Veintisiete

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María, algo nerviosa, se alisa el vestido que le ha cogido a su madre. No le queda mal y no es tan incómodo como ella pensó que sería. En realidad, se ve bien. El vestido es rosa clarito, algo así como rosa palo, en liso. Se ajusta a cada curva de su cuerpo, resaltando sus estrechas caderas y haciéndola ver con unos años más de los que posee. Acompañando al vestido, María se ha calzado unas sandalias negras que John le compró no sabe cuándo y se ha puesto un bolsito del mismo color. La verdad es que no sabe de dónde ha salido esa ropa, en lo que lleva de vida, jamás la había visto. Aun así, se la ha puesto y le queda de maravilla.

La chica exhala antes de pegar en la habitación de su novio. La puerta se abre dando paso a un Jorge chistoso, una Paula rodando los ojos y empujando a éste y a una Cristina con expresión apenada. En cuanto María ve a esta última, se tensa. Han pasado casi tres días desde que vio como Campbell la manoseaba y, a pesar de que no le haya dicho nada a Daniel, no se fía mucho. En cualquier momento puede hacerlo.

Jorge, al pasar por el lado de María, chifla dando a entender que ha acertado con su vestimenta a lo que ella le sonríe agradecida. Ese chico se llevará un trocito de su corazón cuando se vaya. Paula le desea suerte, aunque luego dice que no la necesita. Según ella, tiene a su hermano en el bote. Cristina solo pasa por su lado sin siquiera saludarla. Cuando María se adentra en la habitación y hace el amago de cerrar la puerta, el moreno asoma la cabeza y le grita a su amigo: "Habrás comprado condones, ¿no? Porque los vas a necesitar." Daniel, temiendo porque su novia vaya a salir escandalizada, va hasta el recibidor de la habitación y cuando va a reprocharle que no hable así delante de ella, se queda embobado viéndola. Y es normal, no es muy común verla con ese estilo de ropa. "Creo que iré a reservar una habitación para mí esta noche", dice Jorge cerrando la puerta. María suelta una risita a la vez que se muerde el labio inferior. Daniel también va muy guapo. Unos vaqueros desgastados cuelgan de sus caderas mientras que en la parte superior lleva una camisa azul marino con algunos detalles en un celeste muy clarito. Va realmente guapo.

-Estás... estás... vaya, no me salen palabras. Estás fantástica – balbucea el rubio pasando sus manos por su cabello.

-Tú también estás... ¿fantástico? – hace una mueca y ambos ríen.

Están nerviosos, demasiado tal vez. Daniel se acerca para dejarle un casto beso en los labios. Luego, la adentra más en la habitación para que vea todo lo que ha preparado. María se queda sorprendida, de verdad que no se merece a alguien tan bueno. El cuarto está patas arribas pero en el buen sentido. Las camas están pegadas a la pared junto al sofá y al mueble donde está la tele dejando así en mitad de la habitación un espacioso hueco en el que se encuentra un cubo metálico con hielo y una botella de vino dentro. Al lado, una bandeja con platos humeantes de comida. Hmn, huele delicioso. Por todo el suelo hay pétalos de alguna flor rosa, justo del mismo color que el vestido de ella. Se escucha una melodía de jazz salir por la radio, el balcón está abierto dejando ver toda la playa lo que provoca que todo sea más romántico. No cabe duda de que Daniel se lo ha trabajado. El rubio cogido de la mano de ella, la acerca hasta el centro del cuarto donde se sientan y, dejando a un lado los nervios, comienzan a hablar.

Han pasado cerca de dos horas, los platos de la cena están a un lado junto a las copas y a la botella vacía de vino mientras ellos están recostados en la cama riendo, besándose y dándose mimitos. María reparte caricias por el pecho de él aún con la camisa puesta, en cambio, él las reparte por las piernas desnudas de ella. Su piel tersa y suave es agradable de tocar. El rubio la besa con delicadeza subiendo más sus manos por los muslos de la chica, metiéndolas incluso por debajo del ajustado vestido. María se remueve un poco, sabe sus intenciones, por ello se acomoda pero él lo toma como que ella no quiere y para sentándose en la cama con la espalda en la pared.

-Aunque no lo parezca el vino sube demasiado – bromea y la chica le imita en la postura.

-Creo que apenas te conozco. ¿Jugamos a las veinte preguntas? – Él asiente sonriendo antes de darle un beso – Bien, empiezo yo. ¿De dónde sois?

-De España, ¿en serio no sabías eso?

-No, y ya has perdido una pregunta, que lo sepas – María le guiña un ojo. – Edad.

-Camarera, estás malgastando tus preguntas – ambos ríen. – Diecisiete, como tú. ¿Qué tipo de música escuchas?

-Básicamente escucho de todo, no tengo grupos ni cantantes favoritos por si te lo preguntas. Color preferido.

-El verde de tus ojos – vuelven a reír. – No, en serio, siempre me ha gustado el verde –María asiente de acuerdo con él. – ¿Has realizado... ya sabes... relaciones sexuales?

La morena enarca una ceja sorprendida por la pregunta pero pronto se recompone y asiente lentamente con la cabeza. – ¿Y tú?

-También – ambos permanecen callados durante unos momentos hasta que Daniel vuelve a hablar – ¿Has tenido alguna vez algo con Kevin? – María comienza a toser. Vale, eso sí que no se lo esperaba. Oh, no, mierda. ¿Y si Cristina se ha ido de la lengua?

-Nos acostamos una vez – musita bajando la cabeza.

-Si te soy sincero, me lo esperaba – ríe levemente –, es decir, es un poco obvio. Te come con la mirada cada vez que te ve. Incluso he llegado a sentir celos por unos momentos.

-Yo no quiero nada con él, te lo juro, Daniel.

-Y te creo, cariño. No pongo en duda tu fidelidad.

-¿Podemos continuar el juego otro día?

Él asiente mientras le coge las manos, ella se sienta a horcajadas en su regazo. A estas alturas le da igual llevar vestido. Comienzan a besarse lentamente, dando pequeños bocaditos que lo hacen más intenso, provocándoles que suspiros y jadeos salgan desde lo más profundo de sus gargantas. En uno de esos jadeos, Daniel aprovecha para introducir su lengua en la boca de ella. Explorándola, reconociendo ya cada rincón, adora su sabor. La chica sin perder detalle, le coge las manos y vuelve a ponérselas sobre las piernas de ella, incitándole a que la toque a la vez que se entrega totalmente al beso. Ella lleva las manos al cuello del rubio y, tras acariciarlo por un rato, desabrocha el primer botón de la camisa. Baja sus besos hasta la barbilla, a la mandíbula, al cuello... Todo a la vez que sigue desabotonando la, ahora molesta, camisa. Daniel jadea al sentir el tacto de su novia por el abdomen. Al escucharlo, ella muerde levemente su cuello, le gusta provocar esas sensaciones en él. El chico la toma por el trasero, obligándola a levantarse un poco, lo suficiente como para comenzar a subir el vestido. María lo coge por el dobladillo para sacárselo por la cabeza mientras que el otro termina de sacarse la camisa. En cuanto echan por el suelo la ropa, Daniel la tumba en la cama para ponerse él encima. Apoyándose en los brazos, vuelve a besarla y, al igual que ella antes, reparte besos por todo su cuerpo. Seguidamente, María desabrocha el botón de los pantalones de él, con ansia, baja la cremallera para quitarle de una vez los vaqueros. Bien, ambos están en ropa interior. De un momento a otro, la chica voltea poniéndose ella encima de él. Se sonríen mutuamente, los nervios han desaparecido por completo. El rubio acaricia la espalda de la chica hasta llegar al broche del sujetador el cual desabrocha con torpeza. Puede que no todos hayan apartado los nervios. Con ayuda de María, lo consigue. Así es como poco a poco, se van deshaciendo de la ropa que les queda para que luego de él ponerse un preservativo, Daniel se adentre en ella haciéndolos gemir. La morena rodea al chico con sus piernas, insistiéndole a entrar más, mientras él besa sus pechos. Tras unos minutos, una ola de calor comienza a expandirse por todo sus cuerpos, liberándolos, llevándolos a la cima; el éxtasis. El chico, abrumado por tantas sensaciones, cae rendido al lado de ella a quien abraza para que ambos, en pocos minutos, se queden dormidos.

Todo es posible [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora