Capítulo 20

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Nash y yo estábamos en una piscina iluminada por luces suaves que creaban reflejos danzantes en el agua. El cielo estaba despejado, con estrellas brillando como testigos silenciosos de nuestra cercanía. Podía sentir la calidez del agua y el frescor de la brisa nocturna, cada detalle tan vívido como si realmente estuviera allí.

Nash me miraba con una intensidad que hacía que mi corazón latiera más rápido. Nos acercábamos lentamente, el agua rodeándonos en un abrazo tibio. La química entre nosotros era palpable, y cuando estábamos a punto de unirnos en un beso, el sueño se tornó más apasionado, y todo lo demás desapareció excepto nosotros dos y el deseo creciente. Nash desabrochaba la tira de mi bikini, sus dedos trazando un recorrido ardiente por mi piel. Estábamos a punto de dar un paso más íntimo cuando, de repente, la imagen se desvaneció y me desperté bruscamente, el corazón latiéndome en el pecho.

La luz de la mañana se filtraba a través de las cortinas, recordándome que todo había sido un sueño. Me quedé un momento acostada, tratando de calmar mi respiración y asimilar lo que acababa de suceder. El sueño había sido tan vívido, tan real, que casi podía sentir el toque de Nash en mi piel.

Me senté en la cama, tratando de calmar mi respiración. Las sensaciones del sueño aún recorrían mi cuerpo, dejándome desorientada y llena de preguntas. Miré a mi alrededor, asegurándome de que estaba en mi habitación, la familiaridad del lugar brindándome una sensación de seguridad.

Oliver entró en la habitación, alarmado por mi agitación.

-Laila, ¿estás bien? -preguntó, su voz llena de preocupación.

-Sí, sí, estoy bien. Solo tuve un sueño... muy vívido -respondí, tratando de ordenar mis pensamientos.

Oliver se sentó a mi lado, esperando pacientemente a que le contara más.

-Estábamos en una piscina, Nash y yo -comencé, evitando los detalles más íntimos del sueño-. Era de noche y había luces en el agua, haciendo que todo se viera mágico. No sé, todo se sentía tan real. Pude sentir la calidez del agua, ver las estrellas... Fue tan... intenso.

Oliver frunció el ceño, claramente confundido.

-¿Una piscina? -repitió, mirándome con escepticismo-. Laila, nunca has mencionado una piscina antes.

Mi corazón se hundió un poco al escuchar eso. El sueño había sido tan vívido que parte de mí había esperado que fuera un recuerdo oculto, algo real.

-¿Estás seguro? -insistí, aunque sabía que Oliver no me mentiría-. Parecía tan... real.

Oliver asintió lentamente, su mirada llena de compasión.

-Estoy seguro, Laila. No hay ninguna piscina que yo recuerde en nuestras experiencias. Quizás tu mente está mezclando recuerdos y deseos. A veces, los sueños pueden sentirse increíblemente reales, pero eso no significa que reflejen la realidad.

Me recosté en la cama, tratando de procesar lo que me había dicho. La confusión era abrumadora, pero sabía que Oliver tenía razón. Los sueños pueden ser engañosos, jugando con nuestros deseos y miedos de maneras que no siempre comprendemos.

-Tal vez tengas razón -admití, suspirando-. Solo fue tan... impactante. Pero supongo que solo fue eso, un sueño.

Oliver me sonrió con ternura, apretando mi mano.

-Vamos a salir a tomar aire fresco. Te hará bien despejarte un poco -sugirió.

Asentí, agradecida por su apoyo constante. Mientras salíamos al jardín, traté de dejar atrás la sensación del sueño, enfocándome en el presente y en la realidad que compartía con Oliver. Aunque los sueños pudieran ser confusos y a veces perturbadores, sabía que tenía a alguien en quien confiar y apoyarme en este viaje de redescubrimiento.

El aire fresco de la mañana me ayudó a calmarme, y mientras caminábamos, Oliver me habló de cosas cotidianas, distrayéndome de mis pensamientos. A pesar de la confusión y los recuerdos fragmentados, sentí una renovada determinación de enfrentar cada día con fuerza y valentía, confiando en que, con el tiempo, las piezas de mi vida volverían a encajar.

Después de un rato de caminar y conversar con Oliver, decidí preguntarle sobre la vida que tenía antes del accidente.

-Oliver, ¿qué ha pasado conmigo? Mi vida ha cambiado tanto, y no sé por qué -dije, tratando de entender mejor mi situación.

Oliver me miró con tristeza y comprensión.

-Laila, ha sido un camino difícil. El accidente te afectó más de lo que te imaginas. Perdimos a tu hermano, y tú sufriste mucho. Nash ha sido una constante en tu vida desde entonces, aunque no siempre he estado de acuerdo con él. Se preocupa mucho por ti, y eso es lo que importa.

Nos detuvimos en una cafetería, el lugar donde solíamos ir en el instituto. Tomé un sorbo de mi café, buscando en mi mente más recuerdos de Nash. Me preguntaba cómo habíamos llegado a este punto, si alguna vez fuimos algo más que amigos.

-Oliver, ¿crees que Nash y yo...? -dejé la pregunta en el aire, insegura de cómo formularla.

Oliver suspiró, mirándome con compasión.

-Laila, no lo sé. Sé que él te quiere mucho, y tú... bueno, parece que tienes sentimientos confusos hacia él. Un día se presentó en casa después de una discusión. Tú te habías largado de su casa, y él vino a intentar arreglar las cosas. Pero tú le cerraste la puerta en la cara. Sea lo que sea, ese chico ha aguantado mucho por ti.

Me reí suavemente, sabiendo que Oliver tenía razón.

-A veces, no sé si Nash y yo somos algo más que amigos. Pero el concierto de anoche fue real, y me hizo sentir algo que no había sentido en mucho tiempo -admití, mis pensamientos volviendo a la noche anterior.

Después de nuestra charla, decidí hacer algo más para despejar mi mente. Me vestí y fui a hacer la ruta de senderismo que mi hermano solía llevarme para despejarme. Una vez allí, la naturaleza me transportó a un universo paralelo donde no había perdido la memoria y seguía estudiando. Fue tan paralela incluso que podía llegar a pensar que mi hermano aún estaba vivo. Mis recuerdos fluían al igual que yo.

Cuando llegué a la cima, las vistas eran hermosas. Pero ahí estaba Nash, su presencia un misterio en mi vida. Me sentí extrañada.

-¿Qué haces aquí, Nash? -pregunté, sorprendida.

Nash sonrió con una expresión tonta.

-Tú me enseñaste este lugar y me dijiste que me contarías la historia de tu tatuaje -respondió, refiriéndose al tatuaje en mi espalda, un fénix. Sonreí, sabiendo que no era algo que contara a cualquiera.

Tuvimos una conversación cordial, y me di cuenta de que Nash era un escritor de primera. Sus palabras se reflejaban como si fuera un libro con un final feliz, un "felices para siempre". Cuando fuimos a tomar el camino de vuelta, tropecé y Nash me agarró antes de que cayera. Mis ojos se encontraron con los suyos, y no pude evitar navegar en sus ojos esmeralda. Sentía cómo mi corazón latía con fuerza, y mis pupilas se dilataban, pero no sabía por qué. Su olor era reconfortante.

Tuve un flashback. Estábamos en su casa, jugando a un juego llamado "Piensa rápido". Mi hermano solía jugarlo conmigo, diciéndome que pensara rápido y le dijera una frase para varias situaciones. Nash me miró curioso.

-¿Qué pasa? -preguntó.

-He tenido un pequeño recuerdo... Bueno, no sé si es un recuerdo o un invento de mi cabeza -dije, insegura.

-Si es conmigo, puedo decirte si es real o no -respondió Nash.

-Estábamos en tu casa y empezamos a jugar a "Piensa rápido" -dije.

Nash sonrió, sorprendido.

-Sí, estábamos en mi casa y tú tirada en el sofá. Ese recuerdo es real -confirmó.

Me sentí aliviada y más segura de que, aunque mi memoria estaba fragmentada, algunos recuerdos aún eran reales. Sabía que, con el tiempo, las piezas de mi vida volverían a encajar, y mientras tanto, tenía a Nash y Oliver para apoyarme en este viaje de redescubrimiento.

a un suicidio de la famaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora