Capítulo 4

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Al día siguiente, desperté y salí de mi habitación para encontrarme con una carta de Oliver que explicaba que se había marchado porque finalmente consiguió el trabajo que tanto anhelaba. Me alegré al leer la noticia y seguí con mi rutina matutina. Mientras almorzaba, sonó el timbre. Oliver, una vez más, había olvidado sus llaves. Abrí la puerta emocionada y le pregunté cómo le había ido.

—Increíble. Tuve una entrevista con alguien muy importante, el dueño de un bufete de abogados. Era algo antipático, pero su clase social le permite ser así —respondió, con un brillo de emoción y orgullo en sus ojos.

—¡Qué genial! Entonces, ¿Cómo te fue en la entrevista? —pregunté, animada.

—Casi perfecto. Y, ¿Qué tal tú? ¿Cómo fue tu noche en la gala? ¿Piensas volver a salir con ese chico? —inquirió Oliver, mostrando curiosidad.

—Sí, el sábado tendremos otra cita. Nash es interesante, a pesar de su propuesta un tanto peculiar —respondí, recordando nuestra conversación de la noche anterior.

Oliver frunció el ceño, mostrando su preocupación.

—¿Estás segura de él? Apenas lo conoces y te propuso algo tan extremo como suicidarte con él. No quiero que te hagan daño —expresó con tono protector.

—No lo sé, pero si el destino lo ha traído a mi vida, debe ser por algo. Tal vez sea una nueva fuente de inspiración para mis historias —contesté, intentando calmar sus preocupaciones.

—Bueno, ya tienes dos libros y nunca te faltó inspiración de alguien real. Ese alguien te ayudaba a crear historias hermosas. Pero sé que las cosas han cambiado, aunque la vida sigue siendo hermosa, ¿verdad? —dijo Oliver, con una sonrisa nostálgica.

—Sí, la vida sigue siendo hermosa, con o sin él, pero él fue la musa de mis historias —afirmé, con determinación.

Oliver sonrió con ternura y puso una mano en mi hombro.

—No mires atrás, Izan quería que vivieras plenamente. Y sabes, ratoncita, estoy seguro de que estaría orgulloso de la mujer en la que te has convertido —dijo con cariño, usando el apodo que solo él empleaba, de una manera que me hacía sentir especial.

Sus palabras resonaron en mi corazón, recordándome que, a pesar del dolor del pasado, este también había contribuido a forjarme. Respiré profundamente, agradecida por tener a Oliver a mi lado.

—Gracias, Oliver. Siempre tienes las palabras adecuadas en el momento adecuado —le dije con una sonrisa reconfortante.

Él me devolvió la sonrisa y me guiñó un ojo.

—Es un talento innato. Pero ahora, ¿por qué no almuerzas conmigo y me cuentas más sobre este misterioso Nash? —propuso, cambiando de tema con su habitual habilidad para hacerme sentir bienvenida y comprendida.

Después de nuestra charla, Oliver y yo nos sentamos a almorzar juntos en la acogedora cocina. Preparó unos sándwiches mientras yo le contaba más sobre Nash y nuestra conversación en la gala.

—Entonces, ¿qué más te dijo este Nash? —preguntó Oliver, extendiéndome un plato con un sándwich recién hecho.

—Bueno, hablamos sobre nuestras familias. Pero más que lo que hablamos fue lo que sentíamos, fue como si en las estrellas estuviera escrito que nos teníamos que conocer. Éramos dos perfectos desconocidos—respondí, dando un bocado al sándwich.

Oliver asintió, escuchando atentamente.

—Interesante, no sé desde cuándo hablas así pero se te ve contenta. Y, ¿qué planes tienes para la próxima cita? —inquirió, tomando un sorbo de su bebida.

a un suicidio de la famaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora