XLIII

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—¡Por fin!

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—¡Por fin!

Alexia olvidó lo cansada que estaba en el momento en el que Elena Garay, ya con el pijama puesto, llamó su atención desde la que sería su cama en los próximos días.

—Me...¿me he equivocado de habitación? —trató de confirmar la rubia, agarrándose a la manilla de su maleta.

Elena sintió por un momento que se había pasado de la raya. Quizás había sido demasiado. Temió que las últimas semanas hubieran sido un idilio, un acercamiento al que luego seguiría un periodo de culpabilidad.

—No, no —explicó, tomando el equipaje de Alexia e introduciéndolo en la habitación para poder cerrar la puerta—. Tengo una copia de todas las llaves de las habitaciones.

Planificar el viaje a Brasil, la convocatoria y los diferentes enfoques que  la selección tomaría en el torneo había tomado muchas horas de trabajo. Cambiar todo el sistema en la que el fútbol femenino estaba funcionando en la escena internacional no era una tarea fácil. Existían demasiados problemas de base, falta de profesionales, de medios, de ventajas y prestaciones a los que, seleccionadora y directora deportiva debían poner solución en el menor tiempo posible.

La salida hacia Brasil se les había echado encima cuando no habían ni siqueira terminado de cerrar los contratos de todos los fisioterapeutas que asistirían a la cita. No hacía muchos días desde que Alexia se paseaba de un lado a otro del apartamento que Elena había alquilado en Madrid, tratando de solventar los puntos débiles que veía en su planteamiento defensivo. La asturiana, por su parte, comenzaba a cabecear ahogada entre papeles y currículums, intentando decidir a cuál de aquellas personas confiaría la forma física de sus jugadoras.

—¿Te parece que llevar a Laura es buena idea?

Elena se frotó los ojos, levantando la cabeza de la mesa y provocando que una de las hojas se despegara de su frente para terminar en el suelo.

—¿Quién? —bostezó.

—Laura Mestre, del Levante. Está en la página 36 de las ojeadas.

Viendo que la catalana se cruzaba de brazos, observándola, Elena suspiró para luego rescatar el archivador donde las fichas de todas las jugadoras seleccionables con características interesantes esperaban aterrorizadas a que Alexia Putellas las consultara por decimocuarta vez en una hora.

Dedicó unos segundos a tratar de reconocer a la chica. Era su primera temporada en un equipo profesional.

—Nunca ha sido convocada —apreció. Alexia asintió—. Quizás puede ser un poco joven, no sé.

—Laura Mestre era la capitana del Mollet UE del que estaba a cargo. Yo misma recibí ofertas de clubes de primer nivel que veían lo mismo que veía yo —dijo— Lleva once goles.

—Está bien, pero a lo mejor te estas dejando llevar por el cariño que le tienes. La conoces desde hace muchos años.

Alexia sonrió.

Volver a casa || Alexia PutellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora