Doce

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A la mañana siguiente, para cuando María se despierta John ya se ha ido a trabajar. Sin decirle nada. Sin dejar una nota. Genial, está muy enfadado. Ahora está más segura de que le pedirá disculpas. Se pone un biquini para luego colocarse su sudadera y salir hacia la playa no sin antes pasar por casa de la vecina y pedirle que le eche un ojo a su madre. Nunca ha hecho eso pero si de verdad quiere pasar el día sin matar a alguien necesita relajarse y eso sólo lo consigue cuando hace surf. Así que tras coger la tabla, se sumerge. Rápida y ligera.

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Tumbados en hamacas se encuentran Jorge y Daniel mientras charlan sobre deportes. Son las doce del mediodía, el sol pega fuerte y a causa de estar entrando en calor, se unen a Cristina y Paula para meterse en el agua. A la vez que juegan con la pelota, hablan y ríen. De pronto, Jorge le pregunta cómo fue la cita con María a Daniel. Las chicas se quedan mirándole sorprendidas. "¿Tuviste una cita?", dicen ambas al unísono. Él se encoge de hombros y contesta con un simple "bien". Sabe que para su amigo no es suficiente pero no quiere empezar a explicarle con su hermana delante. Paula parece leerle la mente ya que lo mira entrecerrando los ojos y, antes de salirse del agua, le saca la lengua. Todos ríen.

-¿Y bien? – inquiere Jorge a su amigo.

-Fuimos a unos recreativos, todo genial.

-¿Te acostaste con ella?

-No.

-¿La besaste? – habla ahora Cristina, parece apenada.

-Tampoco. Solo nos cogimos la mano un par de veces.

-Amigo, estás perdiendo facultades – se ríe Jorge dándole una palmada en la espalda.

-Quiero hacer las cosas bien con ella.

-¿Por qué? – Cristina no lo entiende. ¿Acaso no ha notado cómo se acercaba ella últimamente? – Quiero decir, solo estaremos aquí este verano. Luego no la volverás a ver. Mejor tener algo serio con alguien que vayas a ver todos los días, ¿no?

-Pero ella es diferente. Se encierra en sí de un modo increíble. Es un enigma y eso me llama la atención, me gusta. Además, necesita ayuda, no parece tener una buena vida.

-¿Ahora eres una cooperativa o qué? – tras decir eso, Cristina sale del agua enfadada.

-¿Y a esta qué le pasa?

Daniel y Jorge están atónitos pero deciden dejarlo pasar, ya luego hablarían con ella. Siguen charlando, más bien, Daniel cuenta cómo fue la cita, sin embargo cuando escuchan a Paula, van con ella hasta el restaurante donde comerán. Esta tarde sus padres quieren ir a la ciudad a hacer compras e ir al cine. A todos les parece buena idea, así que ya tienen plan.

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Son las cinco y cuatro. El doctor Fitzgerald ya ha llegado, está sentado en el sofá de cuero negro con María enfrente sentada en un taburete. Él, incómodo, da toquecitos en el suelo con el pie, su maleta se encuentra al lado de éste, no obstante tiene un portapapeles sobre el regazo. Se ha desabrochado la chaqueta de su traje azul marino dejando ver una horrenda corbata roja y una camisa blanca básica. Mientras, María lo mira desde su silla alta con una pierna colgando y la otra bajo ella. Realmente quiere acabar con esto lo antes posible y si su hermano no ha llegado aún ella se hará responsable.

-Puede empezar cuando quiera. Parece que a mi hermano se le ha olvidado.

-¿Le dijiste que venía? – John jamás se olvidaría de algo que tenga que ver con su madre o su hermana.

-¿Desconfía de mí, Arwel?

-No, solo me extraña – dice levantándose para ir a la habitación de Carla.

María hace lo mismo pero se adelanta a entrar ella primera. Una vez ambos dentro del cuarto, el doctor saluda a su paciente con una sonrisa bastante cariñosa. María se sienta en el borde de la cama, de alguna manera quiere decir que es suya, que no pueden llevársela, no dejará que se la lleven por mucho daño que le haga anímicamente. Fitzgerald pregunta a Carla por cómo se siente aunque ella contesta cosas sin sentido y él pide que María abandone la alcoba mientras la examina. Ella recela al principio pero luego sale, apoya la espalda en la pared y espera.

Han transcurrido diez minutos desde que María salió de la habitación de su madre. En ese tiempo no ha escuchado nada, siquiera un grito por parte de Carla y eso es extraño. Cinco minutos más y el doctor sale cerrando su portafolio. Ella se reincorpora rápidamente poniéndose tensa al instante. Le indica con la mano que vuelva a sentarse en el sofá y que hable. Él toma su invitación y lo hace mientras María se sienta delante de él en su taburete rojo.

-¿Y bien?

-Carla está estable – María suspira aliviada –. No obstante, mejoraría si estuviese en un hospital especializado.

-Allí no le dará nada que no podamos darle nosotros.

-Le darían cuidados y estaría con alguien las veinticuatro horas del día.

-De eso ya nos encargamos.

-¿Y de vosotros quién se encarga? – el doctor Fitzgerald suspira bajando la cabeza. Aunque ella lo odie, él le tiene aprecio y cariño – María, ¿desde cuándo hace que no sales con tus amigos?

-Eso no es de su incumbencia.

-Solo quiero ayudarte. El hospital que os digo es realmente bueno pero si no te fías de él, busca tú otro. El que más te guste, el más cercano, el más equipado, el que quieras. Búscalo y dímelo. Te ayudaré en lo que haga falta.

-No voy a mandar a mi madre a ningún hospital – María se está tensando más de lo normal, un poco más de fuerza apretando la mandíbula y romperá sus dientes.

-Piensa algo, ¿vale? ¿Crees que a tu padre le gustaría veros viviendo esta situación a esta edad tan temprana? Conocía a tu padre y...

-¡Basta! – grita María harta ya de las palabras de ese hombre. – No tienes derecho a hablar de mi padre, no tienes derecho a decirme que me quieres ayudar, no tienes derecho a decirme qué hacer o no con mi madre y con mi vida. Basta. Vete de mi casa – anuncia ella recalcando el "mi".

Es la primera vez que pierde los nervios con ese hombre, es más, es la primera vez que le tutea a pesar de todas sus insistencias. Pero ha traspasado los límites de ella. No puede decir que conocía a su padre, no. No puede traerlo al presente haciendo esa pregunta. No puede. No. Se niega. Si por ella fuera, él no podría hablar de su madre, siquiera ser su médico.

Arwel asiente tranquilo tras escuchar esas palabras. Sabía que algún día la chica tenía que explotar y mejor que fuera así y con él que de otro modo y con otra persona que no le entienda. Se levanta cuando ya ha guardado el portafolio en su maletín, la mira y, sin saber por qué, se acerca y le da un beso en la frente. Como su padre. Ese gesto deja descolocada a María cuya cara es un poema. Antes de separarse, le susurra: "Realmente era amigo de tu padre". Luego, da tres largas zancadas, abre la puerta, pone un pie fuera pero se gira. "Cualquier cosa, tienes mi número", dice y se va cerrando la puerta con elegancia.

Y allí está ella, plantada en mitad del salón, sorprendida por toda la situación que acaba de ocurrir. ¿De verdad le ha besado la frente o lo ha soñado? ¿Después de todo lo que le ha dicho y cómo lo ha tratado? Si no se merece el cielo, poco le falta. Y eso de su padre... ¿De verdad lo conocía? Él ha dicho que sí pero, ¿y si es una estrategia para llevarse a su madre? No se lo perdonaría jamás. Tal vez quiera ayudar o tal vez solo quiere quitársela. María no sabe que pensar. "A lo mejor John sabe algo", piensa. Oh, oh, John. Ha faltado a la cita con el médico, de esta pelea no se libra por muchas disculpas que quería pedirle al principio del día. María se mete en la ducha, puede que así se relaje un poco.

Todo es posible [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora