Capítulo 24

4 2 1
                                    

Con la ayuda de Nash y Evelyn, el centro de ayuda comenzó a tomar forma en un tiempo récord. Evelyn nos había asignado un piso en un edificio antiguo, pero bien conservado, en el corazón de la ciudad. El espacio tenía un encanto vintage, con techos altos y grandes ventanales que dejaban entrar abundante luz natural. Era el lugar perfecto para comenzar algo significativo.

Desde el primer día, Nash y yo trabajamos codo a codo. Su experiencia en organización y su energía incansable fueron fundamentales para que todo marchara sin problemas. Nos reuníamos temprano cada mañana, repasando listas de tareas y coordinando con los proveedores. Había momentos en que el estrés amenazaba con abrumarnos, pero Nash siempre encontraba la manera de mantenernos motivados y enfocados.

Evelyn, por su parte, estaba presente en cada paso importante. Sus contactos y recursos fueron esenciales para conseguir pequeñas donaciones y apoyo de la comunidad. Aunque su exterior era severo, tenía un corazón compasivo y un deseo genuino de hacer una diferencia. Con su orientación, logramos obtener muebles, equipos y suministros en tiempo récord.

En menos de una semana, el piso estaba irreconocible. Las paredes, antes desnudas y tristes, ahora estaban decoradas con colores cálidos y cuadros motivacionales. Habíamos creado diferentes áreas: una sala de juegos para niños, un espacio de lectura, una pequeña cocina y varias oficinas. El centro estaba listo para abrir sus puertas y comenzar a ofrecer un refugio seguro para aquellos que lo necesitaban.

Durante esos días intensos de trabajo, me di cuenta de que algo dentro de mí estaba cambiando. Cada vez que Nash y yo compartíamos una broma o celebrábamos un pequeño logro, sentía una conexión especial. Sus ojos, siempre llenos de vida y entusiasmo, comenzaron a significar más para mí pero no por que le recordara. No era solo un amigo o un compañero de trabajo; había algo más profundo y conmovedor en nuestra relación no sabría si llamarlo amor o solo un capricho de mi corazón.

Pero también noté algo curioso en cómo Nash me miraba. A veces, cuando pensaba que no me daba cuenta, lo veía observándome con una mezcla de tristeza y admiración, como si fuera un fantasma de su pasado. Era una mirada que me desconcertaba y me hacía preguntarme qué pasaba por su mente y que paso por nuestros corazones en algún momento.

Una tarde, después de una jornada particularmente agotadora, estábamos sentados en el suelo del centro, rodeados de cajas vacías y papeles desordenados. La luz del atardecer entraba por los ventanales, bañando todo en un tono dorado.

—¿Te das cuenta de lo que hemos logrado? —dije, rompiendo el silencio. Nash sonrió y asintió.

—Sí, es increíble lo que se puede hacer en tan poco tiempo cuando tienes a las personas adecuadas a tu lado.

Sentí mi corazón latir un poco más rápido. Su elogio me llenó de una calidez que no había sentido en mucho tiempo. Nos quedamos en silencio por un momento, disfrutando de la paz que nos rodeaba.

—Nash, tengo que preguntarte algo —dije, finalmente reuniendo el valor para enfrentar la pregunta que había estado rondando mi mente—. ¿Por qué a veces me miras como si fuera un fantasma?

Nash pareció sorprendido por mi pregunta. Desvió la mirada, como si estuviera debatiéndose internamente.

—Laila, no sé cómo decir esto sin sonar extraño, pero... por mas que me intente alejar de ti y terminar mi historia solo no puedo —dijo, finalmente—. Es como si fueras una versión de una persona que significó mucho para mí, pero no eres ella tienes su luz y su brillo pero no nuestra historia, pero al mismo tiempo, eres completamente tú.

Su respuesta me dejó más preguntas que respuestas, pero decidí no presionarlo más. Había algo en su tono que sugería que era un tema delicado para él.

a un suicidio de la famaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora