Veintiseis

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-Jorge no te aproximes tanto a la punta que te... - grita María desde la orilla – caes – termina de decir cuando el susodicho ya se ha caído.

María suspira a la vez que niega con la cabeza, recoge sus cosas metiéndolas en su mochila, se coloca la sudadera y en el momento que va girarse, Daniel la abraza desde detrás empapándola de agua.

-Joder, Daniel, ahora estoy mojada.

-¿En qué sentido? – sonríe pícaramente mientras que reparte besos lentos y húmedos por el cuello de ella. Vuelve a suspirar.

-He de irme, Daniel – dice girándose y dándole un breve beso en los labios. – ¿Nos vemos esta noche?

-Ni lo dudes, cariño.

Vuelven a besarse para que, minutos después, María coja sus pertenencias junto con la tabla y se vaya directa para su casa. Necesita dormir y descansar un rato, sin embargo, al ver la moto de Kevin enfrente de su portal sabe que a menos que lo eche, no hará ninguna de las dos cosas.

María entra soltando la mochila como es habitual en ella. Un olor extremadamente delicioso se cuela por sus fosas nasales. Margaret está cocinado mientras canta suavemente. La chica morena se acerca por detrás, cuando está lo suficientemente cerca le saluda dándole un beso en la mejilla. La señora asombrada por tal acto, le lanza una mirada interrogante para luego darle un abrazo. María halaga la comida y tras probarla va a la habitación de su hermano. Cuando entra, éste está hablando por teléfono mientras Kevin ojea un libro. María se acerca para darle un beso en la frente a John quien la sonríe, luego sale de la habitación para irse a la suya, no sin antes echar la ropa sucia a lavar. Una vez dentro del cuarto, se quita la parte superior del biquini para ponerse un sujetador, luego, se acuesta cayendo en un profundo sueño.

John está demasiado empalagoso hablando con Beatha por teléfono mientras Kev rueda los ojos y se mete con él repitiendo lo que dice. Cansado, se va hacia al salón en busca de algo que hacer. Después de todo, no puede irse sin su móvil. La señora de pelo negro que se encuentra cocinando se gira al notar la presencia del chico. Tras hablar durante un rato, Margaret le pide que vaya a la habitación de María para que ésta venga un momento. Él asiente y complacido emprende su camino hasta el cuarto de María donde, una vez ya dentro, la ve dormir. Parece tan buena e inocente, tan tranquila y pacífica. Ríe irónicamente, ella no es así. Kevin se acerca, le acaricia el brazo, la llama, sin embargo, ella ni se inmuta. De pronto, se le ocurre una idea. Se tumba con ella dándole la espalda. Acomodado sobre su brazo, comienza acariciarla. Su mano recorre todo el cuerpo de ella, de arriba abajo. La cara, el cuello, los brazos, el abdomen, el bajo vientre... Dirige su mano a una de las caderas de la chica, allí donde se encuentra el nudo  que une la parte inferior del biquini. Una sonrisa traviesa aparece en el rostro de Kev. Con cuidado, coge una de las tiras y empieza a tirar de ella, deshaciendo el nudo. Sin quererlo, una pequeña risa acompañada de un jadeo salen de su garganta haciendo que María se despierte de golpe.

-¿Qué coño haces? – grita apartando la mano de Kevin y volviendo a hacer el nudo.

-Solo quería ver tu trasero – ríe levantándose de la cama.

-Estás enfermo – le gruñe demasiado enfadada.

Poniéndose una camiseta que le llega un poco más alta de los muslos, sale de la habitación dirección a la cocina. Pero Kev se interpone y, pegándola a la pared, la coge de la cintura.

-Hace unos días en el bar estabas encantada con mi tacto, es más, creo que hasta gemías mi nombre.

-¿Jamás dejarás de acosarme?

-Tal vez, cuando tengas novio.

-¿En serio? – Ella enarca una ceja y él asiente seguro de sí mismo – Daniel es mi novio, puedes preguntárselo si no me crees – ahora la que sonríe con suficiencia es ella. A él, en cambio, parecen haberle dado un puñetazo en el estómago.

-Pero, ¿te lo ha pedido? – María mueve la cabeza informado que sí – Y tú contestaste que...

-Sí. Somos novios. ¿Qué pasa? ¿Tan raro es de ver?

-La verdad es que sí. Él tan ricachón, con tan buenos modales, tan buen chico sin meterse en problemas y tú tan... -hace una pausa para buscar las palabras correctas y exactas – tan tú – acaba por decir. – No me malinterpretes, pero no creí que fueras su tipo, tú eres más del mío.

-Tú también eres ricachón y nadie te dice nada. Además, dijiste lo mismo de Beatha y está con mi hermano, ¿por qué yo no con Daniel? – ella se cruza de brazos, realmente está enfadada.

-Sabes que se irá, ¿verdad? – Ella le retira la mirada – María, lo sabes, ¿verdad? No sé qué cojones es lo que tienes con él pero se irá y te dejará aquí. ¿Quieres sufrir? Porque es lo único que conseguirás con esa relación. Esto no es como en las películas o los libros que el chico hace lo imposible por quedarse con la chica.

-¿Y a ti qué más te da? ¿Desde cuándo te importo? Espera, que ya sé de qué va esto. Ahora haces el papel de hermano mayor sobreprotector y celoso que no deja a ningún chico acercarse, ¿no? ¿Es eso? Porque como lo sea, te recuerdo que hace dos días estabas metiéndome mano como si no hubiese un mañana.

-Te recuerdo yo a ti que estabas disfrutando.

Y sin poder aguantar ni un segundo más, María estampa su mano en la mejilla del amigo de su hermano. "Púdrete", dice antes de abrirle la puerta de la entrada dándole a entender que quiere que salga. Tras echarle una mirada de ira y furia, Kev sale dando un portazo. María reprime un grito apretando sus puños y la mandíbula, mientras Margaret lo mira todo estupefacta. Minutos después, el timbre resuena por toda la casa, la morena que aún sigue al lado de la puerta, la abre de golpe encontrándose otra vez con Kevin quien entra diciendo que se le han olvidado las llaves y el teléfono. Va directamente a la habitación de John a la vez que María rueda los ojos susurrando un "estúpido" que él llega a oír demasiado bien. Cuando él vuelve a salir de la casa, ella se sienta en un taburete enfrente de la barra. Margaret sigue impactada por la escena. Después de otros minutos, la señora vuelve a su quehacer mientras María intenta relajarse poco a poco.

No se sabe cuánto tiempo ha pasado, tal vez, minutos u horas, no saben. Pero no han cambiado de posición, es más, siguen igual. Mientras Margaret cocina, María la observa.

-¿Sabes el dicho este de: Quienes se pelean, se desean? – intenta informarse la señora.

-Ni lo intente, Margaret.

-Solo digo que harían una linda pareja, nada más.

-Jamás podría estar con alguien tan infantil como él. Además, me conozco todas sus facetas y nunca estaría con él.

-¿Todas sus facetas? – inquiere la señora intrigada.

-Todas – repite.

-¡Ay, Virgen Santa! Pero ustedes... - ella une los dos dedos índices de sus manos en una señal de estar juntos. María asiente. – Santo Cielo, ¿dónde ha quedado eso de virgen hasta el matrimonio? – la morena ríe. La señora es muy religiosa, sí.

-Eso ya no se lleva, Margaret.

-¿Y tu hermano lo sabe? – María niega con la cabeza – Oh, Dios mío, entonces creo que la charla llega tarde.

-Oh, no, ni lo intente. No pienso tener esa charla, y menos con usted. No se ofenda pero no creo que sea la adecuada para hacer eso y menos cuando yo ya he tenido sexo – Margaret se abanica con sus propias manos causando que la chica ría ante tal situación. – Escuche, estoy bien. Eso no es nada malo. Además, es muy bueno para la salud.

María le guiña un ojo antes de levantarse e irse. Ha escandalizado a la mujer de Ray, sí, puede que cada vez esté más loca. Entra riendo en su habitación y vuelve a acostarse, esta vez sin interrupciones.

Todo es posible [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora