enfado de su hermano crece aún más.
-¿Te has acostado con él? – intenta preguntar con calma aunque ya sabe la respuesta.
-Puedo hacer lo que quiera, soy mayor y sé lo que me hago.
-Él juega con las chicas, María, ¿entiendes lo que significa eso?
-Sí, sexo sin compromiso.
-¿Y qué ocurre con Daniel?
-Lo dejé, ¿recuerdas?
-Eso fue una pelea tonta. Joder, es que no entiendo cómo te lo has podido montar con mi amigo, María. No había otro disponible.
-John, no es la primera vez que lo hacemos. Deja de ser tan exagerado, no pasa nada porque nos acostemos.
A partir de ahí, son todo gritos, voces y parecidos. A John le ha molestado que entre su hermana y su mejor amigo haya sucedido algo. Joder, que él tiene veintiún años, usa a las mujeres como juguetes, como muñecas de trapos. Todo el mundo tiene constancia de eso, inclusive ella. ¿Cómo se le ha ocurrido hacer tal barbaridad? Tanto él como María son culpables, pero la joven no entiende qué tiene de malo practicar sexo. Vale, sí, es el mejor amigo de su hermano, es casi cuatro años mayor que ella pero ¡casos peores se han visto!
La discusión va a más. Se echan cosas en cara, malas decisiones, peores comportamientos. Pasan de hablar de Kevin, a hablar de los trastornos alimenticios de ella, luego a drogas, de vuelta a Kevin y por último a hablar de su padre.
-¡Campbell ha conseguido que hable con papá! ¿Cuándo has podido hacer tú eso? – grita María inundada en lágrimas por la rabia que siente dentro.
-Paren de armar tanto jaleo, los vecinos estarán por despertarse – les regaña la dulce voz de su madre. Seguro que la han despertado con todos los gritos – Además, aquí la de las voces soy yo, ¿no?
Ambos chicos se quedan perplejos al ver la actitud de Carla quien les sonríe con ternura achinando los ojos los cuales están cristalizados. Quiere llorar. Ver a sus hijos, a sus dos hermosos y ya mayores hijos pelear, le hace daño. John y María tardan un momento en darse cuenta de que Carla está ahí con ellos, y no solo físicamente. Los dos corren a abrazarla haciéndola tambalear. De sus bocas solo salen palabras incoherentes y muchos "mamá" que agrandan el corazón de Carla. La mujer los agarra con cuidado, les acaricia la cara arrastrando todas esas lágrimas fuera de sus bonitos rostros.
-Mis niños... Siento haceros esto. Os quiero.
-Mamá, quédate con nosotros, por favor – suplica el chico derramando más lágrimas.
-Mi niño. Eres todo un hombre ya, cariño. Eres como tu padre, cielo, y debes cuidar de tu hermana – dice mirando con orgullo a su hijo, luego gira la cabeza para ver a su niñita pequeña – Y mi niña, la más hermosa. Mi vida, feliz cumpleaños – María no lo puede remediar y vuelve a abrazarla mientras recita todo lo que siente – Mis hijos, mis amores, ha llegado la hora – ambos la miran sin entender a qué se refiere – Debéis dejarme ir, tenéis que hacer vuestras vidas. Estaré bien, mis corazones, Arwel jamás me llevaría a algún sitio que me perjudicara.
-Nosotros podemos cuidarte, mamá – se niega María.
-Amor mío, necesitáis vivir vuestras vidas ajenas. Siempre seré vuestra madre al igual que vuestro padre jamás nos abandonará. Fuisteis, sois y seréis mi vida, pero es hora de marchar.
Los chicos vuelve a abrazar a su madre por última vez y cuando se separan pueden observar la lucha interior que batalla para quedarse con sus hijos, pero su locura es mayor y la hace perder. John lleva a su madre a la habitación mientras la joven se queda en el salón intentando poner un orden a sus pensamientos. En el día de hoy han pasado tantas cosas. Para empezar, se peleó con Daniel aunque eso realmente ocurrió ayer pero se siente como si fuera del mismo día. Lo dejó con su novio, tuvo discusión con su hermano, se acostó con el mejor amigo de su hermano, tuvo un encuentro con la abuela de él, pasó un buen día con Campbell, un muy buen día con él, habló con su padre, volvió a pelear con su hermano y por último, su madre. La había felicitado y eso la había llenado el pecho, en cambio, que le dijera que debían dejarla ir, llevarla a hospital especializado la hizo replantearse si deberían hacerle caso al doctor Fitzgerald. ¿Por qué su madre querría irse? ¿Por ella o por ellos? Realmente es una pregunta de la cual no obtendrá respuesta.
Su hermano se sienta al lado de ella, ambos miran un punto fijo, sumidos en sus pensamientos. Cualquier rastro de enfado ha quedado sepultado con la aparición de Carla.
-Entonces... – habla casi en susurros John – ¿llamamos al doctor?
-Sí, ¿no? – ella le mira frunciendo el ceño, no está muy segura de ello.
-O podemos buscar un hospital nosotros, informarnos, asegurarnos que es el mejor... ¿no?
-John es lo que mamá quiere. La has escuchado, se fía del doctor Fitzgerald. Quiere irse y mientras antes lo hagamos, mejor.
-Parece que quieras deshacerte de ella...
-Quiero a mamá tanto como tú, pero siendo sinceros, John, ella estará mejor allí. Hemos estado buscando nuestro bien en vez del suyo. Necesita cuidados que no podemos darle y aunque nos duela mucho dejarla algún día pasaría. No tendrías pensado estar toda tu vida cuidando de ella, ¿no? – Su hermano niega rápidamente con la cabeza – Entonces, es la hora. Llama a Arwel.
Tras aclararlo todo, María se levanta dispuesta a irse a su cuarto a descansar. Estos dos días han sido maravillosos y llenos de sentimientos pero también han sido agotadores. Al llegar a la habitación, se desnuda quedando en ropa interior y se tumba. Cinco minutos después, Morfeo la arropa y abraza entre sus brazos.
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Todo es posible [Terminada]
Novela Juvenil¿Podrías vivir con el vacío que se siente cuando te arrebatan a lo que más quieres? ¿Podrías enfrentarte solo/a a esa soledad acompañada del sufrimiento? ¿Podrías dejar todo atrás y empezar una nueva vida? María una chica de tan solo diecisiete años...