Capitulo 9

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Nash se despertó, pero yo seguía despierta; su fiebre había desaparecido.

—¿Has dormido algo? —preguntó Nash con voz ronca, parpadeando mientras se ajustaba a la luz que entraba por la ventana.

Negué con la cabeza, sintiendo el peso de la noche sobre mis hombros. Mis ojos seguían fijos en él, preocupados por su estado.

—No mucho, pero eso no importa. Lo importante es que estás mejorando —respondí con una sonrisa forzada, tratando de ocultar mi agotamiento.

Nash me observó por un momento, como si tratara de leer mis pensamientos. Sus ojos reflejaban gratitud y preocupación a partes iguales.

—Gracias por quedarte conmigo —dijo finalmente, su voz llena de sinceridad—. Significa mucho para mí.

Asentí con suavidad, sin poder evitar sentir un nudo en la garganta. A pesar del cansancio y la tristeza que me embargaban, estar allí para él era lo único que importaba en ese momento.

Nash se apartó lentamente de la cama, como si estuviera dejando atrás un pedazo de su pasado. Sus movimientos eran cuidadosos, como si temiera romper el delicado equilibrio que se había establecido entre nosotros. Observé en silencio mientras se ponía de pie, una sombra de vulnerabilidad cruzando su rostro.

—Gracias por todo esto, Laila —dijo, su voz ligeramente ronca por la emoción—. No sé qué habría hecho sin ti.

Su agradecimiento me conmovió profundamente. Sentí un nudo en la garganta, pero me obligué a sonreírle.

—No hay de qué, Nash. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites —respondí, tratando de transmitirle todo el apoyo y la comprensión que podía.

Se puso de pie con determinación, como si estuviera decidido a enfrentar lo que fuera que el día tuviera reservado para él. Me sorprendió la fortaleza que mostraba, a pesar de todo lo que había pasado. Con un último vistazo hacia mí, Nash se dirigió hacia la puerta, dejando atrás el calor reconfortante de la habitación.

Me quedé sola en la cama, contemplando el espacio vacío que dejaba su ausencia. A pesar de la tristeza que aún pesaba en el aire, sentí una chispa de esperanza encenderse dentro de mí. Quizás, con el tiempo, Nash encontraría la paz que tanto anhelaba, y yo estaría allí para ayudarlo en cada paso del camino.

A pesar del cansancio que pesaba en mis párpados y la suave tentación de quedarme en la cama, sabía que tenía que levantarme. Nash necesitaba algo de comer para reponer fuerzas, y las tortitas parecían la opción perfecta.

Con un suspiro, me deslicé fuera de la cama y estiré los brazos, sintiendo cómo los músculos se quejaban ligeramente por el esfuerzo. Me puse de pie con determinación y me dirigí hacia la puerta, dispuesta a enfrentar el desafío de cocinar.

Bajé las escaleras con paso firme, sintiendo el suelo frío bajo mis pies descalzos. La cocina estaba iluminada por la luz del sol que se filtraba por las cortinas, creando un ambiente acogedor y tranquilo. Me dirigí hacia la despensa y abrí las puertas, buscando los ingredientes necesarios para las tortitas.

Mientras cogía la harina, los huevos y la leche, una sensación de calma me invadió. A pesar del caos y la tristeza que había experimentado en las últimas horas, el simple acto de cocinar me proporcionaba un sentido de normalidad y control.

Con los ingredientes en la mano, regresé a la encimera y comencé a mezclarlos con cuidado. El suave aroma de la harina y la dulzura de la leche llenaron el aire, creando una sensación reconfortante en mi corazón.

El aroma dulce de las tortitas impregnaba el aire, formando una especie de confort en medio de la tensión que se había apoderado de la habitación. Mientras las preparaba, sentía la mirada penetrante de Nash sobre mí, como si tratara de descifrar cada pensamiento que cruzaba por mi mente. Sus ojos, profundos y llenos de una mezcla de emociones, me hacían sentir vulnerable, como si estuviera desnuda ante él.

a un suicidio de la famaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora