Capítulo 29

8 2 3
                                    

Despertamos en el sofá, y me levanté primero. Alcancé la camiseta de Nash y, antes de ponérmela, me quedé unos segundos apreciando a Nash dormir. Se veía tan tranquilo y en paz.

Finalmente, me levanté y fui a la cocina. Me dio pereza cocinar, así que abrí la nevera y vi unas fresas. Encontré un bote de crema de chocolate, así que me senté en la encimera mientras me las comía, disfrutando del sabor dulce y cremoso.

Nash se despertó poco después y, sin camiseta, se dirigió hacia la cocina. Me quedé algo atontada, a causa de haberme despertado hace poco y por la imagen de él, tan natural y relajado.

—Buenos días —dijo con una sonrisa, rascándose la cabeza desordenada.

—Buenos días —respondí, sonriendo también mientras me llevaba otra fresa a la boca.

Él se acercó y, sin decir nada, tomó una fresa del plato y la sumergió en la crema de chocolate antes de morderla.

—¿Te has dejado algo para mí? —preguntó, con un guiño.

—Quizás —respondí, jugando—. ¿Qué harás para ganártelo?

Él se rio y se inclinó para darme un suave beso en los labios, el sabor de la fresa y el chocolate mezclándose entre nosotros. Se separó para ir a la nevera, sacó la botella de leche y dijo:

—¿Quieres?

Lo miré, aún saboreando la mezcla de la fresa y el chocolate en mis labios, y asentí.

—Sí, por favor.

Nash sirvió dos vasos de leche y me pasó uno. Nos quedamos allí, en la cocina, disfrutando del momento simple y perfecto. Con la leche fría y las fresas con chocolate, la mañana no podía ser mejor

Nash se estiró y dijo:

—Voy a hacer algo de desayuno en condiciones. ¿Te apetece dulce o salado?

Sonreí, tomando otra fresa.

—No hace falta, soy feliz con las fresas.

Él me miró con una mezcla de ternura y diversión.

—Bueno, vale. Se feliz entonces.

Nash me quitó el plato donde tenía las fresas y el tarro de chocolate. Se acercó a mí, apoyando su cabeza en mi hombro. Pude sentir que estaba algo caliente, pero pensé que era pura paranoia.

—¿Tienes algo que hacer hoy? —dijo con voz suave.

—Por desgracia, sí. Debería ir a mi casa a por todas las cosas que no me he traído y tengo que decirle a Oliver que Alaia tiene una hija de mi hermano.

Nash levantó la cabeza y me miró sorprendido.

—¿Cómo que eres tía?

—¿No te lo conté anoche? —respondí, confundida.

—No, no me lo dijiste. Tampoco me dijiste por la mañana a dónde te ibas.

—Lo siento, se me fue la cabeza.

—No, no te preocupes —dijo, volviendo a apoyar su cabeza en mi hombro—. Por cierto, Evelyn ya puso en marcha lo del centro. 

—Me alegro

—Oye —dijo con una sonrisa.

—Oigo —respondí, divertida

— Cuando vuelvas a casa, tenemos que mirar todo lo de la boda

—Intentaré volver temprano entonces —dije, acariciando su cabello.

Nash metió sus manos bajo mi camiseta y las colocó en mi espalda. Las tenía bastante calientes. Empecé a jugar con su cabello mientras él suspiraba de satisfacción.

a un suicidio de la famaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora