Primera base

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—24—

    Suspiro resignada, subiendo las piernas al sofá y abrazándome el cuerpo. No sé si es el cansancio o el torbellino de emociones que he vivido estas últimas dos semanas, pero me duele todo y estoy helada. Al menos, ya es viernes y podré recuperarme un poco.

    Hoy tampoco he visto a Freen. Igual el otro día fui demasiado dura, porque se ha mantenido en su sitio y ha terminado de grabar esa escena con una profesionalidad desquiciante.

    Es exactamente lo que le he pedido, pero me sigue molestando que prefiera este camino a ser sincera conmigo.

    ¿Qué es lo que escondes, Freen Sarocha? ¿Por qué no puedes simplemente decirme que no te intereso?

    —Rebecca —suelta sorprendida apareciendo de repente en la sala de descanso—. ¿Qué haces aquí todavía?

    —He terminado hace nada. Estoy cogiendo fuerzas para volver a casa.

    —¿Te recoge Irin?

    Sí, eso es algo que también he cambiado de nuestra relación para poner un poco de sentido común en mi vida. Mi prima ha estado recogiéndome toda la semana, aunque Freen se haya seguido ofreciendo cuando coincidíamos.

    —Irin está en Pai —le explico—. Me iba a llevar Noey pero ha tenido que marcharse temprano, así que estoy esperando que llegue un taxi.

    Siento la voz un poco ronca, supongo que el hecho de que me arda la garganta tiene algo que ver.

    La actriz parece estar debatiéndose internamente, pero después de abrazarme a mí misma un poco más tras el último escalofrío, se decide.

    —¿Estás bien, Rebecca? —pregunta preocupada, acercándose a mi posición.

    Me coge la muñeca, para posteriormente, pasar su mano por mi cuello y mi frente, comprobando la temperatura.

    —Tienes frío, ¿verdad?

    Antes de poder siquiera asentir, ya se está quitando la sudadera y ayudando a ponérmela.

    —Gracias —le digo con una pequeña sonrisa.

    No se lo voy a reconocer y estoy intentando que se note lo menos posible, pero estar dentro de una de sus sudaderas oversize hace que su olor se me cuele por todos sitios y me nuble un poco.

—Deja que te lleve a casa, Bec.

    En otras circunstancias no me lo estaría pidiendo. Me habría cogido literalmente y metido en su coche sin sopesar nada, pero tras mi distanciamiento, supone que es mejor hacer las cosas bien.

    —Vale —cedo con demasiada facilidad, porque no tengo fuerzas para nada.

    Se levanta y me tiende una mano para ayudarme. Esta vez no pregunta; pasa un brazo alrededor de mi cintura y empieza a caminar dándome soporte.

    No sé en qué momento me he quedado frita, pero al abrir los ojos, me doy cuenta de que estamos dentro del parking de su casa y la miro confundida.

    —¿Qué hacemos aquí, Freen?

    —Estás enferma y tu prima, que es quien podría cuidarte, se encuentra en Pai. No me pidas que te deje sola en estas circunstancias porque sabes que no pienso hacerlo.

    —Yo también tengo un apartamento —le rebato, incapaz de confrontarla en otra cosa.

    —Sí, pero he asumido que no pensabas invitarme a entrar —comenta despreocupada antes de cambiar radicalmente de tema—. ¿Quieres darte una ducha mientras pido algo de cena?

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