Han pasado un par de días desde lo sucedido con Carla. Desde entonces, María está pero no está, es decir, ella hace todas sus responsabilidades y deberes, es más, se aplica demasiado en ellas, sin embargo, tienen que hablarle más de dos veces para llamar su atención. Este hecho no se le pasó por alto a John, estaba y está preocupado por su pequeña hermana, no abre la boca siquiera para comer. Es difícil afrontar lo ocurrido y más sino lo compartes con nadie. María anda distraída a todas horas, hasta sus compañeros y Terry lo han notado en el trabajo. No sale a bailar y algunas veces contesta mal a los clientes. Tras oír lo que dijo su madre, ella casi en un susurro le pidió que se fuera y su madre asqueada se fue no sin antes escupir cerca de los pies de María. Después de cerrar la puerta, limpió el escupitajo y, simplemente, se acostó. Aunque no se dormía. ¿Quién duerme después de oír decir a una madre que se avergüenza de su hija? Al final sí lo consiguió, pero cuando despertó parecía que estuviera más cansada aún. No descansó, tuvo un sueño bastante inquieto y, al parecer, aún le perdura. Es martes y eso quiere decir que hoy es la cita con el chico rubio. No sabe ni cómo se llama, ya podéis imaginar las ganas que tiene de ir con ese niño.
María se viste tranquilamente. Unos vaqueros ajustados algo desgastados, una camiseta de los Beatles sin mangas blanca y corta con sus deportivas y su querida mochila. Nada fuera de lo normal. Se deja el cabello suelto y, sin maquillarse un poco, sale de su habitación intentando hacer el menor ruido posible. Su hermano no sabe qué va a salir y menos con un chico. No se lo dijo porque no quería que se ilusionara. Esto lo hacía porque de algún modo el moreno la lió y al fin accedió. Podría no ir, podría darle largas de nuevo pero dijo que iría. En el fondo suena como si se lo hubiera prometido y ella odia que las personas no cumplan lo que dicen. Por lo tanto, no le queda otra que asistir a esa maldita cita. Cuando llega al recibidor, coge sus llaves de la mesa y antes de salir, escucha como su hermano sale de la habitación. Se apresura en guardar las llaves y salir pero no le da tiempo.
-¿Sales? – pregunta confuso.
-Eh... sí, he quedado con Kyana.
-Se te ve el sujetador.
-La camiseta es así. Déjame, llego tarde.
María sale de su casa rápidamente. No quiere hablar con John. En realidad no quiere hablar con nadie. Anda por las calles pensando en su madre y en que mañana vendrá el doctor Fitzgerald. Mierda. No tiene ganas de ver a ese maldito hombre. Ojalá pase esta terrible semana o mejor, que llegue el miércoles por la noche. Podrá emborracharse, olvidar todo y, tal vez, acostarse con alguno. ¿Por qué no?
Al llegar a la choza, como habían quedado al día siguiente de que el moreno la siguiera hasta su casa, no hay nadie, solo la gente que pasea tranquilamente. Tal vez es a ella a quien le han dado plantón. Genial, el día mejora. Sin embargo, no es así. A lo lejos ve al chico rubio corriendo hacia ella. "Esto parece como en la películas", piensa María. Le hace gracia. Cuando queda poco para que llegue, ella se fija en él. Lleva unos pantalones cortos azules marino con una camiseta blanca básica junto con unas deportivas azules también. Vaya, ese color resalta sus ojos. ¿Desde cuándo son tan bonitos? ¿Desde cuándo es tan guapo? ¿Desde cuándo está tan bueno? María lo mira de arriba abajo sorprendida por su aspecto. ¿En serio ha sido así siempre? Porque no lo recuerda como tal. Las mangas de su camiseta se ajustan a sus bíceps que, aunque no estén muy marcados, le quedan de muerte. A causa de las prisas, se ha levantado un poco la camiseta. Por favor, contestad, ¿desde cuándo está tan, tan bueno? Madre, como siga así va a necesitar un cubo para las babas. El chico se acerca a ella para saludarla con dos besos. "Manera extraña de saludar", piensa María.
-Siento llegar tarde. Mi hermana no me dejaba ir – suelta una risita y ella no puede evitar sonreír un poco.
-Nada. ¿Qué es lo que tienes planeado?
-Había pensado en dar una vuelta por el pueblo, conocerlo y eso.
-Yo ya me lo conozco, ¿no crees? – dice María divertida.
-Eh... sí. Bueno... - el rubio está nervioso.
-Si quieres te lo puedo enseñar.
-La verdad es que ya fui con mis padres – María ríe.
-Ven, conozco un sitio que seguro que no viste. ¿Te gustan los recreativos?
Ella coge la mano del chico y lo arrastra por las calles del pueblo. Dejan atrás la calle principal y se adentran por callejones que aunque sean estrechos son muy bonitos. María camina alegremente. De vez en cuando se gira para mirar al chico sonriéndole y eso le dice a éste que se conoce las calles como la palma de su mano. "Brillante idea has tenido, Jorge", regaña el chico a su amigo en la cabeza. Se han metido por tantas calles y callejones que si tuviera que volver, o simplemente, salir no sabría cómo hacerlo. Se paran frente a la entrada de unas escaleras por las cuales bajan hasta llegar a un recito. María lo mira, él le sonríe. Menuda sonrisa.
-¿Por dónde quieres empezar? – pregunta ella. Hay un montón de locales con todo tipo de juegos.
-Por ese – el rubio señala uno al azar.
-¿Bolos?
El chico asiente mientras ella ríe negando con la cabeza. Entran y piden una pista. Él se ofrece a pagar, ella no accede y así empiezan una disputa de quién paga y quién no. Él sí, ella no. Después de todo es él el que la ha invitado a salir. Tras pagar, pedir los zapatos e irse a su correspondiente pista, María le dice que pagará a base de derrotas y que no le dejará ganar por ser un caballero. Él se ríe y le ayuda a ponerse los zapatos. Está entretenido atándole los cordones mientras ella le mira. Tiene un buen pelo, debe de ser suave. Ahora desea pasarle la mano por el cabello. Cuando va a hacerlo, él levanta la cabeza, le tiende una mano y le reta: "Jugaremos". Ella se acerca para coger una bola, la que menos pesa, lo que hace que el chico se ría, ello lo mira y tira. Pleno. Al chico se le ha cortado la risa haciendo que ella arquee una ceja y lo mire con media sonrisa. Y así están durante toda la partida hasta el décimo tiro. Si quiere ganar el chico debe hacer dos plenos, sino... será derrotado por María como bien dijo antes. Él se acerca ya con una bola en sus manos y tira. Pleno. Mierda. Lo celebra como si hubiera ganado pero lo cierto es que le queda otro tiro el cual si falla perderá. El rubio coge otra bola, empieza a susurrarle cosas lo que hace que María ría más alto de lo que suele hacerlo. "Qué dulce", piensa él. "Menudo idiota", piensa ella mientras sonríe. Es raro, en todo el rato que lleva con él no para de sonreír y no ha pensado en ningún momento en los problemas que tiene en casa. El chico hace un meneo de pies extraño que causa otra carcajada en María y tira. Ambos están expectantes del camino de la bola la cual derriba todos. Menos uno. Ella salta de alegría a la vez que celebra alzando la voz un poco.
-Quiero la revancha.
-Bien, pero en algo que sea más corto.
-¿Futbolín?
María ríe, lo vuelve a coger de la mano y salen de ese local para meterse en otro. Cuando entran, él le dice que vaya a coger la mesa mientras que él pide algo para beber. Ella asiente y va directa al futbolín antes de que llegue alguien que quiera jugar. Tras sacar las siete bolas de la partida, el rubio llega con dos cervezas en su mano. Le tiende una y se coloca en su lado para que después de darle un largo sorbo a su bebida empiecen a jugar.
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Todo es posible [Terminada]
Genç Kurgu¿Podrías vivir con el vacío que se siente cuando te arrebatan a lo que más quieres? ¿Podrías enfrentarte solo/a a esa soledad acompañada del sufrimiento? ¿Podrías dejar todo atrás y empezar una nueva vida? María una chica de tan solo diecisiete años...