Capítulo 31

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El sol dorado del amanecer se colaba suavemente por las rendijas de las cortinas, pintando el dormitorio con tonos cálidos que invitaban a la esperanza. Nash y yo habíamos compartido un desayuno tranquilo, lleno de miradas cómplices y sonrisas compartidas que presagiaban un día memorable. Mientras saboreábamos los últimos bocados de nuestro desayuno, Nash rompió el silencio con su habitual tono sereno y decidido.

—Laila, toma las llaves de mi coche. Hoy no te preocupes por el transporte. Y respecto a la decoración, confía en mí. Sé que no te gustan estas cosas, así que me aseguraré de que todo esté perfecto para ti —sus palabras fueron como una promesa envuelta en seguridad y cariño.

Levanté la mirada hacia él, encontrando en sus ojos el reflejo de su amor y apoyo incondicional. Le dediqué una sonrisa agradecida y me incliné para depositar un beso tierno en sus labios.

—Eres un amor —respondí sinceramente, mientras me ponía de pie para recoger mi bolso.

Nos despedimos con una sonrisa compartida, y mientras me dirigía hacia la puerta, sentía una mezcla de emoción y nerviosismo palpitar en mi pecho. El día se extendía ante mí como una promesa de momentos especiales y memorables, comenzando con la prueba del vestido de novia y la compañía de personas queridas en mi vida.

Mientras conducía hacia la casa de Claudia, el sol de la mañana iluminaba el camino, pero mi mente no podía evitar divagar hacia pensamientos intrusivos y sombríos. El paisaje familiar que solía traerme calma ahora parecía teñido de preocupación y frustración.

Mis manos se aferraban al volante con fuerza, pero mi mente vagaba por caminos oscuros. Me encontré enfrascada en una lucha interna, sintiendo una creciente ira hacia el universo por lo injusto que parecía todo. ¿Cómo podía ser que después de encontrar el amor y la felicidad con Nash, ahora, como mi prometido, estuviera destinado a enfrentar la pérdida de su vida?

El rugido del motor y el suave traqueteo de las ruedas sobre el asfalto no lograban acallar mis pensamientos intrusivos. Mi respiración se volvió más pesada mientras intentaba contener las lágrimas que amenazaban con desbordarse. No quería dejar que estas sombrías predicciones de un futuro incierto arruinaran mi día especial, pero era difícil luchar contra ellas.

Intenté distraerme con la música que sonaba en la radio, pero cada melodía parecía resonar con un eco de mi propia ansiedad. Apoyé la cabeza en el reposacabezas y cerré los ojos por un momento, buscando una forma de calmar mi mente agitada.

El paisaje verde y sereno a lo largo del camino ofrecía un contraste doloroso con mis pensamientos turbios. ¿Cómo podía reconciliar la alegría de este día, la emoción por la boda que se aproximaba, con el temor persistente de lo que podría perder?

Una lágrima solitaria resbaló por mi mejilla mientras me esforzaba por encontrar la paz interior. Respiré profundamente, tratando de recordarme a mí misma que debía mantener la esperanza, aferrarme a los momentos de felicidad que compartía con Nash y confiar en que juntos podríamos enfrentar cualquier desafío.

Al final del camino, la casa de Claudia apareció a lo lejos, rompiendo mi trance sombrío. Sabía que necesitaba reunir fuerzas y dejar de lado estos pensamientos intrusivos para estar presente en el día que estaba por venir. Respiré hondo una vez más y me concentré en el momento presente, dispuesta a enfrentar lo que fuera necesario por el amor que compartíamos Nash y yo.

—¡Claudia! Me alegra tanto verte —dije con sinceridad, aunque mis palabras salieron un tanto nerviosas. Decidí abordar el tema directamente—. Hay algo importante de lo que quiero hablar contigo.

Ella asintió con curiosidad, invitándome a entrar con un gesto.

—He escuchado sobre tu reconciliación con Orión, y me alegra mucho por ti. —añadí, esperando que entendiera lo genuino de mis palabras.

a un suicidio de la famaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora