Capítulo 33

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El siguiente día pasó en un suspiro. Despertamos temprano y compartimos un desayuno tranquilo, aprovechando los últimos momentos juntos antes de que la locura de los preparativos nos consumiera. Nash y yo hablamos sobre lo emocionados que estábamos, aunque ambos sabíamos que también había una sombra de preocupación sobre nosotros.

Después del desayuno, Nash me abrazó y me dijo con una sonrisa:

—Recuerda que mañana es nuestro gran día. Todo saldrá perfecto.

Asentí, sintiendo una mezcla de emoción y nervios. Me despedí de Nash y me dirigí a mi casa para prepararme para la noche antes de la boda. Al llegar, sentí una extraña mezcla de tranquilidad y ansiedad, consciente de que el día siguiente cambiaría nuestras vidas para siempre.

Aproveché la tarde para revisar los últimos detalles y asegurarme de que todo estuviera en orden. Me comuniqué con Claudia para confirmar que el vestido estaría listo, y ella me aseguró que no había nada de qué preocuparse. Su apoyo y entusiasmo eran contagiosos, lo que me ayudó a calmar mis nervios.

La tarde pasó rápidamente mientras organizaba mis cosas y me preparaba mentalmente para el día siguiente. Sabía que esta noche dormiría en casa de Oliver, siguiendo la tradición de no ver al novio antes de la boda. Antes de salir, me aseguré de tener todo lo necesario y me despedí de mi casa con una sonrisa, sabiendo que cuando volviera, sería como esposa de Nash.

Cuando llegué a casa de Oliver, me recibió con un abrazo cálido y una expresión de preocupación. Oliver sabia cuanto odiaba cocinar así que al ver la cena ella mesa agradecí el gesto

—Gracias.

Él me miró, un poco sorprendido.

—¿Por qué me das las gracias?

—Porque sé que no estás de acuerdo con que me case pero aun así me apoyas —respondí, sintiendo que se avecinaba una conversación difícil.

Oliver suspiró, dejando caer los hombros.

—No es que no esté de acuerdo con que te cases. Sé que él te quiere y sé que tú también lo quieres, pero no estoy seguro de cómo vas a terminar después de... después de que él se haya ido. Tendrás que seguir viviendo, ¿eres capaz de vivir sin tu marido?

Me quedé en silencio por un momento, sintiendo cómo las emociones se acumulaban dentro de mí.

—Eso no es problema —dije finalmente, intentando sonar más segura de lo que me sentía.

Sabía que estábamos a punto de tener una gran discusión, una que no podíamos evitar. Oliver me miró con intensidad y dijo:

—Claro que sí es mi problema. Tú eres mi problema.

—Nunca he sido tu problema —repliqué, sintiendo la ira y la frustración crecer en mi interior—. Mis relaciones, mi vida, no han sido tu problema. Solo habrían sido tu problema si de verdad me hubieras querido, si hubieras tenido el valor de decirme lo que sentías antes de que estuviera a punto de casarme.

Oliver suspiró profundamente, evitando mi mirada.

—Ese es el problema, no quería hacerte daño. No podía perderte.

—¿Perderme? Nunca fuiste mi dueño.

—Sabes que no me refiero a eso. No quería que volvieras a intentar quitarte la vida.

—¿Por qué eres tan sobreprotector conmigo? ¿Qué pasó que no sé? —grité, sintiendo que estaba al borde de las lágrimas. 

 Oliver bajó la cabeza, su voz se igualo a la mi. 

a un suicidio de la famaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora