Diez

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María va perdiendo de uno y quedan dos pelotas para jugar. Las tiene que marcar sí o sí. Pensó que jugar contra él sería fácil pues a John lo ganaba cada dos por tres, sin embargo no era nada parecido a él. El chico, sin duda, daba guerra.

-Creo que necesitas ayuda, preciosa. Déjame ayudarte – dice un chico alto y moreno que estaba viendo la jugada. Se pone al lado de María.

-No necesito tu ayuda, imbécil – contesta ella apartándolo y sin mirarlo.

-Además de independiente con carácter. Genial, así me gustan las nenas.

-Déjala, tío, no quiere tu ayuda – dice el rubio de su cita.

-Vamos, hermosa, deja a este don nadie y vente conmigo a pasar el mejor rato de tu vida.

-Quien se ha metido contigo he sido yo, no él – han parado de jugar.

-¿En serio prefieres a ese antes que a este Adonis?

-Prefiero cabeza antes que cuerpo – María se acerca y le da tres golpes en la cabeza –. Y tú no tienes ninguna.

-Eh, hermano, déjales y larguémonos de aquí – dice otro chico de repente. ¿De dónde ha salido?

-¿Por qué?

-Es la hermana de John Green – susurra y el idiota abre los ojos demasiado.

-Lo... lo siento – balbucea y se van.

-¿Quiénes eran esos?

-No sé – María coge su botellín y mientras le da un trago se sienta en una silla. Él la imita.

-¿Ese tal John Green es tu hermano?

-Como lo conozcas, adiós.

-No, yo solo estoy de vacaciones – dice rápidamente levantando las manos – ¿Acaso no os lleváis bien? – María no responde – Es un tema espinoso, ¿no?

-Sí, es mi hermano pero no quiero hablar de él.

-Tranquila. ¿Quieres otra? – pregunta refiriéndose a la cerveza, ella asiente y se la termina para darle el botellín al chico.

-Veo que eres poco habladora – dice cuando llega y ella hace una mueca. No sonríe desde lo ocurrido con los chicos de antes. Su hermano siempre tiene que estar presente, agh. – Bueno, hablaré yo. Me llamo Daniel, aunque eso creo que ya lo sabes – suelta una risita y en la cara de ella aparece una media sonrisa. "¡Por fin!", piensa él.

-No, no lo sabía. Yo soy María.

-¿Eres de aquí?

-Sí, pero mi hermano se empeñó en ponerme ese nombre.

-¿Y tus padres? – él frunce el ceño sin entender. María borra la pequeña sonrisa de su cara. – Lo siento, soy un bocazas.

-Tranquilo – hace una pausa. – Mi padre murió cuando tenía once años y mi madre, bueno... ella está enferma.

-Lo siento en ambos casos – María se encoge de hombros mientras bebe. – ¿Lo has superado? – ella le mira asombrada por la pregunta.

-Sí. Te levantas o te levantas. No hay otra opción.

Dios, la tensión se corta con un cuchillo. Es increíble cómo se ha podido tornar a una conversación tan seria con la buena tarde que llevaban. Daniel está incómodo, se nota, no sabe de qué hablar y es normal porque todo los temas que tengan que ver con ella son espinosos. Ella es difícil, un reto. Le cuesta mucho abrirse. Y aunque lo intenta con él, le es complicado. Jamás se lo ha contado a nadie, no le ha hecho falta. Todo el mundo en el pueblo conoce su historia. Todo el mundo conocía a su padre, era un hombre que se hacía querer. Por esa razón, todos la conocen a ella y a su hermano aunque luego éste se ganase otro estilo de reputación. Entre ambos hay un silencio de lo más incómodo. Daniel está inquieto y a ella se le ablanda un poco el corazón.

-¿Quieres jugar otra partida? La última.

Él la mira sonriendo levemente, asiente y le da la mano para ayudarla a levantarse. Ella la toma y tira de él para llevarlo a la mesa de billar. Al llegar, sacan las bolas, las colocan y cogen los tacos. Tiran una moneda al aire para ver quien abrirá. Daniel elige cara y sale cruz por lo que María se recuesta en el tapete, apunta a la blanca y le da un golpe seco. Mete tres rayadas, él bufa, sabe que va a perder, y ella le guiña un ojo antes de volver a tirar sin embargo falla por muy poco. Ahora es él quien mira con superioridad a la vez que ella niega con la cabeza riendo. Daniel mete una bola. Y otra. Y otra. Vale, van empatados. María lo observa detenidamente, está asombrada por su destreza. Otra más. "Es bueno", piensa ella. "Qué suerte estoy teniendo", se dice a sí mismo él.

Ahora le toca tirar a María, decide que tirará a la amarilla sin embargo toca la negra y por poco no entra. Ella suspira aliviada mientras él se ríe. Siguen jugando. En mitad de la partida, bueno, casi cuando van a acabar, María está recostada preparada para golpear la bola. Siente unas manos en su cadera, pero no es Daniel. Él está delante de ella así que se incorpora y mira a quién la está sujetando.

-Green, ¿te he dicho ya que tu culo es perfecto?

-Aparta tus manos de mí, Campbell.

Él ríe alejándose de ella, yendo con sus amigos. "Maldito bastardo", dice María entre dientes. Se vuelve a recostar, golpea fuertemente la bola y la mete acabando con la partida. Daniel entiende que no quiere hablar así que cogiéndola de la mano salen hasta el recinto y suben por las escaleras. Luego, echan a andar en un incómodo silencio. Él la mira, ella entiende que no sabe por dónde han de ir así que toma el mando a la vez que se sume en sus pensamientos. Menudo idiota está hecho Campbell. ¿Cómo se le ha ocurrido hacer eso? ¡Y encima delante de Daniel! Entre esta escena y la anterior se va a pensar que es una cualquiera y ella, por alguna extraña razón, no quiere eso. Él se ha portado bien con ella desde que la conoce, no sólo hoy por querer ligársela. Es un buen chico, se nota a la legua. Además de que proviene de una buena familiar. A pesar de haber llegado hoy tarde a la cita, ha estado atento a ella. Si veía que algo la incomodaba rápidamente se disculpaba e intentaba que la conversación se tornara agradable. Y eso es algo complicado para hacer con ella, no obstante, él lo ha conseguido un par de veces. Eso es admirable. Sin darse cuenta, María ha bajado la velocidad de sus zancadas y está mirando su mano entrelazada con la de él. ¿Cuándo ha ocurrido eso? Él se da cuenta y la aprieta deteniendo el paso.

-¿Estás bien?

-Sí. Siento si te ha molestado lo de... Bueno, ya sabes.

-Tranquila, es normal que se te peguen tanto los chicos – María lo mira extrañada –. Quiero decir que eres muy guapa y eso – él está nervioso lo que causa una risita en ella.

-Tú tampoco estás mal – le sonríe.

-¿Te apetece hacer algo?

-No puedo. Tengo que irme.

-Puedo acompañarte, si quieres.

-No hace falta.

Ella le tiende la mano y, tras él cogerla, ambos se besan en las mejillas María le indica por dónde tiene que ir para no perderse. El pueblo no es que sea muy grande pero son muchos callejones y plazuelas. Se despiden y cada uno toma un rumbo diferente. Sin embargo, María no se va a su casa. Hoy tiene trabajo en casa de los O'Connor.

Todo es posible [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora