Capítulo 35

2 1 0
                                    

El día del funeral de Nash amaneció gris y lluvioso, como si el cielo compartiera mi dolor. Desde el momento en que me desperté, me sentí envuelta en una neblina de emociones. Era como si estuviera caminando en un sueño, incapaz de conectar completamente con la realidad. El bloqueo emocional que sentía era sofocante; mi mente se negaba a procesar la pérdida, a aceptar que Nash realmente se había ido.

Oliver, siempre a mi lado, me ayudó a vestirme y me sostuvo mientras caminábamos hacia el coche. El trayecto al cementerio fue silencioso. La lluvia golpeaba el techo del vehículo, un ritmo monótono y constante que parecía acompasar el latido roto de mi corazón. Miraba por la ventana, viendo cómo las gotas de lluvia se deslizaban por el cristal, pero no veía nada realmente. Mi mente estaba en blanco, atrapada en una especie de limbo emocional.

Cuando llegamos al cementerio, la vista de la multitud congregada alrededor del ataúd de Nash me golpeó con fuerza. Pero aún así, no podía llorar. No podía sentir. Era como si una parte de mí estuviera anestesiada, protegiéndome del dolor abrumador.

La ceremonia comenzó, y las palabras del oficiante resonaban en el aire, pero apenas las escuchaba. Mi mente estaba en otra parte, perdida en recuerdos de Nash: su sonrisa, su risa, sus abrazos cálidos. Cada imagen era un recordatorio doloroso de lo que había perdido, pero no podía procesarlo.

Entonces, Orión se acercó al podio para hablar. Su rostro, marcado por el dolor, reflejaba la profundidad de su pérdida. Cuando comenzó a hablar, su voz temblaba, pero había una firmeza en ella que me llamó la atención.

—Nash no era solo mi hermano pequeño—comenzó Orión, su voz resonando en el aire frío y húmedo—. Era mi mejor amigo, por mas que nos enfadásemos fue mi confidente. Siempre estuvo ahí para mí, incluso en los momentos más oscuros incluso cuando yo no estuve para el. Nos enseñó a todos lo que significa amar incondicionalmente, a vivir con valentía y a enfrentar la vida con una sonrisa, sin importar las circunstancias.

Las palabras de Orión comenzaron a perforar la neblina que me envolvía. Sentí un nudo formarse en mi garganta, y por primera vez, las lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos.

Orión hizo una pausa, y en ese momento, algo dentro de mí se rompió. El bloqueo emocional que había sentido hasta entonces se desmoronó, y el dolor, crudo y abrumador, me golpeó con toda su fuerza. Comencé a llorar, lágrimas calientes que corrían por mis mejillas, y Oliver me apretó la mano con fuerza, ofreciéndome su apoyo silencioso.

—Nash me enseñó que el amor es la fuerza más poderosa del universo —continuó Orión, su voz quebrándose—. Y aunque hoy nos despedimos de él, su amor y su luz seguirán viviendo en cada uno de nosotros.

La multitud estaba en silencio, compartiendo el dolor de Orión. En ese momento, supe que debía hablar. Debía honrar a Nash de la misma manera. Me levanté, sintiendo que mis piernas temblaban bajo el peso de mi pena. Oliver me miró con ojos llenos de preocupación, pero también de aliento.

—Puedes hacerlo —me susurró—.

Me acerqué al podio, con las lágrimas aún cayendo. Tomé una respiración profunda y miré a la multitud. Mis ojos se encontraron con los de Orión, llenos de tristeza pero también de fuerza.

—Nash... —comencé, mi voz quebrándose—. Fue escritor, novio y amigo. Fue quien, sabiendo que nuestra historia no tendría final feliz, empezó a escribir un libro para que tengamos un final feliz que sería eterno en un mundo de efímeras realidades.

Mi voz temblaba, y las lágrimas seguían rodando por mis mejillas.

Bajé la cabeza, incapaz de continuar.

Después de la ceremonia, nos dirigimos al lugar donde Nash sería enterrado. La lluvia se había intensificado, y el sonido de las gotas golpeando los paraguas era el único sonido en el aire. Observé cómo bajaban el ataúd a la tierra, sintiendo como si una parte de mi alma también estuviera siendo enterrada.

a un suicidio de la famaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora