Treinta y cuatro

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Para cuando han pasado las once de la mañana, la comida estás más que acabada, las risas siguen presentes y de vez en cuando se escapa alguna que otra caricia furtiva. María se encuentra encima de la mesa con el chico entre las piernas quien le besa los muslos intercambiando de vez en cuando unos leves mordiscos. La pequeña de los Green se encoge de hombros cuando el amigo de su hermano le pregunta sobre lo que quiere hacer en el día.

-¿Hace cuánto que no surfeas? – Ella frunce el ceño expresándole su confusión – Surf de verdad, nena.

María vuelve a encogerse de hombros mientras lo mira intentando averiguar qué es lo que tiene planeado sin embargo no lo consigue. Lo único que obtiene por la parte del moreno es una sonrisa torcida que le provoca una risa tímida pero graciosa. Otro leve beso más seguido de un mordisco en el interior del muslo y Kevin se levanta cogiendo la mano de ella, haciendo que, de un saltito, baje de la mesa para minutos más tarde, cuando él ya está vestido, estar enfrente de la moto. Ambos se ponen los cascos tras montarse en ella y Kev enciende el motor con un gran rugido, poniendo rumbo a un lugar que María no sabe. En el camino, ella no se suelta ni un segundo de la cintura del chico a la vez que observa todo el paisaje que pasa  por delante de sus ojos. Es realmente maravilloso, tanto que apenas se ha dado cuenta de que llevan más de media hora de camino. Tener montaña y mar en un mismo paisaje es algo gratamente asombroso. Por unos instantes, María cierra los ojos para escuchar como las olas pegan contra las rocas puntiagudas del gran acantilado. El moreno carraspea para que ella se suelte. Prácticamente no se ha dado cuenta de que han llegado. Siquiera ha notado cuando la moto ha parado. La chica se suelta para seguidamente bajar de la moto con destreza. Tras dejar el preciado vehículo, por parte de Campbell, algo escondido, ambos bajan por unas escaleras irregulares hasta la hermosa bahía de arena blanca y fina. El lugar es simplemente magnífico. El temporal que ha estado haciendo estos días mejora la situación ya que las olas son perfectas para cabalgarlas. María está impaciente por meterse así que da saltitos de alegría mientras Kevin la mira cogido de su mano.

-Veo que tienes ganas – ella asiente eufórica mientras se quita la sudadera que aún lleva puesta de él –. Espera, antes tengo un regalo para ti.

La chica frunce el ceño observando como Campbell se aleja hasta perderlo de vista. Tres minutos más tarde escucha su voz ordenándole que cierre los ojos a lo que ella obedece hasta que nota el aliento fresco de Kev en su cuello dándole permiso para abrirlos de nuevo. María pestañea un par de veces, el sol pega demasiado fuerte a estas horas del día pero cuando consigue acostumbrarse a la luz proveniente de este, su rostro se queda paralizado. Se ha sorprendido al ver lo que tiene delante. Una tabla de surf celeste con el logo de una flor naranja y con un par de rayas del mismo color yace hincada en la arena. La morena se acerca lentamente para rozarla levemente con la yema de sus dedos como si se fuera a romper. Por otro lado, Kev se pone enfrente de ella, dejando la tabla de por medio aunque aún lo pueda ver y casi en un susurro imperceptible la felicita.

-Feliz decimoctavo cumpleaños, nena. ¿Pensabas que me olvidaría?

-¿Cómo la has conseguido?

-Tengo mis contactos, Green. ¿Puedes agradecerlo simplemente y no hacer preguntas?

-Esta era la tabla de mi padre y...

-María – la interrumpe cogiéndola en brazos y haciendo que ella enrede sus piernas en la cadera de él – está aquí y es para ti. No importa de dónde la he sacado, ni cuánto dinero he gastado ni nada, ¿de acuerdo? Es mi regalo para ti. Acéptalo – la chica mueve lentamente la cabeza en acuerdo y él la baja con cuidado –. Bien, ahora ve y surfea hasta que no te aguantes encima de ella.

María agarra la tabla con cuidado y junto con el chico va hacia la orilla. Allí se la engancha al tobillo. Ahora que la ha recuperado no quiere perderla. En un abrir y cerrar de ojos, ya está metida en el agua, encima de la tabla y remando mar adentro. Tras coger un par de olas, la morena observa como Kevin también tiene una tabla y empieza a sumergirse en el agua. Transcurren las horas, ya casi son las cuatro de la tarde y aún no se han salido del mar. María y Campbell están sentados sobre sus tablas cerca de las rocas. Ha habido un momento de serenidad y han decidido descansar pero está claro que, si por ellos fuera seguirían surfeando. Jamás se lo han pasado tan bien. Jamás han estado tantas horas juntos sin querer matarse. Bueno, corrijo: Jamás han pasado tanto tiempo juntos.

Todo es posible [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora